Por: Alfredo Jalife-Rahme
Profesor de Ciencias Políticas y Sociales en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Publica crónicas sobre política internacional en el diario La Jornada y el semanario Contralínea. Último libro publicado: El Híbrido Mundo Multipolar: un Enfoque Multidimensional, (Orfila, 2010).
Alfredo Jalife, especialista mexicano en geopolítica, estima que la simultaneidad de los acontecimientos explica el significado de estos: después de anunciar la creación de una institución alternativa al Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial –y por ende al dólar– Rusia está teniendo que enfrentar simultáneamente la acusación de haber destruido en pleno vuelo el avión de pasajeros de la Malaysian Airlines, el ataque de Israel contra la franja de Gaza –perpetrado con la complicidad de los servicios de inteligencia militares de Estados Unidos y Gran Bretaña–, el caos en Libia y la ofensiva del Emirato Islámico en el Levante. Además, en cada uno de esos teatros de operaciones, los combates giran alrededor del control de los hidrocarburos, cuyo mercado funcionaba –hasta ahora– única y exclusivamente en dólares.
- Los juegos de vidéo de la série «Call of Duty: Modern Warfare» (los más vendidos a nivel mundial) presentan la confrontación entre Estados Unidos y Rusia con la guerra por el petróleo como telón de fondo.
Los cronogramas, organigramas, infogramas y genealogías son seminales para el análisis geopolítico. Dos días antes del misterioso y letal misil que derribó en el cielo tempestuoso ucraniano el avión de Malaysia Airlines –como todo lo recóndito que ha ocurrido con sus dos recientes vuelos–, fue clausurada la histórica VI cumbre del BRICS y su conexión con UNASUR, donde concurrieron notablemente Colombia y Perú [1].
Un día antes del misil letal, Obama elevó la puja de las sanciones contra Rusia y su binomio inextricable de la banca y los energéticos. “Coincidiendo” el mismo día con el letal misil misterioso en los cielos de Ucrania, «Netanyahu, jefe de un Estado nuclear, ordenaba a su ejército invadir la franja de Gaza»: apreciación sugerente de Fidel Castro, quien en su filípica acusa de «provocación insólita» al gobierno golpista de Ucrania bajo la férula de Estados Unidos [2].
¿Qué sabrá perturbadoramente el caribeño viejo zorro de mil batallas?
Mientras el misil misterioso derribaba el vuelo de Malaysia Airlines, el Estado racista/paria/apartheid de Israel invadía la franja de Gaza, lo cual le han puesto en desacato de las resoluciones de la ONU y de «aislarse con la opinión pública mundial», como señala el ex presidente Bill Clinton [3] y coincide marcadamente con mi opinión en la radio mexicana.
Al unísono de la «coincidencia» (Castro dixit) de las agendas geopolíticas de Ucrania y Gaza, arreciaban los enfrentamientos sectarios y energéticos en tres países árabes: Libia, Siria e Irak –tildados de «fallidos» por los estrategas de Estados Unidos–, sin contar las guerras de Yemen y Somalia.
En Libia –balcanizada y vulcanizada como consecuencia de la intervención “humanitaria” de Gran Bretaña y Francia, con Estados Unidos hipócritamente instalado en el asiento trasero–, 2 días antes del letal misil misterioso en Ucrania, las milicias rebeldes de las brigadas Zintan cerraron el aeropuerto internacional de Trípoli (la capital libia), mientras recrudecían los enfrentamientos entre clanes rivales en Bengazi, de donde salieron las armas para abastecer a los yihadistas de Siria e Irak, en medio del extraño asesinato del embajador de Estados Unidos en Libia.
Más allá de la interconectividad del torrencial flujo de armas entre Libia, Siria e Irak en la geografía de Al-Qaeda/Al Nusra y el nuevo califato Daesh [4], lo fundamental para las trasnacionales petroleras/gaseras/acuíferas de Estados Unidos/Gran Bretaña/Francia radica en el control de las materias primas (gas y agua dulce) de Libia [5], donde Rusia y China se dejaron embaucar inocentemente.
Resulta aburridamente tautológico abundar sobre la captura del petróleo de Irak, también balcanizado y vulcanizado, lo cual le ha valido «una guerra de 30 años» de parte de la dupla anglosajona Estados Unidos/Gran Bretaña.
En mi reciente estadía en Damasco, donde fui entrevistado por Thierry Meyssan, el director del portal galo Red Voltaire, este me confió que la súbita voltereta de «Occidente» (whatever that means) contra Bachar al-Assad se debió en gran medida –más allá del gas en su costa del mar Mediterráneo– a sus pletóricos yacimientos de hidrocarburos en tierra firme, que hoy se encuentran bajo control del «nuevo califato Daesh del siglo XXI».
La interconectividad petrolera/gasera vuelve a resaltar en Gaza 5 años después del operativo «Plomo Fundido», cuya estrategia es refrendada por la operación «Escudo Defensivo» (sic) en curso, sin una investigación concluyente sobre la culpabilidad del deleznable asesinato de 3 jóvenes israelíes –como había previsto premonitoriamente el “visionario” jefe del Mossad, Tamir Pardo [6] y que fue pretexto desproporcionado para la enésima invasión israelí en Gaza con sus atrocidades de infanticidio masivo.
Manlio Dinucci, del rotativo italiano Il Manifesto [7], aduce que una de las causas del irredentismo israelí se debe a los pletóricos yacimientos gaseros que Gaza posee en su zona marítima.
Asimismo, el pletórico gas de esquistos en la República Autónoma de Donetsk –que busca la separación de Ucrania y/o la federación– muy bien vale la feroz guerra sicológica de propaganda entre los multimedia pro-estadounidenses y pro-rusos para echarse la culpa del derribo del avión de Malaysia Airlines. ¿El derribo del avión de Malasia Airlines pudo haber sido un operativo de «falsa bandera» del gobierno ucraniano que con «grabaciones», que muy bien pueden ser editadas, acusa de «terrorismo» a los separatistas para aplastarlos higiénicamente?
Hace dos meses, el canal de TV Russia Today, cada vez más consultado en Latinoamérica para contrastar la intoxicación desinformativa de los multimedia israelí-anglosajones –lo cual le ha valido el exorcismo del secretario de Estado estadunidense, John Kerry– destaca la importancia del gas de esquistos en Donetsk (la parte oriental de Ucrania que busca su separación) y pregunta si «los intereses de las petroleras gigantes occidentales se encuentran detrás de la violencia» [8].
El oriente de Ucrania, hoy en plena guerra civil, posee «carbón y pletóricos yacimientos de gas shale en la cuenca Dnieper-Donets». En Donetsk la petrolera británica Shell firmó en febrero de 2013 un acuerdo de reparto de utilidades por 50 años con el gobierno de Ucrania (Nota: el anterior gobierno depuesto por los golpistas neonazis apuntalados por Estados Unidos) para explorar y extraer su gas de esquistos [9].
Russia Today argumenta que son tan elevadas «las ganancias que Kiev no desea perder», por lo que ha emprendido una desproporcionada «campaña militar contra su propia población».
Chevron firmó un acuerdo similar el año pasado (con el mismo gobierno depuesto) por 10 000 millones de dólares.
Hunter Biden, hijo del vicepresidente de Estados Unidos, acaba de ser nombrado en el consejo directivo de Burisma, el mayor productor privado (¡supersic!) de gas en Ucrania [10], lo cual «coloca la explotación del gas de esquistos ucraniano en una nueva perspectiva»”, porque «posee licencias que cubren la cuenca de Dnieper-Donets». Kerry no se queda atrás en el reparto de utilidades y Devon Archer, su anterior asesor y compañero de dormitorio de su hijastro, pertenece desde abril a la polémica Burisma.
¿Sirven las “licencias” de enajenación catastral para explotar el gas de esquistos ucraniano como “licencias para asesinar” inocentes?
¿El fracking del gas de esquistos fractura a Ucrania? Tal ha sido la tónica de la trágica historia de los hidrocarburos en el siglo XX y su explotación por las petroleras «occidentales».
Que conste que en todos los frentes bélicos enunciados –Ucrania, Gaza, Irak, Siria y Libia– el común denominador son los hidrocarburos.
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