Por: Antonio Gershenson
Cualquier opinión, en sí, es un medidor y evaluación de la certeza y calidad de la información que obtienen las personas. El punto de vista de cada quien tiene un valor social y también uno cultural. Las diferentes expresiones nos muestran cómo vamos interpretando la realidad y, gracias al método de análisis propuesto por Federico Engels y Georgui Plejánov, filósofos y economistas marxistas, contamos con un arma importante para acercarnos a la verdad.
El materialismo histórico permitió a la investigación política de los años 50 y 60 señalar las condiciones económicas que llevaron a la clasificación del mundo, de acuerdo con el desarrollo y el crecimiento de los países.
Sin embargo, en la actualidad, el mundo se ha convertido en una versión globalizada del libro de Sara Sefchovich, País de mentiras . Se miente con la facilidad con la que se respira o se bosteza. El hábito de ocultar la verdad va encontrando mayores fracasos al intentar confundir a la población. El antídoto para identificar y rechazar la mentira es la información veraz y diversa que, en el caso de México, han logrado las redes sociales y los analistas políticos de las páginas web, el YouTube y otros. Es una opción para acercarse a la verdad.
Y, aunque el hábito de mentir de la oposición, léase prianprd, ha sido denunciado constantemente, también es aceptado como arma de defensa para los argumentos políticos inconsecuentes y fantasiosos, generalmente aquellos que provienen del sector de derecha de la población y avalados por las autoridades corruptas del sistema judicial, cuyas gestiones erradas han sido motivo de reclamos y críticas por permitir la impunidad.
Se pasan por alto las consignas pretenciosas de las campañas electorales de algunos partidos políticos, los ya mencionados en el párrafo anterior, instituciones políticas, otrora famosas, dominantes y dueñas del destino del país. Es decir, no se castiga la mentira, cuando sabemos por experiencia que es una acción profundamente dañina.
Un ejemplo de este modesto, pero significativo avance en la civilidad de la población nacional, es la participación masiva en la votación electoral de 2018. Se votó por una transformación de la realidad y por el deseo de contar con un gobierno anticorrupción decidido a rescatar la soberanía, en todos los sentidos, del país.
En pocos años, relativamente, se han desdibujado las fronteras entre el primer mundo, el segundo y el tercero. México estaba incluido en los países del tercer mundo. Y, de acuerdo con diversos estudios y análisis hechos por especialistas en economía, sociología, ciencia política y otras más, la división entre países ricos y pobres no ha desaparecido, pero sí se ha difuminado por el crecimiento de la clase media en países considerados, hasta hace pocos años, como atrasados o en vías de desarrollo.
El primer mundo, el segundo y el tercero, como lo había explicado en 1952 el economista francés Alfred Sauvy, se han modificado sustancialmente. En este proceso, el mejor de los ejemplos ha sido la transición que está experimentando la República Popular China, país que, según el presidente Xi Jinping, su sistema económico, avalado una vez más durante el XIX Congreso Nacional del Partido Comunista de China, se ha desarrollado dentro del ámbito socialista al estilo de esa nación. No existe temor de que para 2030 la clase media aumentará aproximadamente a 500 millones del total de su población.
Otras opiniones, en el caso de México, también van en el sentido de que el aumento de la clase media podría fortalecer la transformación que se está gestando. Al cambiar el presente gobierno, existe el ánimo colectivo de que, quien esté al frente del Poder Ejecutivo, se garantice la continuación de la transformación de la vida política, económica y social en general. La consigna que alimenta y alimentará el actual proceso es el combate a la corrupción, la impunidad y la mentira.
Los cambios sustanciales en la recuperación de la dignidad de la población y sus gobiernos, prácticamente, tendrán su base en la disminución de la pobreza, la insalubridad, el belicismo, la delincuencia, el analfabetismo, en la participación de la población en actividades como el arte, el deporte, la literatura y otras de formación social de gran importancia.
Actualmente, en países de Europa y América los índices de deterioro social, el aumento de indicadores como el analfabetismo, el hambre, la violencia, la delincuencia en todos los estratos sociales, la escasa seguridad médica y de salud pública, las viviendas inalcanzables por sus precios y condiciones de crédito, complican las expectativas de vida.
¿Cómo llamaremos a los países ricos con gran deterioro social? Algunos muestran gran capacidad financiera para la fabricación de armamento bélico, como es el caso de Estados Unidos y otros en Europa (OTAN). Por otro lado, es evidente el poco financiamiento para controlar el aumento de indicadores de pobreza. Ya no podremos llamarles primer mundo.
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