Por: Clara Morales
- El veterano corresponsal de guerra recoge en un nuevo libro sus diarios desde 1990 para analizar el avance del Estado Islámico y el caos que reina en la región
- La era de la yihad es una respuesta a un “vacío de información” sobre el terreno, que el periodista achaca a la beligerancia de ciertos grupos de la oposición
El periodista Patrick Cockburn. MARTIN HUNTER / CAPITÁN SWING
La situación en Oriente Próximo es cualquier cosa menos sencilla. Y el periodista irlandés Patrick Cockburn, corresponsal histórico del Financial Times y The Independent, no pretende aparentar otra cosa. Su nuevo libro, La era de la yihad. El Estado Islámico y la guerra por Oriente Próximo (Capitán Swing) es una prolija compilación de datos y estampas, redactados en forma de diario y recopilados durante sus 25 años de corresponsal en la zona. La erudición de Cockburn hace del título —que continúa su trabajo de ISIS. El retorno de la yihad (Ariel, 2015)— tanto una obra de historia contemporánea como una pieza de periodismo.
La era de la yihad es un libro pegado a la tierra. Cockburn recoge historias como la de Sabir Saleh, un antiguo agricultor iraquí que en 1996 trabajaba desactivando minas para vender el aluminio que estas contienen. Las opiniones de ciudadanos y contendientes que recoge el periodista revelan que ni la oposición ni el apoyo al Estado Islámico es constante, y que la línea entre partidarios y detractores es difusa y, ante todo, temporal. Su trabajo sobre el terreno en un momento en que es particularmente difícil informar desde Irak y Siria le ha valido el respeto de sus compañeros, pero también es considerado un analista de peso por las organizaciones internacionales. Y no tiene buenas noticias.
PREGUNTA. ¿Qué piensa del periodismo que se recibe en Europa sobre Oriente Medio, y particularmente sobre Siria? ¿Cree que los lectores reciben información completa y útil?
RESPUESTA. No. Primero, porque es un una guerra genuinamente complicada, realmente muy, muy difícil. En algunos casos, por circunstancias que los periodistas no pueden controlar. Por ejemplo, no pueden ir a ciertas áreas en Siria. ¿Cómo vas a informar sobre el Daesh si te cortan la cabeza o sobre Al Nusra [brazo sirio de Al Qaeda] si te secuestran? Así que hay un vacío de información sobre la oposición. Cosa que no ha sido siempre así: cuando empecé como periodista en Irlanda del Norte y luego en Beirut, los movimientos armados de oposición, incluso los más violentos, trataban de cultivar la relación con los medios.
P. En el libro apunta que incluso estando sobre el terreno es muy difícil tener una visión clara del conflicto.
R. Particularmente en Siria, hay mucha propaganda y relaciones públicas por parte de la oposición, lo que da una visión muy militante. Eso no tiene nada de malo, todo el mundo involucrado en una guerra va a elaborar propaganda, pero también da una idea sobresimplificada de lo que está ocurriendo. Además, la política en Irak es difícil de comprender. Si a un partido o sector al que le va mal, no busca el compromiso con otros, sino el respaldo extranjero con armas o dinero o lo que sea, así que eso significa que no tratas solo asuntos domésticos, sino internacionales, todos con sus agendas e intereses propios.
P. ¿Y cuáles han sido los errores de los medios en la cobertura de la guerra?
R. La debilidad financiera de muchos medios hace que envíen a menos reporteros sobre el terreno, que es básicamente la razón por la que escribo el libro: para tener un testimonio. Antes se veían a muchos enviados de televisiones estadounidenses, ahora hay muchos menos, y hasta cierto punto esto es válido también para los países de Europa occidental.
P. ¿Qué ideas o datos inexactos sobre Siria sigue escuchando con frecuencia?
R. Es más fácil verlo históricamente. En 2014 parecía obvio que ISIS se estaba haciendo cada vez más fuerte. Habían tomado Faluya en Irak y, de alguna manera, los Gobiernos (no solamente los ciudadanos normales), con roda su inteligencia, no se dieron cuenta. Obama comparó ISIS con un equipo de béisbol junior que nunca llegaría a las ligas importantes. Poco después tomaron Mosul. En 2012 me fascinaba que la gente dijera, en los medios y también dentro de los Gobiernos, que Assad iba a caer. Y no es cuestión de que seas pro o anti Assad, pero si estabas allí era perfectamente obvio que eso no iba a pasar. Hay 14 capitales provinciales en Siria, y creo que en ese momento controlaba 13 de ellas. La población siria debe rondar los 22 millones (16, de hecho, si quitamos los refugiados), y sobre 10 u 11 millones estaban bajo su control.
P. ¿Cómo influyen estos mitos en la política exterior de los países occidentales?
R. Estos mitos se han convertido en la base de las políticas. No creo que el Gobierno estadounidense piense esto ya, pero los estados europeos dicen que Assad debería irse antes de que tengamos paz. Esto suena bien, porque, ya sabes, Assad es un dictador. Pero ya que Assad no va a irse, ¿eso significa que no tendremos paz? Todas estas cosas han distorsionado cualquier visión sobre la realidad política y militar en Siria e Irak, y eso hace más difícil resolver la situación.
P. En sus notas muy crítico con la actuación de los Gobiernos occidentales. ¿Cuáles son sus opciones reales ahora mismo?
R. Lo más útil sería un alto al fuego: no se puede tener ninguna negociación sobre compartir el poder cuando la gente está intentando matarse mutuamente. Los estadounidenses y los rusos han hecho un esfuerzo, y lo que más me llama la atención es lo poco que la Unión Europea o los estados europeos han hecho para influir en la situación. Realmente no han hecho nada y su influencia es muy marginal.
P. En los últimos días se han escuchado llamamientos a la Unión Europea para que involucre a su diplomacia en el conflicto. ¿Europa tiene algún poder sobre la zona en este momento?
R. Creo que es tarde. Podrían haber jugado un papel más positivo en etapas más tempranas, pero la guerra está ahora muy extendida en Irak y Siria, hay otra guerra desarrollándose al Este de Turquía… Creo que la intervención europea ha sido tan limitada que es difícil ver cómo va a tener más influencia ahora. Y de todas maneras los Gobiernos no parecen tener mucha idea sobre qué hacer.
P. ¿Ve viable un alto el fuego después del reciente fracaso de tregua en Alepo?
R. Es extremadamente difícil de conseguir, porque hay tantos intereses distintos. De hecho, el negociado por Rusia y Estados Unidos ha excluido al Daesh y a Al Nusra, y esos son los principales elementos armados de la oposición, ¿por qué tendrían que dejar de disparar cuando se les excluye?
P. También es muy crítico con las sanciones internacionales a Siria.
R. Existe esta creencia en el bloqueo. Pero, por ejemplo, con las sanciones de la ONU a Irak hasta 2003, todas las evidencias demuestran que no debilitaron a Sadam, sino que tuvieron un efecto devastador sobre la población civil. Lo mismo es cierto en Siria en este momento. Acabo de volver de Damasco, he ido a hospitales y lo que las sanciones han impedido que entre es el material médico. Todas las grandes ONG que proporcionan material, no solo en las áreas del Gobierno sino también en las de la oposición, dicen que no pueden acceder a él porque las sanciones impiden su llegada. Las agencias de ayuda ni siquiera pueden abrir cuentas bancarias en el país. Las sanciones parecen más humanas que la guerra, pero acaban matando al mismo número de personas.
P. La opinión pública ha prestado atención a la llegada de los refugiados, ya sea a favor o en contra, pero no hay grandes pronunciamientos sobre el papel de los Gobiernos sobre el terreno.
Es cierto que la gente ha desarrollado fuertes opiniones sobre el terrorismo y los refugiados, pero la población no ha conectado con el fracaso de sus Gobiernos para prevenir estas guerras o para agravarlas. Los Gobiernos europeos se las han arreglado para evadir su responsabilidad sobre lo que está ocurriendo en Siria, Libia o Irak. Y sin embargo eso es lo que ha alimentado la crisis migratoria y el terrorismo. Cuando sucedieron los ataques contra Charlie Hebdo en París vimos a todos esos líderes mundiales manifestándose en las calles. Pero no deberían haber estado allí, esos tipos son jefes de Gobierno, tendrían que haber estado haciendo algo más efectivo.
P. Los servicios de inteligencia están divididos entre la radicalización de sus propios ciudadanos y los potenciales terroristas que puedan llegar de fuera. ¿Dónde está el peligro real?
El peligro está en sobrerreaccionar. Incluso los ataques terroristas extremos, como el 11S, tuvieron su verdadero éxito en provocar a los Estados Unidos para que interviniera militarmente en Afganistán e Irak. Claro que hay que reaccionar incrementando la seguridad y la vigilancia, pero esto debería tener objetivos precisos, no apuntar a las comunidades musulmanas al completo. Eso está siendo un éxito para el Daesh y Al Qaeda, eso es realmente lo que radicaliza a la gente. Y, por supuesto, lo que de verdad radicaliza a la gente son estas guerras, el ver a los musulmanes como objetivo de ataques constantes.
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