Si usted hojeó las noticias del lunes 26 de febrero, sus cejas pueden haber sentido un ligero arqueo al encontrarse con declaraciones del presidente francés Emmanuel Macron afirmando que el despliegue de tropas occidentales en Ucrania «ya no podría descartarse» como respuesta a la invasión en curso de Rusia. Es el tipo de bravuconada que se convirtió en un sello distintivo de la diplomacia de Macron en los últimos años: audacia barata que compensa la ausencia de estrategia real y de opciones políticas.

La declaración se produjo al término de una reunión de jefes de gobierno europeos en la capital francesa. Con las fuerzas rusas nuevamente la ofensiva, justo cuando el compromiso de Washington con la guerra parece cada vez más tenue, los partidarios europeos de Ucrania se esfuerzan por encontrar formas de apuntalar el apoyo a Kiev.

La Unión Europea aprobó una nueva ronda de ayuda financiera al Estado ucraniano el 1 de febrero, pero un paquete militar más amplio de Estados Unidos —que forma parte de un proyecto de ley general de ayuda exterior para Ucrania, Israel y Taiwán— está actualmente estancado en el Congreso. El bloque europeo de veintisiete Estados se enfrenta a la fragilidad de su expandida industria de defensa y al agotamiento de los arsenales militares de los Estados miembros tras dos años de guerra, mientras se enfrenta a la perspectiva a largo plazo de convertirse en el único patrocinador comprometido de Ucrania.

Como era de esperar, pocos gobiernos europeos apoyaron a Macron. Alemania respondió que bajo ninguna circunstancia enviaría soldados a Ucrania, una postura reiterada por otros estados de la UE, desde Italia y España hasta Polonia y la República Checa. El canciller alemán Olaf Scholz sostuvo que «no habrá tropas terrestres, ni soldados en Ucrania enviados allí por países europeos o Estados de la OTAN».  En una pulla implícita al presidente francés, el vicecanciller de Scholz, Robert Habeck, dijo: «Me alegro de que Francia se plantee cómo apoyar con más fuerza a Ucrania, pero si puedo hacer una sugerencia, que envíe más armas».

Francia, objeto de crecientes fricciones entre las dos principales potencias del bloque, quedó a la zaga de Alemania en la cantidad de apoyo militar y financiero enviado a Kiev.Alemania y Francia tienen los dos presupuestos de defensa más elevados y comparables entre las naciones de la UE. Pero según el estudio del Instituto Kiel para la Economía Mundial, Francia está muy por detrás de la mayoría de los miembros europeos en cuanto a transferencias bilaterales de armas y ayuda financiera a Ucrania, con menos de 2.000 millones de euros.

Los funcionarios franceses, sin embargo, criticaron duramente ese informe, diciendo que el Estado francés no reveló la cantidad total de ayuda que se proporcionó y que, al contrario que otros Estados de la UE, la ayuda francesa fue realmente entregada.

Washington también se apresuró a descartar la sugerencia de Macron. «No vamos a enviar tropas a Ucrania. El presidente [estadounidense] fue muy claro», declaró el portavoz del Departamento de Estado Matthew Miller.

Funcionarios del Ministerio de Asuntos Exteriores francés también trataron de retractarse de la declaración de Macron, sugiriendo que el presidente se refería a funciones no combatientes como la limpieza de minas, la seguridad interna y la logística. Pero no es la primera vez que eñl presidente francés avergüenza a su propio cuerpo diplomático con declaraciones descaradas hechas aparentemente sin consultar a los responsables formales de Asuntos Exteriores. A finales de octubre, por ejemplo, tuvieron que retractarse de las sugerencias de Macron durante una visita a Israel de que la coalición internacional creada para luchar contra el ISIS en Siria e Irak debería ser reformulada como una alianza contra Hamás.

La frustración con Macron se extendió a los diplomáticos extranjeros destinados en París, que se quejaron del funcionamiento errático del presidente francés y de una comunicación de política exterior excesivamente centralizada por la célula diplomática del palacio presidencial. Como dijo un embajador de una nación del G20 a Politico en 2020, los diplomáticos extranjeros en París están «100% cansados del Elíseo [la oficina del presidente] y su grosería, lo que no hará mejorar la imagen de Macron en las capitales europeas».

Capacidades al límite

Pero hay más que lo aparente en las gesticulaciones de Macron, no sólo en cuanto a la escalada que pretenden del conflicto con Rusia. El portavoz del Kremlin Dmitry Peskov replicó que el despliegue de tropas occidentales implicaría la «inevitabilidad» de una guerra directa entre las potencias de la OTAN y Rusia, lo que, por supuesto, es un hecho. «Nosotros también tenemos armas que pueden alcanzar objetivos en su territorio», dijo el Presidente Vladimir Putin en su discurso sobre el estado de la nación del 29 de febrero. «Esto amenaza realmente con un conflicto con armas nucleares y, por tanto, con la destrucción de la civilización», añadió.

Más bien, la declaración de Macron es sintomática de la inconsetancia de la UE en lo referente a su propia política internacional, ya que los objetivos del bloque —la victoria total sobre Moscú— chocan con la realidad de sus capacidades demasiado extendidas. Con un apoyo estadounidense a la seguridad europea cada vez más en entredicho en Washington, la UE está contando las heridas de su dependencia durante décadas de la alianza de la OTAN y del paraguas de seguridad del Pentágono. Tras haber convertido con razón a la supervivencia ucraniana frente a la invasión rusa en una cuestión de interés colectivo europeo, el bloque se enfrenta sin embargo a los límites de su propio poder y a su parálisis para combinar recursos y planificación.

La invasión en toda regla de Ucrania por parte de Rusia pusode manifiesto la sobrecarga de los ejércitos europeos, que ya están agotando sus existencias de material y munición en la carrera por apoyar la autodefensa ucraniana. Aunque el bloque se mostró dispuesto a prestar ayuda financiera a Ucrania, tiene dificultades para aumentar el ritmo de las transferencias militares. Esto socava la elevada retórica sobre Europa actuando como una fuerza geopolítica autónoma —desde hace tiempo la ambición declarada de Macron— que podría proporcionar su propia seguridad y actuar independientemente de los Estados Unidos en la política mundial.

Reforzar la propia base industrial militar de la UE es el núcleo de una supuesta «autonomía» europea. Pero las cifras recientes de producción militar, y el propio lugar de la UE en la acelerada carrera armamentística mundial, muestran que el bloque va a la zaga de sus propios objetivos. En 2023, según el último informe de Balance Militar del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, el gasto militar en la Unión Europea aumentará un 4,5%, alcanzando una media del 1,6% del PIB en todo el bloque.

Esta cifra está por detrás de la aceleración del gasto observada en otras partes del mundo y sigue estando muy por debajo del umbral del 2% del PIB por debajo del cual Donald Trump se jactó de que alentaría una invasión rusa de un Estado miembro de la OTAN. Según The Guardian, se espera que la producción anual de proyectiles de artillería de la propia Rusia se dispare a entre 2,5 y 5 millones de proyectiles. Por el contrario, los planificadores europeos estiman ahora que sólo podrán proporcionar alrededor de la mitad del millón de proyectiles prometido a Ucrania para marzo de 2024.

Estas cifras provocan vértigo. Pero dejando a un lado las poses de Macron, apuntan al hecho más revelador que surgió de la reunión de esta semana: la aceptación por parte de Francia de un plan checo de compra colectiva de munición de artillería para Ucrania, procedente de reservas o proveedores no europeos. Esto supone un retroceso con respecto a la política francesa anterior, que durante mucho tiempo trató de fomentar la adquisición conjunta exclusiva de material militar a empresas europeas. Puede que a Macron le guste hacer ruido de sables, pero eso no sustituye a una hoja de ruta creíble para sacar a Europa de la OTAN o para cumplir los compromisos reales de apoyo a Ucrania.