Por: Lola R.
Parece que hoy no hay grupo político o institución que no se sume al reproche más o menos exagerado contra el Gobierno de Venezuela, pero habiendo una realidad ostensiblemente más dantesca al norte de ese país caribeño, es como si nada ocurriera en el patio trasero del imperio. Como si no existiera. El exquisito presidente Enrique Peña Nieto puede dormir tranquilo y disfrutar de pomposos recibimientos y cenas de gala, porque a la comunidad internacional no parece importarle en absoluto el auténtico drama que se está viviendo en alguna de las regiones del país azteca. No hay manifiestos, ni declaraciones, ni injerencias ni constantes portadas en la prensa occidental… pero sí hay más de mil narcofosas documentadas, y que serían muchas más si se contase con los medios suficientes para localizar todas las que sabe que faltan y las que se siguen creando.
El Programa de Derechos Humanos de la Universidad Iberoamericana (UIA) revela a través de su informe “Violencia y terror” que, entre 2007 y 2016, han sido halladas cerca de 1075 fosas clandestinas a lo largo del territorio nacional, de las que, según datos de las fiscalías de 19 entidades, han sido exhumados 2014 cuerpos.
El citado informe detalla que los Estados donde mayor número de narcofosas se han encontrado son los de Guerrero, Jalisco, Chihuahua, Coahuila y Tamaulipas y, según palabras de Denise González Núñez, coordinadora del citado Programa, seis municipios del país concentraron el 53% del total de los cuerpos de personas exhumadas en el país de 2009 a 2014, entre los que destacan Durango, con 299, seguido por San Fernando, en Tulipas, (173); Acapulco (83); Guerrero, La Barca y Jalisco (71); Juárez y Nuevo León (65); y Taxco, también en Guerrero, (58).
David Fernández Dávalos, rector de la Universidad, aseguró que una de las razones por las que se encuentran fosas clandestinas es porque el gobierno mexicano no quiere reconocer la grave crisis de derechos humanos que asolan al país.
Fernández comparó la situación actual en la que vive México como “lo que se registró en Camboya durante la guerra civil (en los años setenta) y la guerra de la ex Yugoslavia con las fosas de Srebrenica”.
La corrupción y la resistencia del gobierno y de las fiscalías para ofrecer cifras ciertas sobre desapariciones de personas y el hallazgo de fosas clandestinas, no ayudan en nada a solucionar un problema tan grave que ha convertido a México en un cementerio clandestino de enormes dimensiones.
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