Por: Mateusz Piskorski
La OTAN es una alianza que existe desde tiempos inmemoriales, que liberó Europa del nazismo y nos protege del aterrador oso ruso. Al menos eso es lo que quieren hacernos creer. Como la verdad histórica es muy diferente, la alianza atlántica trata de reescribirla. Tarea a largo plazo y de oscuras consecuencias.
Alerte: Cuando ya habíamos publicado este artículo en otros idiomas, su autor fue encarcelado, según indica el coordinador de los servicios secretos de Polonia.
Varsovia acogerá la cumbre de jefes de Estado y de gobierno de la OTAN, que realizarán una reunión del Consejo del Atlántico Norte los días 8 y 9 de julio de 2016. Esta 25ª cumbre de la alianza atlántica desarrollaría el acuerdo concluido en 2014 en Newport. Se tratará principalmente de instalar en el este de Europa la Fuerza de Acción Rápida para defender el flanco oriental de la alianza. El ministro polaco de Relaciones Exteriores, Witold Waszczykowski, ya anunció que durante esa cumbre se anunciará la instalación de bases militares permanentes de Estados Unidos y la OTAN en territorio polaco.
Se prevé la presencia de 2 500 participantes y de 1 500 periodistas extranjeros. El estadio nacional, en pleno centro de Varsovia, ha sido puesto al servicio de este acontecimiento. Se han reforzado todas las medidas de seguridad, tanto para enfrentar posibles amenazas terroristas como para evitar las manifestaciones anunciadas por varios partidos que se oponen a la realización de esa cumbre.
Paralelamente a la preparación de ese encuentro, se ha desarrollado una intensa campaña de prensa cuyo principal objetivo es exacerbar el miedo a las acciones y planes supuestamente agresivos de Rusia. La guerra contra la memoria forma parte de esta campaña a largo plazo. Es importante reconocer aquí que la reevaluación de los hechos históricos y la negación del papel de la Unión Soviética en la gran victoria de 1945 tienen cierto basamento histórico en los países bálticos y Rumania. Es por eso que los autores de la «historia» de la OTAN se refieren, lo más a menudo posible, directamente a los movimientos locales que colaboraron con la ocupación nazi, presentando sus acciones como ejemplos de la «lucha por la independencia» contra la Unión Soviética.
Esto se ve de manera muy diferente en Polonia, donde resulta bastante difícil encontrar respaldo para la tesis que afirma que la liberación no salvó al pueblo polaco del genocidio hitleriano. La revisión de la historia moderna se ha coordinado aquí con organismos públicos como el «Instituto Polaco de la Memoria Nacional». Todas estas actividades apuntan a evitar la disonancia cognitiva, de tal manera que la población del este de Europa no pueda ver los monumentos que recuerdan que el Ejército Rojo liberó esa parte del continente de la ocupación nazi. El objetivo es imponer la idea de que es Rusia el eterno enemigo y agresor.
La revisión de la percepción misma de los hechos históricos es parte de esa guerra a largo plazo, constituye un proyecto bastante complejo y es un objetivo imposible de alcanzar en sólo los 2 meses que preceden la celebración de la cumbre de la OTAN. Pero es posible realizar otros esfuerzos en ese sentido.
En el marco de la guerra mediática, los medios de difusión del este de Europa publican constantemente documentos sobre el despliegue de armamento nuclear en la región de Kaliningrado y presentan la existencia de esa región como territorio de la Federación Rusa como si representara una amenaza para la existencia misma de los países vecinos. Un papel similar le otorgan esos medios, en el flanco sur, al territorio conocido como Transnistria. O sea, utilizan a Kaliningrado para atemorizar a los pueblos bálticos y a los polacos y hacen lo mismo con la Transnistria para espantar a los rumanos y, en menor medida, a los búlgaros en la escalada de percepción de la supuesta amenaza rusa.
La guerra mediática se desarrolla de forma sistemática y profesional. Todo comenzó con la necesidad de preparar a la opinión para el despliegue de sistemas [estadounidenses] de «defensa» antimisiles en el este de Europa.
Con el proceso de normalización de las relaciones entre Occidente e Irán, los responsables de las relaciones publicas de la OTAN se han visto finalmente obligados a reconocer que sus sistemas de misiles están destinados exclusivamente a enfrentar la imaginaria «amenaza rusa».
Polonia está tratando de desempeñar un papel de primer plano en la carrera armamentista emprendida en las zonas del norte y del Báltico, del este de Europa. Por su parte, Rumania trata de tomar la iniciativa alrededor del Mar Negro. Pero eso le resulta especialmente difícil en la medida en que Turquía ha estado actuando allí como jefe de la coalición anti-rusa desde hace un semestre. Y se trata de la misma Turquía que ya ha mostrado ciertas ambiciones geopolíticas.
Bucarest está tratando, sin embargo, de utilizar la total ausencia de confianza de Washington hacia Recep Tayyip Erdogan para prestar otros servicios al Pentágono. La iniciativa planteada por el ministro rumano de Defensa, Mihnea Motoc, para crear en el Mar Negro una flota militar con la participación de la OTAN, que estaría representada en esa fuerza naval por Estados que no son aún miembros de esa alianza –Ucrania y Georgia–, forma parte de esa maniobra.
La preparación de la cumbre ha sido cuidadosamente supervisada por el Departamento de Estado estadounidense. El adjunto de John Kerry, Anthony Blinken, visitó cierto número de países del este de Europa y las conversaciones que sostuvo con sus colegas de esos países giraban alrededor de un solo punto: los antiguos miembros del bloque del este deberían apoyar sin reservas la posición de Washington durante la cumbre, en particular en lo tocante al dispositivo que la OTAN está construyendo en su flanco oriental y su financiamiento por los presupuestos nacionales.
Blinken afirmó que Rusia tiene intenciones de provocar a las fuerzas de la OTAN antes de la cumbre. Como prueba de su afirmación mencionó las patrullas de la fuerza aérea rusa sobre el Mar Báltico. Pero evitó mencionar que lo que dio lugar al patrullaje ruso es la presencia allí de navíos de guerra estadounidenses que probablemente violan el Tratado INF [1]. Según los estadounidenses, es mejor no mencionar ese punto en el marco de la guerra mediática.
Blinken ha arreglado las cosas de manera tal que el presidente de Estados Unidos se sienta a gusto en la capital polaca. Para crear el mejor ambiente posible para la cumbre, Varsovia ha prohibido la realización de cualquier tipo de manifestación durante ese encuentro, agitando para ello –claro está– el argumento antiterrorista.
Todo eso se ha hecho para garantizar la comodidad del amo de la nueva Europa proestadounidense. Pero los gastos oficiales del ministerio polaco de Defensa vinculados a la organización de esa cumbre se elevarán a 40 millones de dólares, información que podría convertirse en fuente de malestar y llevar al pueblo polaco a acrecentar la tensión durante la cumbre.
[1] «Escalada nuclear en Europa», por Manlio Dinucci, Il Manifesto (Italia) ,Red Voltaire, 20 de abril de 2016.
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