Por: Marc de Miramón.
“Creo que la percepción de las muertes civiles constituye uno de los enemigos más peligrosos a los que hacemos frente”, declaraba en 2009 el general estadounidense Stanley Mc Crystal en su discurso inaugural como comandante de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad en Afganistán (ISAF, por sus siglas en inglés). El recién publicado informe de la Asociación Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear (IP-PNW), premiada con el Nobel de la paz en 1985, pone de relieve esta frase que ilustra la importancia y el impacto potencial del trabajo llevado a cabo por este equipo de científicos que trata de poner de manifiesto la cantidad de víctimas civiles de la “guerra contra el terrorismo” en Iraq, Afganistán y Pakistán.
Los hechos son obstinados
El ex coordinador humanitario de las Naciones Unidas en Iraq Hans von Sponeck escribió como introducción a este trabajo globalmente ignorado por los medios francófonos: “Las fuerzas multinacionales dirigidas por EEUU en Iraq, por el ISAF en Afganistán […] han registrado metódicamente la cantidad de sus propias pérdidas […]. (En cambio) Se han ignorado oficialmente las relativas a los combatientes enemigos y a los civiles. Por supuesto, no es una sorpresa. Se trata de una omisión deliberada”. Contabilizar esos muertos “destruiría los argumentos según los cuales la liberación por medio de una fuerza militar de una dictadura en Iraq, el hecho de perseguir a Al-Qaeda en Afganistán o de eliminar los reductos terroristas en las zonas tribales de Pakistán han logrado que el terrorismo no llegue al territorio estadounidense, mejorar la seguridad global y ha permitido avanzar a los derechos humanos; todo ello tiene sus costos “defendibles”.
Sin embargo, “los hechos son obstinados”, prosigue. “Los gobiernos y las sociedades civiles saben que todas estas afirmaciones son absurdamente falsas. Se han ganado los combates militares en Iraq y en Afganistán pero con enormes costos para la seguridad humana y la confianza entre las naciones”. Por supuesto, la responsabilidad de las muertes de civiles incumbe también a los “escuadrones de la muerte” y al “sectarismo” que se incubaba en la actual guerra chií-sunní, destaca el ex secretario de Defensa Ronald Rumsfeld en sus memorias (Known and Unknown,Penguin Books, 2011).
Pero como recuerda el doctor Robert Gould (del Centro Médico de la Universidad de California), uno de los autores del informe, “la voluntad de los gobiernos de esconder el cuadro completo de las operaciones militares y de las guerras no es nada nuevo. En el caso de EEUU es emblemática la historia de la guerra de Vietnam. La mayoría del pueblo estadounidense aún no ha reconocido el enorme costo para el conjunto del sureste asiático (incluyendo los muertos que se calculan por lo menos en dos millones de vietnamitas no combatientes) y el impacto a largo plazo para la salud y para el ambiente a causa de los herbicidas como el agente naranja”. Y Robert Gould establece otro paralelismo entre el salvajismo de los Jemeres Rojos, que emergerán de una Camboya devastada por los bombardeos, y la reciente desestabilización “post bélica” de Iraq y de sus vecinos, que ha hecho posible el aumento del poder del grupo terrorista llamado “Estado Islámico”.
Un total que se calcula en tres millones
Muy lejos de las cifras hasta ahora admitidas, como los 110.000 muertos anticipados por uno de los referentes en la materia, el Irak Body Count (IBC), que incluye en su base de datos la cantidad de muertes civiles confirmados al menos por dos fuentes periodísticas, el informe confirma la tendencia establecida por la revista médicaLancetque había calculado en 655.000 los muertos iraquíes entre el 2003 y el 2006. Desde que George W. Bush desencadenó la guerra el estudio del IPPN concluye en la cifra vertiginosa de por lo menos un millón de muertos civiles en Iraq, 220.000 en Afganistán y 80.000 en Pakistán. Si en lo que se refiere a la vieja Mesopotamia agregamos el saldo de la primera Guerra del Golfo (200.000 muertos) y el del cruel embargo de los EEUU (entre 500.000 y 1,7 millones de muertos), son casi 3 millones de muertos los que son directamente imputables a las políticas occidentales, siempre en nombre de los derechos humanos y de la democracia.
Como conclusión del informe los autores citan al Relator Especial de las Naciones Unidas entre el 2004 y el 2010 en lo referente a las ejecuciones extrajudiciales, sumarias o arbitrarias: según Philip Alston, que hablaba en octubre de 2009, era casi imposible investigar la verdad de los ataques con drones (véase más abajo) a causa de la ausencia total de transparencia y de la negativa de las autoridades estadounidenses a cooperar. Y tras haber insistido en el carácter ilegal de estos asesinatos dirigidos según al derecho internacional agregaba que “la postura de EEUU era insostenible”. Tres semanas después Barack Obama recibía el premio Nobel de la Paz…
Y mientras tanto en Iraq, Afganistán, Pakistán…
El pasado 20 de abril “la coalición antiyihadista” dirigida por EEUU informaba en un comunicado haber realizado 36 ataques aéreos en 24 horas contra las posiciones del grupo “Estado Islámico”, trece de ellos en la provincia Al-Anbar, al oeste de Bagdad. ¿Cuántos “daños colaterales” civiles se habrán producido en esta región, una de la más castigadas por la violencia desde la invasión de Iraq en el 2003? Los comunicados militares callan sistemáticamente sobre este tema, aunque desde agosto de 2014 y la toma de Mosul por el “Estado Islámico” se realizaron más de 3200 “ataques” aéreos, según el nuevo lenguaje. El 18 de abril se produjo un atentado suicida (una “técnica” de combate desconocida en Afganistán antes del 11 de setiembre de 2001) que dejaba 33 muertos cerca de la frontera pakistaní. A fines de marzo fuentes de las fuerzas de seguridad pakistaníes anunciaban la muerte durante un ataque de un drone estadounidense de 13 yihadistas vinculados a los talibán.
Aun permanecen estacionados en Afganistán casi 10.000 soldados estadounidenses.
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