Por Víctor Burbaki
Por el momento nos encontramos en medio de una turbulenta fase del ciclo evolutivo global que comenzó en la década de los 80 y se cree que terminará a mediados del siglo XXI. En este proceso Estados Unidos claramente perderá su condición de superpotencia.
Las estimaciones ofrecidas por expertos de la Academia de Ciencias de Rusia indican que el actual período de grave inestabilidad debería terminar aproximadamente en 2017-2019 con una crisis. La crisis no será tan profunda como las del 2008-2009 ó 2011-2012 y marcará la transición hacia una economía construida sobre la base de nuevas tecnologías. La recuperación económica durante el 2016-2020 implicará serios cambios en el equilibrio mundial de poder y graves conflictos político-militares involucrando a los pesos pesados mundiales y a los países en desarrollo. Los epicentros de los conflictos estarán ubicado en el Medio Oriente y en Asia Central post soviética.
El siglo de dominación político-militar global y de supremacía económica de EEUU parece estar a punto de concluir. EEUU no pasó la prueba de la unipolaridad y, desangrado por los permanentes conflictos en el Medio Oriente, carece en la actualidad de los recursos que se requieren para retener el liderazgo global.
La multipolaridad implica una distribución mucho más justa de la riqueza en todo el mundo y una profunda transformación de las instituciones internacionales como la ONU, FMI, el Banco Mundial, etc. En la actualidad, el consenso de Washington parece irreversiblemente muerto y la agenda global debe estar encabezada por la tarea de construir una economía con niveles de incertidumbre mucho menores, unas normas financieras más estrictas y una mayor justicia en la distribución de los ingresos y beneficios económicos.
Los centros del desarrollo económico están derivando desde Occidente –que cuenta con la revolución industrial entre sus principales logros—hacia el continente asiático. China y la India deben prepararse para una carrera económica sin precedentes en este proceso en el contexto de una mayor competencia entre las economías que emplean el capitalismo de Estado y los modelos tradicionales de democracia. China y la India, los países más poblados del mundo, definirán el sentido y el ritmo del desarrollo en el futuro, pero la principal batalla por la supremacía global se definirá entre EEUU y China estando en juego la elección del modelo post industrial y socio-económico del siglo XXI.
La pregunta que surge en este contexto es ¿cómo reaccionará Estados Unidos frente a la transición?
Hay que tener en cuenta que cualquier estrategia de EEUU parte de la premisa que la pérdida de la supremacía mundial es inaceptable para el país. El vínculo entre el liderazgo y la prosperidad del siglo XXI es un axioma para las elites de EUU, independientemente de los detalles políticos.
Los modelos matemáticos de la dinámica geopolítica global llegan a la conclusión que una victoria a gran escala, en una guerra llevada a cabo por medios convencionales, sería la única opción para que los EEUU revirtieran el rápido colapso de su status geopolítico.
Es un secreto a voces que, en ocasiones, los métodos no militares de empujar a los rivales fuera del escenario –como en el caso de la Unión Soviética—también funcionan y las tecnologías correspondientes están permanentemente siendo perfeccionadas en Estados Unidos. Por otro lado, hasta ahora países como China o Irán se demuestran evidentemente inmunes a la manipulación externa. Si la actual dinámica geopolítica persiste, el cambio en el liderazgo global se podría esperar para el 2025 y la única manera que Estados Unidos puede hacer descarrilar el proceso sería desatando una guerra a gran escala.
El país que enfrenta una inminente pérdida de liderazgo no tiene otra opción que golpear primero y eso es lo que Washington ha estado haciendo los últimos quince años. La táctica específica de EEUU es elegir como blanco no a un país candidato alternativo para la supremacía geopolítica, sino a países que parecen propicios en el momento. Al atacar a Yugoslavia, Afganistán e Irak, Estados Unidos trató de manejar problemas regionales relativamente menores o puramente económicos, pero una caza mayor claramente requeriría de un blanco más significativo. Los analistas militares sostienen que Irán, Siria y los grupos Shiíes, tales como el Hezbolá en Líbano enfrentarían el mayor peligro de ser golpeados en nombre de una nueva redistribución global.
Es un hecho que la redistribución está en marcha. La primavera árabe producida y manejada por Washington creó las condiciones apropiadas para unir al mundo musulmán dentro de un único califato. El plan de EEUU es que esta nueva formación ayudará a la menguada superpotencia a mantener su control sobre los recursos energéticos clave en el mundo y proteger sus intereses en Asia y África. Sin duda, el reto que hace que EEUU recurra a este nuevo tipo de arreglo es el creciente poderío de China.
Deshacerse de Irán y Siria, que interfieren en el camino de la dominación global de EEUU, sería el próximo paso natural de Washington. Los intentos por derribar al régimen iraní por medio de incitar los disturbios civiles fracasaron estrepitosamente y los analistas militares sospechan que un escenario intervencionista parecido a aquellos implementados para lidiar con Irak y Afganistán es lo que eventualmente le espera a Irán. El plan tiene serias posibilidades de materializarse aunque hoy en día hasta el retiro de Irak y Afganistán plantea a Estados Unidos considerables problemas.
La implementación del proyecto Gran Oriente Medio junto con causar un sensible daño a la posición de Rusia y China –sería el premio mayor que Estados Unidos espera ganar al plantear una guerra a gran escala. Este designio fue ampliamente conocido en Estados Unidos luego de la publicación en el Armed Forces Journal del famoso mapa de Peters. La motivación que asomaba detrás del artificio es la de forzar a Rusia y China a salir de la región mediterránea y del Medio Oriente, cerrarle el paso a Rusia en el Cáucaso Sur y Asia Central y desconectar a China de sus más importantes proveedores energéticos.
La materialización del plan Gran Oriente Medio podría arruinar las perspectivas rusas de un desarrollo pacífico y estable ya que un Cáucaso Sur controlado por Estados Unidos sería inestable y estaría proyectando ondas de choque a través del Cáucaso Norte. Dado que, obviamente, la agitación sería detonada por las fuerzas del fundamentalismo musulmán, las regiones de mayoría musulmana de Rusia serían con seguridad afectadas.
EEUU es incapaz de sostener el Consenso de Washington por más tiempo confiando en instrumentos políticos y económicos. Jemin Jibao, de China, pintó el cuadro con toda claridad cuando escribió que EEUU se convirtió en un parásito global que imprime ilimitadas cantidades de dólares, los exporta para pagar sus importaciones y de ese modo comprar el lujoso nivel de vida de los estadounidenses, mediante el robo al resto del mundo. El primer ministro ruso [Putin] expresó una opinión similar durante su visita a China el 17 de noviembre de 2011.
Por el momento China está presionado fuertemente para limitar la esfera de circulación del dólar. La porción de la divisa estadounidense en las reservas de China está disminuyendo y en el mes de abril de 2011 el Banco Central de China anunció un plan para salir por completo del dólar norteamericano en las transacciones internacionales. Obviamente, el golpe a la dominación del dólar norteamericano no quedará sin respuesta. Del mismo modo, Irán está tratando de reducir la porción de dólares en sus transacciones: una bolsa petrolera iraní abierta el mes de julio del 2011 acepta sólo euros o la divisa iraní en sus transacciones. Irán y China están negociando el suministro de productos chinos a cambio de petróleo iraní que, entre otras cosas, haría posible dirigir el intercambio comercial eludiendo las sanciones impuestas contra Irán. El líder iraní sostuvo que el volumen comercial con China debería alcanzar la suma de 100.000 millones de dólares y que esto dejaría sin sentido los planes estadounidenses de aislar a Irán.
Los esfuerzos de EEUU por socavar la estabilidad en el Oriente Medio pueden en parte atribuirse a reconocer que la reconstrucción de las devastadas infraestructuras de la región necesitarán de masivas inyecciones de dólares, cosa que produciría una revitalización de la economía estadounidense. En el 2011 la estrategia de EEUU para preservar su liderazgo mundial comenzó a traducirse en políticas basadas en su poderío [militar] ya que Washington considera imprescindible el movimiento de dólares, incluso su depreciación, como una de las posibles soluciones al problema de la crisis. Una guerra a gran escala podría en realidad servir a este propósito. En consecuencia, el ganador podría imponer sus propias condiciones al resto del mundo, como se hizo cuando se implantó el sistema de Bretton Woods el año 1944. Y Washington está dispuesto a una guerra de este tipo para continuar dirigiendo el mundo.
¿Puede Irán, con el apoyo necesario, poner fin a la expansión universal de EEUU? Esta cuestión se abordará en otro artículo.
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