Por: Yassin al Haj Saleh
No había pasado ni un mes de mi salida de la cárcel a finales de 1996 cuando comencé la traducción del libro Powers and Prospects de Noam Chomsky, el conocido lingüista, activista y crítico político estadounidense. Conseguir libros extranjeros no era fácil para gente como yo en su momento; sin embargo, los padres de un compañero mío que aún estaba en prisión me visitaron pocos días después de mi salida. Pensaron que podía estar interesado en traducir un libro que quizá habían planeado enviar a su hijo, mi compañero, antes de que nos exiliaran a ambos a la terrible prisión de Tadmor a principios de 1996. El compañero Al-Harith al-Nabhan había traducido dos libros de Chomsky mientras estábamos en la prisión de Adra, aunque se publicaron con el nombre de su hermana.
En lo que respecta a nosotros, los presos comunistas, cuyo pilar de identidad intelectual y político se había desplomado mientras estábamos aún en la cárcel, las obras de Chomsky nos transmitían que la lucha por la liberación y la igualdad en el mundo seguía siendo posible, y que quizá la disolución de la Unión Soviética y su bloque nos había quitado un peso en esta lucha. En ello había algo que podía servir para salvar nuestros significados y apuntalar nuestra tropezosa lucha política. Aunque no mucho, pues los escritos de Chomsky se centran casi por completo en EEUU y apenas cubren parcialmente las necesidades de los luchadores pos-comunistas en busca de tierra firme.
Aproximadamente un año y medio después, terminé la traducción en colaboración con otro compañero de cárcel, Safwan Akkash, que estuvo más de 15 años en las cárceles de Hafez al-Asad, de un libro sobre Chomsky: A life of Dissent de Robert F. Barsky. Intentábamos asegurarnos un sueldo mediante la traducción por una parte y por otra, retomar nuestro rol público con los medios disponibles. En la introducción que escribimos, intentamos ligar nuestra desconocida lucha sobre la que hablamos en términos generales, a la lucha de Chomsky en los años sesenta del siglo XX en el seno del movimiento por los derechos civiles en EEUU. En ese momento, el hombre fue detenido durante uno o dos días, y nosotros, ex presos, solo podíamos decir que la persecución que Chomsky había sufrido había sido un mero juego de niños en comparación con lo que sufren los luchadores y la gente común en países como el nuestro.
Nuestra intención no era en absoluto restarle valor a uno de los pensadores más conocidos del mundo. Simplemente queríamos dejar constancia de la diferencia, y quizá buscábamos reconocimiento. Salimos de la cárcel no solo para encontrarnos una realidad en la que el régimen que nos había encerrado durante largos años dominaba, sino también para darnos de bruces con la pérdida de confianza mundial y global en las ideas del socialismo y el comunismo que era nuestro identificador en el momento de ser detenidos.
Estábamos de veras agotados, sin confianza en nosotros mismos. Buscábamos la fuerza en lo que nos parecía un eslabón de la lucha, que no era en absoluto independiente de la nuestra. Sin embargo, no era así, y conllevaba en cierto modo una aspiración mundial como la que se había derrumbado hacía nada.
El problema es que la obra de Chomsky es apenas reconoce la diferencia y su visión mundial se centra desmesuradamente en EEUU. Sus obras se baten en continua lucha contra las políticas estadounidenses en el mundo, y ven los tentáculos estadounidenses en casi todo. El hombre se opone al papel de EEUU en el mundo desde la perspectiva de que EEUU es una fuerza imperialista dominante sin parangón en el mundo de hoy, y desde la perspectiva de que EEUU es su país. Por eso, piensa ─acertadamente en mi opinión─ en que el deber del intelectual es criticar las políticas de su país en primer lugar, y no, por ejemplo, criticar las políticas del enemigo oficial, como la Unión Soviética en los años de la Guerra Fría.
Es una buena postura, aunque estemos en un mundo interconectado hoy, invitados a asumir una responsabilidad mundial que no se reduce a cuestionar y pedir explicaciones a las élites del poder en nuestros países. Y ello se aplica antes que nadie a los intelectuales estadounidenses y occidentales, dados sus privilegios a la hora de moverse, su gran preparación profesional, su relativa inmunidad y su capacidad de llegar a diversas fuentes de información de forma más sencilla. Sin embargo, Chomsky no se opone al papel de EEUU en el mundo solo porque EEUU es su país, sino porque lo considera la fuerza imperialista con mayor influencia en el devenir del Universo. Eso es lógico, pero su forma de pensar se inclina hacia la negación de la amplia independencia de las luchas sociales y políticas en otros países del mundo, casi doscientos.
La realidad es que no piensa en ese punto. No dice que todas las luchas son una misma contra el imperialismo; sin embargo, su obra parece llegar a una conclusión como esta, más que a certificar la independencia de las diferentes luchas en diferentes países.
En nuestra región de mundo, Oriente Medio por ejemplo, hay actores políticos locales que son la primera fuente de mal, de discriminación, de despotismo, de masacres y del empeoramiento de la vida. Algunos de ellos se apoyan de facto en el apoyo que les brindan las sucesivas administraciones estadounidenses, y muchos otros prefieren cargar los problemas que sufre su país a los estadounidenses; sin embargo, su margen de independencia es amplio en ambos casos. La situación de los palestinos no se comprende sin el firme apoyo que reciben las élites políticas y militares israelíes, pero no se puede negar la responsabilidad de dichas élites en los crímenes que cometen contra los palestinos. Los asadianos en Siria prefieren ligar sus problemas generales a Israel y EEUU, de forma que ellos no carguen con ninguna responsabilidad.
Mientras, no dejan de relacionar sus logros imaginarios consigo mismos en el ámbito de la lucha con esas fuerzas enemigas conspiradoras. En el mundo árabe se dan situaciones extremadamente negativas, en lo político y en lo humano, que no se comprenden de veras si no se tiene en cuenta el papel que juegan las potencias de dominio mundial, especialmente EEUU, a lo largo de tres generaciones. Sin embargo, no es correcto que toda la situación se deba al papel que han jugado. No se puede tampoco inferir la independencia de las luchas en todo caso partiendo de la ideología proclamada por sus élites. En la buena relación de Israel con EEUU no hay nada que niegue la independencia de las instituciones israelíes en sus crímenes. La turbulenta relación entre los asadianos y EEUU tampoco es en lo que se puede uno apoyar para hablar de la independencia de nuestra lucha. La independencia nace de la estructura actual del mundo.
Existe una pluralidad de luchas y unas son independientes de otras. No existe además un modelo de determinismo mundial que determine su dependencia de una única lucha central. Se trata de una lucha contra el imperialismo estadounidense, aunque no digamos que el concepto heredado de imperialismo, que lo imagina como una perla escondida en algún lugar de EEUU, tal vez la Casa Blanca, tiene una utilidad limitada. Y hoy nos encontramos ante un sistema de relaciones internacionales que niega el derecho de los habitantes a decidir su destino, un destino que las élites locales reproducen según su interés. La relación de la élite asadiana con el común de los sirios, por ejemplo, es más parecida a la relación de Israel con los palestinos, a quienes niega la propiedad de sus tierras y la decisión de su destino. Igual que la relación colonial entre los colonos y los colonizados. Podemos diferenciar entre imperialismos centrales e imperialismos periféricos, pero no entre imperialismos e imperialismos. Lo mejor, en mi opinión, es trabajar para cambiar el paradigma en su conjunto.
La cuestión no se reduce a que Chomsky no nos sirva para eso, sino que parece que ese antiimperialismo desarrolla las luchas imperialistas que le conciernen, cuando tiende a ver todas las luchas del mundo desde la perspectiva de una única gran lucha que lo pone a él mismo y sus semejantes contra el establishment. Ese modelo de “expansión imperialista” nos deja a los realistas bajo el dominio de las mafias locales asesinas invisibles y cuya voz no se escucha.
Y parece que la postura de Chomsky en relación a la revolución siria nace de su antigua perspectiva imperialista, que niega la autenticidad y la independencia a nuestra lucha. El pensamiento del hombre se ha mantenido centrado en la alta política y los grandes actores, al acecho del papel estadounidense, con una tendencia clara a fijarse en los estadounidenses que desean la caída del régimen asadiano y no al revés. Ello oscila entre una simplificación que nace del envejecimiento de la perspectiva, y el craso error. Chomsky coincide con la izquierda mundial y la derecha y el centro en la demonización de los yihadistas, uniéndose con ello a un consenso asfixiante que no precisa de otra cosa que personas como él, y que tiende a considerar a los revolucionarios sirios en general como yihadistas. En cuanto al régimen asadiano, lo ve como el rival de ese mal absoluto, y reprocha a los estadounidenses que no se oponen lo suficiente a los yihadistas. Si lo hicieran, no estarían en contra del régimen asadiano que los combate en su opinión (y contra los iraníes). Esto trasluce los problemas del centralismo de Chomsky de forma temprana. Desde su posición estadounidense, no ve cómo la fuerza principal del mal sin parangón en Siria es el Estado asadiano y que el cambio positivo en Siria es imposible sin cerrar ese capítulo. Es cierto que el hombre ha calificado a Bashar de bestia, pero lo dijo para luego centrarse en otra cosa que para él es lo importante. Error. Lo importante y lo más importante es que Bashar al-Asad (como nombre de un régimen, su élite y una relación política) es una bestia y un asesino. El resto de cosas, incluidos Daesh y Al-Qaeda son secundarias. El mundo entero estará con nosotros contra los yihadistas si nos deshacemos del asesino principal que gobierna el país y lo posee desde hace cerca de medio siglo.
Durante seis años y medio desde el inicio de la revolución, ha quedado claro que Chomsky no sabe nada de valor en relación a Siria, ni de su sociedad, ni de su vida política, ni de su historia, y se basa en fuentes en absoluto merecedoras de respeto, como Patrick Corbin y Theodor Postol (que niega la responsabilidad del régimen en la matanza química de Jan Sheijún), y que está lejos de la consistencia ética y política en relación a la cuestión siria, como ha quedado claro en los intercambios de correspondencia que ha mantenido con él y publicado Sam Chales Hamad recientemente. Esto no es una deficiencia personal, sino que está ligada con la visión del conocido pensador estadounidense. Desde esa perspectiva imperialista, ni somos vistos ni prácticamente existimos.
Chomsky fue un pilar para nosotros a la salida de la cárcel tras una primera vuelta de lucha social y política en nuestro país, aunque no parece que él supiera nada de nosotros en ningún momento. Hoy no puede decir nada claro ni útil de la segunda vuelta de la lucha, mucho más grande que la anterior, y que es lo más importante que sucede hoy en el mundo. Sin embargo, nosotros sabemos hoy que nuestro pilar es esta ingente lucha en sí misma, y que la independencia de nuestra lucha de los grandes planes imperialistas de crear imperialismos inversos es el pilar más firme para nuestra aspiración de liberar nuestro país asolado y hacerlo independiente. No hay otro pilar.
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