Por: Luis Gonzalo Segura
En Europa han comenzado a surgir voces que acusan a España de comportamiento franquista, seguramente porque nuestro país ha elegido soluciones del siglo XX para lo que Reino Unido o Canadá prefirieron procedimientos del siglo XXI. Tal es el runrún que recientemente El País respondía en un editorial con cierta indignación.
De forma generalizada, entiendo que nadie duda que España haya dejado de ser una dictadura, pero las graves y enormes carencias democráticas, muchas de ellas visibilizadas durante los últimos meses, hacen que muchos europeos –y españoles– encuentren a España todavía muy lejos de Europa y de los estándares democráticos. Estas insuficiencias, unidas a las formas y las filias franquistas de muchos de nuestros dirigentes y nuestra propia cúpula militar, completan un cuadro bastante retrógrado. Para demostrar hasta qué punto esto es así, comparemos el comportamiento de los ministros de Defensa europeos y españoles ante diferentes situaciones difíciles.
Europa, en el siglo XXI
Jeanine Hennis, ministra holandesa de Defensa, dimitió a principios del mes pasado (octubre 2017) por el fallecimiento de dos militares en 2016, en Malí, mientras se encontraban de misión en la ONU. En dicho accidente, también resultó herido grave un tercer militar. Después de demostrarse las graves deficiencias del proyectil que causó la tragedia, decidió dimitir junto al general Tom Middendorp, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. La mina no era obsoleta, se había comprado en el año 2006, pero no había sido guardada a la temperatura adecuada.
No es un caso único. En el año 2011, por ejemplo, el ministro de Defensa alemán dimitió por descubrirse que había plagiado una tesis. Ese mismo mes, se produjo la dimisión del ministro de Defensa británico, Michael Fallon, por haber puesto una mano en la rodilla de una periodista hacía quince años. Lo hizo, aunque la propia periodista le exculpó por lo acontecido, explicando que “no hay que confundir el coqueteo con el acoso sexual”. Sin embargo, para Michael Fallon, que su conducta en el pasado hubiera “caído por debajo de los altos estándares que requieren las Fuerzas Armadas a las que represento”, fue más que suficiente para cesar en el cargo.
Visto los altos estándares europeos en cuanto a honorabilidad, cabe preguntarse: ¿dónde sitúan y/o situaron la honestidad y la responsabilidad nuestros ministros de Defensa?
España, todavía en el siglo XX
Tal y como desgrano en ‘El libro negro del Ejercito español’, los ministros de Defensa españoles han respondido de forma muy diferente a sus homólogos europeos. Repasando la lista, el primero y más destacado sería Federico Trillo (Partido Popular), al que la muerte de 75 personas en el Yak-42, las corruptelas existentes en la contratación, las amenazas y las vejaciones a los familiares o la errónea identificación de los cadáveres no lo hicieron dimitir. No solo no cesó, sino que terminó siendo premiado como embajador de España en Londres.
José Bono (PSOE), que le sucedió en el cargo, no situó la responsabilidad en unas coordenadas más excelsas. Si bien es cierto que dimitió, lo hizo por una cuestión política –estar en contra del ‘Estatut’– y no por los escándalos producidos en su escaso mandato, que fueron varios. Desgraciadamente, no quiso asumir responsabilidades en la muerte de 17 militares en un helicóptero en Afganistán y, algo peor, a día de hoy se pasea por los platós de televisión presentándose como una de las mejores cosas que le sucedieron al país. Como vemos, sin un solo rasguño a su ego.
José Antonio Alonso y Carme Chacón, ambos fallecidos y del PSOE, no tuvieron un comportamiento mucho más decente. La muerte de militares españoles en vehículos sin inhibidores o en los obsoletos BMR no les provocó ni la más mínima sensación de responsabilidad. Ambos, además, consintieron que el capitán condenado por 28 agresiones sexuales o el acosador de Zaida Cantera siguieran en su puesto de trabajo.
El caso de Pedro Morenés es todavía más grave, ya que sus pleitos por las bombas de racimo le tendrían que haber impedido ser ministro. Ciertamente, en cualquier país de Europa jamás habría llegado a ser ni siquiera candidato al puesto. Ya como ministro no solo sufrió la muerte de dos militares por minas en mal estado, sino ocho en dos accidentes (Hoyo de Manzanares y Almería). Acumuló también el fallecimiento de siete militares en dos helicópteros del Servicio Aéreo de Rescate (2014 y 2015). Y hubo más.
Finalmente, en 2016, fue nombrada ministra María Dolores de Cospedal, cuyos escándalos de corrupción le habrían supuesto la defenestración en cualquier país europeo.
Por tanto, es innegable que repasando los últimos seis ministros de Defensa españoles podemos concluir, sin margen a la duda, que de ser España cualquier país europeo, ninguno de ellos habría continuado en sus puestos ante los escándalos que sufrieron mientras estaban al mando de la Defensa. Llegando más allá, es evidente que varios de ellos ni siquiera habrían llegado a ministros.
¿Y el franquismo?
Alguno pensará que lo narrado hasta ahora es reprobable, pero no existe atisbo franquista en ello. Lamentablemente, todo lo anterior está aderezado con unas convenientes filias franquistas. Por ejemplo, tanto Trillo como Bono ascendieron a militares golpistas el 23-F o que se habían manifestado públicamente a favor del golpe. No solo eso, sino que existen más de cien símbolos franquistas en las fuerzas armadas, se rinde culto a historiadores franquistas, se exalta el golpe militar en los patios de armas al amparo de las efemérides y nuestros militares, de servicio y uniformados, han comido en un restaurante museo franquista como ‘Casa Pepe’. Por si no fuera suficiente, han quedado más que constatadas las filias franquistas de la actual ministra, María Dolores de Cospedal, y su segundo en el puesto, Agustín Conde.
Así pues, cuando un ex primer ministro europeo considera que Rajoy actúa como un “franquista autoritario”, muy probablemente no está tan alejado de la realidad como muchos quisieran o desearían. En el fondo y en las formas, el franquismo sigue vivo en España.
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