Por: Pamela Aguirre
Los bloqueos, cortes de vías y las enormes manifestaciones en pleno centro de París confluyen en el rechazo a un Gobierno de y para las élites.
Francia y revolución son palabras hermanas. En 1789, el imaginario democrático irrumpió en la historia moderna de la mano de la Revolución Francesa. En 1968, el mayo francés desbordó desobediencia frente al status quo. ¿Cómo entender las protestas populares que acontecen actualmente en Francia a la luz de estos legados?
Desde noviembre pasado, los llamados “chalecos amarillos” se han tomado las calles de Francia para protestar contra el alza en los precios de los combustibles, contra la baja del poder adquisitivo y para exigir mejores servicios públicos en áreas periféricas. Lo que comenzó como la demanda de un sector de transportistas de la región parisina se ha desbordado rápidamente, convirtiéndose en un movimiento popular de gran alcance, sin líderes visibles y sumamente heterogéneo, tanto por sus reclamos como por quienes se identifican con él. Si bien la violencia de las manifestaciones ha continuado escalando, la reacción del gobierno es lo que ha desatado indignación a nivel mundial. Lanza aguas y bombas lacrimógenas son la vía que Macron ha elegido para comunicarse con el levantamiento popular.
Tuvieron que acumularse semanas de protesta y cientos de heridos para que el gobierno anuncie que pospondrá, durante seis meses, el alza del impuesto a los combustibles. Una solución parche que difícilmente oculta las condiciones de precariedad social que han ido colocándose en el ojo del huracán.
Los bloqueos, cortes de vías y las enormes manifestaciones en pleno centro de París confluyen en el rechazo a un gobierno de y para las élites. Recientemente, en un debate televisado, una diputada macronista reconocía que no sabía cuál es el monto del salario mínimo y provocaba el rechazo de sus interlocutores y portadores del chaleco popular. Reconociendo los abismos del tiempo y los contextos, no puedes pedir al pueblo que “coma pastel en lugar de pan” si no conoces su salario mínimo y los impactos del ajuste neoliberal planteado en su día a día. La indolencia del régimen puede desatar revoluciones.
El rechazo popular al gobierno persiste y sobre él se ciernen varias disputas ideológicas. Esta semana se sumaron varios estudiantes a las movilizaciones. Quienes sostenemos las banderas del mayor francés no podemos dejar que la retórica del odio sea la que se imponga. Los insumisos, aquellos que rechazamos el status quo neoliberal, debemos combatir para separar los elementos reaccionarios de las experiencias progresistas que se tejen en el actual descontento popular.
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