Por: Manlio Dinucci
Geógrafo y politólogo. Últimas obras publicadas:Geocommunity Ed. Zanichelli 2013 ; Geografia del ventunesimo secolo, Zanichelli 2010 ;Escalation. Anatomia della guerra infinita, Ed. DeriveApprodi 2005.
Más que a la lucha contra el apartheid, Nelson Mandela dedicó su vida a la reconciliación nacional. El homenaje que, en ocasión de su deceso, acaban de rendirle los mismos Estados que lucharon contra él en vida fue por lo tanto una nueva victoria para este líder. Pero los intentos de esos Estados por reescribir la historia negando lo que realmente sucedió en tiempos del apartheid no puede menos que sembrar la duda sobre la sinceridad de sus expresiones de duelo.
En primera fila del homenaje organizado por el deceso de Nelson Mandela, símbolo de la lucha contra el apartheid, pudimos ver al presidente y a los dos ex presidentes de Estados Unidos así como al primer ministro de Gran Bretaña, o sea a los representantes de los Estados que más apoyaron al régimen del apartheid, sobre todo durante la presidencia de Ronald Reagan –que consideraba terrorista a la organización antiapartheid de Mandela– y bajo el gobierno de Margareth Thatcher.
David Cameron –quien, como primer ministro británico, expresa hoy una «extraordinaria tristeza por la desaparición del héroe de la lucha contra el apartheid»– viajó a Sudáfrica en 1989, cuando Mandela se hallaba aún en la cárcel y siendo el propio Cameron un líder en pleno ascenso entre los conservadores británicos. Y aquel viaje de David Cameron a Sudáfrica fue organizado y financiado nada más y nada menos que por la Strategy Network International, un poderoso grupo de presión y cabildeo que se oponía a las sanciones contra el régimen del apartheid.
El demócrata Bill Clinton, a quien vimos en Sudáfrica deplorando la muerte de «un verdadero amigo» trató por todos los medios –cuando era presidente de Estados Unidos– de impedir que Mandela –quien ya en 1994 había sido electo presidente de Sudáfrica– viajara en 1997 a Libia –entonces sometida a un embargo– y también trató de impedir que Mandela invitara a Kadhafi a viajar a Sudáfrica en 1999. Mandela respondió entonces:
«Ningún país puede pretender ser el policía del mundo y ningún Estado puede imponer a otro lo que tiene que hacer. Los que ayer fueron amigos de nuestros enemigos tienen hoy el descaro de decirme que no visite a mi hermano Kadhafi. [Quieren] obligarnos a dar la espalda a la Libia que nos ayudó a obtener la democracia.»
El republicano George W. Bush, a quien también vimos en Sudáfrica en ocasión del homenaje final a Mandela, «gran combatiente por la libertad», fue –como presidente de Estados Unidos– el artífice de la creación del AfriCom, instrumento militar y político de una nueva colonización del África.
El presidente demócrata Barack Obama, quien repitiera durante el homenaje que «no puedo imaginarme mi vida sin el ejemplo de Mandela», es el mismo que destruyó mediante la guerra la Libia que había ayudado a Mandela en los momentos más difíciles, es el mismo Obama que hoy está potenciando el AfriCom para incluir la mayor cantidad posible de países en la órbita de Washington, apoyándose para ello en las élites militares africanas, a las que el Pentágono recluta ofreciéndoles entrenamiento, armas y dólares.
En el funeral de Mandela también vimos a Hillary Clinton, quien como secretaria de Estado y aspirante a la presidencia estuvo particularmente activa en la «promoción del crecimiento económico» de África. Al igual que David Cameron, que Angela Merkel y otros más, Hillary Clinton visitó varios países africanos –como Sudáfrica– acompañada por los ejecutivos de las más grandes transnacionales. Y son esas mismas transnacionales las que acaparan la mitad del petróleo de Nigeria –por un valor de más de 30 000 millones de dólares anuales– dejando a más de la mitad de la población de ese país africano por debajo del umbral de pobreza. También son esas transnacionales las que acaparan tierras fértiles en África, expulsando de ellas a sus pobladores, lo cual se traduce en un aumento de la pobreza y el hambre.
El presidente francés Francois Hollande ordenó poner las banderas a media asta en señal de duelo y antes de irse a Sudáfrica elogió a Mandela en la reunión que sostuvo en París con 40 líderes africanos. Allí anunció que, además de enviar nuevamente tropas a África, Francia entrenará 20 000 soldados africanos al año. Y resurgen así las antiguas tropas coloniales.
Esos «africanos y otros grandes líderes» de Occidente fueron vistos en los funerales de Mandela, exhibiendo vía satélite y para todo el planeta su dolor por la desaparición del hombre que dedicó su vida a la lucha contra el colonialismo y contra el apartheid, cuando ellos en realidad tratan de imponer a África un nuevo colonialismo y un nuevo gran apartheid.
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