Por: Miguel A. Jiménez
Existen libros que son como brújulas que nos ayudan a orientarnos en la espesura de la desinformación, textos que nos cobijan como refugios cuando la artillería del poder arroja de manera incesante propaganda camuflada de información veraz.
En estos tiempos de ignominia y de asalto a la razón, merece la pena reivindicar una obra en la que Josep Fontana trabajó durante 15 años: Por el bien del Imperio. Una historia del mundo desde 1945; con el rigor que lo caracterizaba, el historiador catalán analizó y contextualizó la guerra fría a través de numerosos materiales: documentación desclasificada de diferentes procedencias (Departamento de Estado de EEUU, CIA, FBI, informes internos de organismos de la extinta URSS y de países europeos…), entrevistas a responsables políticos con capacidad de decisión… etc.
El libro, con un total de 1181 hojas, fue cedido por su autor a un colega y colaborador que por aquel 2011 se embarcaba en la aventura de crear una editorial, dado que, Josep Fontana, además de aunar rigor y didactismo, fue una persona enormemente generosa y comprometida, tanto con los movimientos sociales como con el conocimiento histórico, al que concedía una importancia fundamental a la hora de poder empujar futuros mejores.
El principal mérito de esta obra de referencia para conocer el mundo desde el fin de la segunda guerra mundial hasta nuestros días, es que logra desmontar no pocos esquemas que, como hologramas, fueron instalados en el imaginario colectivo en el transcurso de setenta años, y aún más allá, llegando hasta nuestros días, y sirviendo de base para que una desaforada e impúdica campaña de desinformación, resucite una nueva guerra fría, de nuevo, por el bien del Imperio.
Uno de los grandes hologramas desarticulados en el libro es el del poderío militar soviético: los EEUU no tardaron en darse cuenta de que la capacidad militar de la URSS, no estaba, ni mucho menos a la altura de la propia; aún así, los estrategas y políticos estadounidenses alimentaron el fantasma del peligro soviético para mayor beneficio del complejo militar industrial de su país, sabedores de que esa carrera armamentista debilitaba a su adversario, nada interesado en una pugna que le obligaba a detraer inversiones y recursos de la esfera de los beneficios sociales, aspecto este, fundamental para una dirigencia, incluido el propio Stalin, que confiaba en que sería la superioridad moral del socialismo la que resolvería la contienda ideológica contra el capitalismo.
Otro holograma que cae de manera rotunda en la investigación de Fontana, es el de una OTAN de carácter “defensivo”, baluarte del “Mundo Libre” y de los “valores democráticos”; el lector encontrará numerosos episodios que desnudan la auténtica naturaleza ideológica, su accionar marcadamente criminal, en gran parte de sus acciones. Al respecto, conviene recordar, por su fría sinceridad, los argumentos que el desaparecido George Kennan, uno de los padres de la guerra fría, esgrimía allá por 1948 en un documento interno: Tenemos alrededor del 50 por ciento de la riqueza del mundo, pero solo el 6´3 por ciento de la población (…) Nuestra tarea real en el período que se aproxima es la de diseñar una pauta de relaciones que nos permita mantener esta posición de disparidad sin detrimento de nuestra seguridad nacional. El 19 de octubre de 2001, diez años después de la desaparición del enemigo ideológico, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld remarcaba esta misma idea de una manera más obscena ante la tripulación de un grupo de bombarderos: Tenemos dos opciones: o cambiamos la forma en que vivimos o cambiamos la forma en que viven los otros. Hemos escogido esta última opción. Y sois vosotros los que nos ayudaréis a alcanzar este objetivo.
Han transcurrido ya tres décadas desde el derrumbe de la URSS y del socialismo realmente existente, un modelo que pudo haber sido una alternativa de cambio pero que fue pervertido por el estalinismo hasta dejarlo en una pobre referencia que aportaba, eso sí, un cierto equilibrio geopolítico y un contrapeso que, junto a las luchas sociales y a la fuerza de los sindicatos, hizo posible en la Europa no comunista, la construcción de los estados del bienestar. Josep Fontana lo expresa de manera certera: el modelo construido como fruto de siglo y medio de luchas sociales podía ser definitivamente destruido. Algo que no había conseguido ni siquiera el fascismo (…) es por ello que parece importante investigar el verdadero sentido de la guerra fría, en momentos en que el triunfo total del “sistema de libre empresa”, que ha sacado a la luz las miserias del “capitalismo realmente existente”, nos amenaza con el inicio de una nueva época de regresión y oscurantismo.
En contra de lo prometido a Mijail Gorbachov, el oponente militar atlantista, aparentemente defensivo ante a la amenaza comunista, no solo no desapareció sino que se expandió hacia el este, cercando a una Federación Rusa rica en recursos energéticos.
Es precisamente ahí en donde nos encontramos: el inicio de una guerra por el control de los combustibles fósiles en declive, justificada, en los prolegómenos ucranianos, como una descarnada agresión perpetrada por el “autócrata” Putin; al mismo tiempo que una narrativa de naturaleza agustiniana, se va imponiendo gracias a la labor incesante de “la prensa libre”; se trata, de una planificada y eficaz maquinaria de propaganda detrás de la cual, hay alrededor de 150 empresas publicitarias[1] trabajando para la OTAN. El resultado, por el momento, es llevar a importantes sectores sociales a una auténtica disociación psicótica; si se me permite el símil, es como si Miguel Bosé nos estuviese explicando la naturaleza de la Covid 19 y la “perversión” de las vacunas en cada informativo de las cadenas generalistas, sin ningún tipo de contrapeso. Los hologramas de la guerra fría vuelven así, a ser reactivados para cumplir su función.
Quiero detenerme en un holograma mediático de no poca importancia a la hora de moldear las percepciones sociales: Volodímir Zelensky, actual presidente de Ucrania. Si Vladimir Putin encarna “el mal” sin matices, Zelensky como una suerte de “El general de la Rovere”, (aquel personaje de Roberto Rossellini que con capacidades teatrales terminaba jugando un heroico papel frente a los nazis) interpreta un papel de honestidad, resistencia y heroísmo frente al bárbaro invasor ruso. En este NODO digital sin fin, este Andrés Pajares ucraniano, vestido de caqui, se dirige online a los diferentes parlamentos pidiendo paz, armas y zonas de exclusión aérea al mismo tiempo. El último asalto a la razón tenía lugar en el parlamento español, en el que Zelensky comparó la actual situación en Ucrania con la República española asediada de abril de 1937, incluyendo, por supuesto, el bombardeo de Gernika; una gran parte de sus señorías aplaudieron entusiastas la emocional representación teatral del actor, pero ¿deberíamos creer a un presidente cuyo ejército, fuerzas de seguridad y de inteligencia (el SBU) están copadas por organizaciones neonazis?, organizaciones, por cierto, convenientemente financiadas y entrenadas por la OTAN, que en esto tiene ya mucha experiencia[2]; ¿deberíamos creer a un dirigente que ha ilegalizado a todos los partidos de izquierda, habiéndose perpetrado además desapariciones y asesinatos?[3]; ¿deberíamos creer a un presidente de un estado manifiestamente corrupto cuyo dudoso “prestigio” internacional es el de ser el gran paraíso de los vientres de alquiler?; ¿deberíamos creer a un político que lleva bombardeando a la población civil del Donbass desde hace ocho años, con el beneplácito de la perfumada Europa y el silencio de “la prensa libre”?[4]
Hay otro par de preguntas que creo pertinentes: ¿por qué toda la información que proviene del mando ucraniano es dada sistemáticamente como veraz?; ¿cuál es el papel de las empresas de publicidad contratadas por la Alianza Atlántica?
EEUU y Europa, se han cansado de bombardear los últimos 30 años a la población civil de unos cuantos países, han fomentado también golpes de estado cuando lo han considerado oportuno; siempre la razón de la geopolítica o la apropiación de los recursos energéticos ajenos, fue maquillada conjugando conceptos como ”democracia” o “ayuda humanitaria”, y , hay que recordar, que cada vez que Occidente operó de esta manera, una prensa servil activó matrices de información absolutamente falsas que cumplieron la función de configurar hologramas para legitimar las agresiones. La casuística es extensa: el episodio de las incubadoras en Kuwait de 1990, las armas de destrucción masiva de Irak en 2003, el oscuro ataque con morteros en el mercado de Sarajevo( atribuido inmediatamente a los serbios) , la matanza de Puente Llaguno en Caracas en abril de 2002 para justificar el golpe contra el gobierno de Hugo Chávez, el golpe de estado de 2014 en Ucrania en el que se emplearon los mismos recursos escénicos que en Caracas…
En definitiva, si el cinismo y la hipocresía fueran de fácil combustión, Europa y EEUU serían autosuficientes, e incluso, podrían exportar excedentes, pero me temo que hay una mala noticia para occidente: la Federación Rusa no se va a dejar robar la cartera.
Mientras tanto, nos queda la ética del pesimismo activo que tanto defendió Manuel Vázquez Montalbán, otro intelectual honesto y gran amigo de Josep Fontana.
La escalada bélica sigue su marcha y como dijera la gran Violeta Parra, al borde del precipicio se está agusanando el trigo.
Notas:
[1] https://rebelion.org/la-propaganda-euroatlantica-sobre-la-guerra-en-ucrania
[2] Gladio: red clandestina anticomunista que operó en Europa bajo la dirección de la OTAN y la CIA. “La trampa de la diversidad” Autor Daniel Bernabé, ed. AKAL
[3] https://www.lavanguardia.com/internacional/20220306/8103569/denis-kireev-asesinado-negociadores-rusia-ucrania.html
Ucrania: La prohibición del Partido Comunista, un golpe decisivo a la libertad de expresión en el país
https://pce.es/en/el-pce-denuncia-la-detencion-del-secretario-general-de-la-juventud-comunista-de-ucrania/
[4] «Donbass» documental filmado en 2016 de la periodista francesa Anne Laure Bonnel, cuyas crónicas fueron censuradas en el diario Le Figaro.
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