Tras la sorpresiva y extraña dimisión del primen ministro libanés cuando se encontraba en Arabia Saudí, este país y sus aliados en la zona han pedido a sus ciudadanos que abandonen el Líbano lo antes posible.
Arabia Saudí, seguida por sus aliados de Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Kuwait, urgía ayer a sus ciudadanos residentes en Líbano a abandonar el país lo antes posible, y recomendaba no viajar a él. La declaración se produce después de una semana en la que Arabia Saudí ha acrecentado la tensión con Irán, su enemigo chií en la zona, con el que se enfrenta por el control de Oriente Medio. Una vez más, los libaneses podrían ser las víctimas de esta confrontación.
El ministro de Asuntos Exteriores saudí, Adel bin Ahmed Al-Jubeir, ha declarado que su Gobierno considerará a Líbano país hostil mientras la milicia Hezbolá, aliada de Irán, forme parte del Ejecutivo libanés. De hecho, calificó la participación de Hezbolá como “acto de guerra” contra Arabia Saudí.
El sábado pasado, el primer ministro libanés, Saad al-Hariri, cercano a Arabia Saudí, anunciaba por sorpresa la dimisión de su cargo cuando se encontraba en este país de viaje –el segundo en cinco días–, y atribuía su dimisión a una conspiración para acabar con su vida, además de declarar que Irán estaba provocando “desorden y destrucción”, y que Hezbolá, “el brazo de Irán”, ha impuesto “hechos consumados en el Líbano a través del poder de sus armas” y “ha construido un Estado dentro del Estado”.
Sin embargo, otras fuentes afirman que Hariri habría sido forzado a dimitir por Arabia Saudí con la intención de provocar el conflicto, y en Líbano crecen las sospechas de que pueda encontrarse realmente retenido en el país. El líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, ha afirmado que “la dimisión es una decisión saudí” y que Hariri fue “forzado” a dimitir. Mientras tanto, el presidente, Michel Aoun, ha instado a Hariri a regresar a Líbano y a exponer allí los motivos de su dimisión, que aún no ha aceptado.
También generan sospechas los encuentros que en Arabia Saudí ha mantenido Hariri en los días posteriores a su dimisión. Según su propia Oficina, el primer ministro dimisionario se habría encontrado con diplomáticos de Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y la Unión Europea.
LUCHAS DE PODER
La dimisión y la escalada de tensión coinciden con la “purga anticorrupción” que ha lanzado en Arabia Saudí el príncipe heredero, Mohammed bin Salman. El príncipe ha lanzado una Comisión Anticorrupción dirigida por él mismo que ha llevado a la detención en los últimos días de más de 200 personas: 11 príncipes, cuatro ministros, decenas de exministros y 38 oficiales y hombres de negocios, y se esperan nuevas detenciones en los próximos días. Sin embargo, las detenciones parecen tener menos que ver con una voluntad de combatir la corrupción y más con una lucha de poder interna. Algunos altos cargos libaneses sitúan también a Hariri como uno de los retenidos en el marco de esta “purga”.
Arabia Saudí e Irán, representantes de las dos tendencias mayoritarias del islam, el sunnismo y el chiísmo, respectivamente, mantienen un conflicto por el control de Oriente Medio, con milicias bajo su control en Siria e Iraq, donde Irán mantiene una gran influencia. Yemen también sufre desde 2015 la batalla por el poder en la región, donde Arabia Saudí lidera una coalición militar que lanzó la guerra contra la milicia de los hutíes, chiíes apoyados por Irán, y que ha provocado ya miles de muertos y la mayor crisis humanitaria en el país.
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