Por: Richard Silverstein
Las restricciones que alguna vez existieron en el comportamiento de Israel han desaparecido. Benjamin Netanyahu tiene ahora la mira puesta en Irán; la cuestión es hasta qué punto lo apoyará el presidente Donald Trump.
Los triunfalistas proisraelíes están celebrando una trifecta: en el transcurso de poco más de un año, Israel derribó o hizo retroceder significativamente a sus tres enemigos más problemáticos: Hamás, Hezbolá y el sirio Bashar al-Assad. Otro enemigo, Irán, fue golpeado por ataques israelíes con misiles y los asesinatos del líder de Hamás Ismail Haniya en Teherán y de un comandante de la Guardia Revolucionaria en Damasco. Al parecer, sus aliados de la milicia chiita iraquí prometieron, al menos temporalmente, cesar los ataques contra Israel.
Fuentes militares israelíes afirman que sus ataques dentro de Irán (precipitados por un ataque iraní con misiles contra Israel) desmantelaron gran parte de sus sistemas de defensa antiaérea. Estos oficiales de seguridad señalan que se trataba de una misión clave: eliminar las defensas aéreas de Irán como preparación para un futuro asalto total contra su programa nuclear. Las fuentes estiman que Irán tardará un año o más en reparar los daños actuales y restablecer sus capacidades. Durante este periodo, será más vulnerable y un ataque sería lo óptimo desde el punto de vista israelí. Ese sería el plazo en el que cabría esperar un ataque de este tipo.
Aprovechando esta debilidad, tanto los líderes israelíes como los asesores de seguridad de Trump están instando a un ataque de este tipo contra Irán. El ex ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, viajó a Washington, DC, el mes pasado para presionar a los funcionarios estadounidenses, diciéndoles que esta es «una ventana para actuar contra Irán». Se mostró partidario de una operación israelí o, preferiblemente, de una operación conjunta estadounidense-israelí contra la infraestructura nuclear de Irán.
El presidente Joe Biden no está a favor de un ataque de este tipo. Por lo tanto, quedaría en manos de la administración entrante de Trump, cuyos asesores están considerando seriamente esta opción. Aunque Trump expresó en repetidas ocasiones su reticencia a comprometer fuerzas estadounidenses en favor de intervenciones extranjeras, está en sintonía con los intereses israelíes.
Como mínimo, daría instrucciones a las agencias de inteligencia estadounidenses para que compartieran informes que pudieran ayudar a atacar emplazamientos iraníes y también proporcionaría municiones especializadas necesarias para tales ataques, como hizo Biden en Gaza y en el Líbano.
Por ejemplo, para destruir el emplazamiento nuclear más seguro de Irán, Fordow, se necesitaría un destructor de búnkeres GBU-57 de 30.000 libras, que sólo puede volarse en un bombardero B-2. Y se necesitaría de un piloto estadounidense o israelí para llevar a cabo la misión. Sin este nivel de participación estadounidense, sería poco probable que Israel pudiera causar daños significativos a Fordow.
Un ejemplo de colaboración similar entre los servicios de inteligencia estadounidenses e israelíes fue el asesinato por parte de Israel del antiguo segundo al mando de Hezbolá, Imad Mughniyeh, facilitado por un equipo de reconocimiento de la CIA. Estados Unidos también ayudó a localizar a gran parte de los altos dirigentes de Hamás en Gaza, lo que permitió a las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF, por sus siglas en inglés) asesinarlos. Del mismo modo, podemos esperar luz verde de la administración Trump para que Israel continúe eliminando a los principales funcionarios de seguridad iraníes, como hizo con los altos dirigentes de Hamás y Hezbolá.
La nueva realidad en los asuntos de Oriente Próximo ofrece a Israel mucha más libertad para atacar a sus rivales. Desaparecieron las restricciones previas. En su desafío a la administración Biden durante el genocidio de Gaza, el primer ministro Benjamin Netanyahu demostró que Israel actuará con impunidad en cualquier lugar de la región para perseguir sus intereses, sin jamás enfrentarse a las consecuencias ni a la rendición de cuentas.
El nuevo enfoque estratégico de Israel se puso de manifiesto en Gaza, donde llevó adelante un genocidio a pesar de la horrorizada respuesta del mundo, que se mantuvo al margen y ofreció poca resistencia. Ni siquiera las órdenes de detención de la Corte Penal Internacional contra Gallant y Netanyahu los disuadieron de masacrar a casi 50.000 palestinos. Devi Sridhar, de la Universidad de Edimburgo, escribe en The Guardian que calcula que el número de víctimas podría ascender a 335.000, incluidas las muertes causadas directa e indirectamente por los combates.
Del mismo modo, las IDF despoblaron gran parte del sur de Líbano y destruyeron por completo pueblos enteros que en su día fueron bastiones de Hezbolá. Convirtió en ruinas el barrio de Dahiyeh, en Beirut, donde el grupo militante tenía su base. Gran parte de su cúpula directiva murió mientras se refugiaba búnkeres subterráneos que consideraban inexpugnables, gracias a bombas rompebúnkeres de fabricación estadounidense. El éxito de estas operaciones militares israelíes, junto con una serie de consideraciones políticas internas, aumenta drásticamente las perspectivas de una intervención en Irán.
Trump, que en su momento ordenó el asesinato del comandante militar supremo de Irán, Qassem Soleimani, no siente ninguna simpatía por los iraníes. También canceló el acuerdo nuclear con Irán de 2015 de Barack Obama. Al presidente entrante le sirven de poco la diplomacia convencional o los acuerdos. Prefiere un enfoque unilateral y, si es necesario, el uso de la fuerza. Esto aumenta la probabilidad de que dé luz verde a una operación israelí.
Otro factor es la vulnerabilidad política de Netanyahu. Lo único que impide unas elecciones anticipadas y una derrota del impopular líder — cuyo índice de aprobación es de apenas un 29%— es la continuación del conflicto militar. Hace pocas semanas declaró por primera vez ante un tribunal, donde se enfrenta a tres cargos de corrupción. Una condena por cualquiera de esos cargos lo obligaría a dimitir.
Netanyahu ya demostró ser un astuto superviviente político, experto en manipular a la opinión pública, a sus propios rivales y a sus aliados políticos en beneficio propio. Entiende muy bien que un ataque exitoso contra Irán, incluso si implica represalias en forma de contraataque, podría ofrecerle un enorme beneficio político a nivel local.
Siria como preludio de Irán
En diciembre, Assad fue derrocado por un grupo militante islámico, Hayat Tahrir al-Sham (HTS). En su versión anterior como Al-Nusra, fue un apoderado israelí en el Golán sirio, donde se enfrentó a las fuerzas de Hezbolá. Después de que HTS asumiera el control este mes, las IDF invadieron Siria y ocuparon territorio a seis millas de lo que había sido la línea de armisticio de 1974 entre los dos países. Netanyahu no tardó en derogar el acuerdo y anunció que Israel ocuparía territorio sirio indefinidamente como «barrera defensiva» en su frontera septentrional.
Un informe de Reuters basado en testigos oculares sirios declaró que comandos de las IDF estaban operando a dieciséis millas de Damasco, en los suburbios de la ciudad. Aunque las IDF desmintieron la noticia, reconocieron que sus fuerzas estaban activas fuera de la nueva zona de seguridad israelí: «Las IDF desplegaron tropas en la zona tapón y en una serie de áreas que es necesario defender». En otras palabras, no se limitan a actuar en los territorios ocupados y llevarán a cabo operaciones en cualquier territorio sirio que se considere crítico para sus intereses.
Aunque HTS haya derrocado a Assad y se haya convertido en el poder de facto dentro del país, las dos potencias reales son Israel y Turquía. Ambas tienen ambiciones geopolíticas más amplias. Turquía pretende derrotar a las fuerzas kurdas aliadas de Estados Unidos en el noreste de Siria y también ocupó una zona tampón en el norte de Siria, lo mismo que Israel en el sur.
Estados Unidos tiene actualmente a dos mil soldados apoyando a sus aliados kurdos. ¿Continuará Donald Trump con esta operación? Durante su primer mandato, jugó con retirar las fuerzas estadounidenses de Siria. Pero finalmente fue disuadido por sus generales, que lo convencieron de que Siria caería en el caos y de que esto implicaría el retorno de ISIS.
Dado que Trump ya designó a figuras clave del ámbito militar y de inteligencia que están mucho más alineadas con sus opiniones aislacionistas sobre los compromisos extranjeros de Estados Unidos, podría dejar a los kurdos, aliados durante los últimos quince años, librados a su propia suerte. Es probable que Turquía lance entonces una gran ofensiva en su contra, que podría diezmarlos. Eso dejaría una brecha para que ISIS reanude su actividad terrorista en el este de Siria. En el primer mandato de Trump, se jactó de haber derrotado al ISIS. Él puede permitir su resurgimiento.
Irán es el siguiente
Una vez que Israel haya estabilizado su posición siria, estaría en condiciones de volverse hacia Irán. Un ataque israelí es casi una conclusión inevitable. La cuestión no es si, sino cuándo.
Cuando Trump entre en la Casa Blanca, se enfrentará a la cuestión de si aprueba un ataque israelí contra la infraestructura nuclear, militar y de inteligencia de Irán. Es posible que Trump se resista a una implicación directa de los Estados Unidos, porque tiene dudas sobre cualquier operación que implique un compromiso militar importante. Pero es indudable que proporcionaría inteligencia crítica a los israelíes.
Un ataque masivo contra objetivos iraníes podría desencadenar una guerra regional. Incluso con los miembros del Eje de la Resistencia de Irán marginados, hay otros actores (chiíes iraquíes y aliados houthis) que tienen la capacidad de infligir daños a las fuerzas estadounidenses e israelíes. Podría ser el primer conflicto generalizado de este tipo desde 1973.
Hasta ahora, Irán contuvo su programa nuclear. Su enriquecimiento de uranio no superó el 60% y no fabricó un sistema de lanzamiento de misiles. Este proceso podría durar un año o más. Optó por no avanzar más allá de estos límites, ya que no quiere darle a sus enemigos motivos para un ataque de este tipo.
Esta semana, Axios informó de que un asesor de seguridad nacional de Estados Unidos le presentó un plan al presidente Biden para atacar las instalaciones nucleares de Irán en caso de que diera pasos como los mencionados anteriormente. Esto hace que la opción nuclear sea muy peligrosa para Irán.
Aunque un ataque estadounidense-israelí le causaría graves daños a la infraestructura nuclear iraní, los expertos consideran que no destruiría sus capacidades. La opción nuclear iraní alteraría considerablemente el equilibrio de poder en la región. En lugar de ser Israel la única potencia nuclear, Irán se uniría a este selecto club. El primero dejaría de tener poder e influencia sin restricciones. Al igual que Corea del Norte, Irán poseería una garantía de supervivencia en caso de que sus enemigos lanzaran un ataque total cuyo objetivo fuera la aniquilación o el cambio de régimen.
Durante la Guerra Fría, Estados Unidos y la Unión Soviética mantuvieron una política de destrucción mutua asegurada (MAD, por sus siglas en inglés), que obligaba a cada parte a no utilizar sus armas. Oriente Medio es mucho menos estable. Algunos, como Israel, están gobernados por fanáticos que cometen genocidios y albergan visiones de una guerra apocalíptica contra el Islam. La probabilidad de una guerra nuclear parece considerablemente mayor que durante la Guerra Fría.
Desde el 7 de octubre de 2023 Israel transformó a la región en un lugar considerablemente más peligroso que antes. Y es posible que la nueva administración de Trump no tenga ni la capacidad ni la voluntad para evitar un conflicto de proporciones catastróficas.
Richard Silverstein
Escribe en el blog Tikun Olam, donde se ocupa del Estado de seguridad nacional israelí. Ha colaborado en las colecciones de ensayos A Time to Speak Out: Independent Jewish Voices on Israel, Zionism and Jewish Identity e Israel and Palestine: Alternate Perspectives on Statehood.
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