Por: Katerina Sergidou
Dos asociaciones de padres de alumnos en la ciudad de Oreokastro pretenden evitar la aplicación de la decisión del Gobierno griego de escolarizar a los niños refugiados. Su gesto racista ha provocado la indignación en gran parte del país.
El 17 de septiembre se cumplen tres años del asesinato del rapero griego antifascista Pavlos Fyssas a manos de un neonazi. Tres años después, a pesar de la solidaridad hacia los refugiados por parte del pueblo griego, el peligro del racismo y la xenofobia sigue vivo, como demuestra una historia que se desarrolla en una ciudad cerca de Salónica.
El motivo fue la decisión del Gobierno griego de que los niños de los refugiados también tengan derecho a asistir a la escuela. Hoy más de 22.000 niños que huyen de la guerra viven en Grecia. La decisión concierne a los niños que viven en los campamentos cerca de las escuelas y no a los que viven fuera. Además, en un primer momento los niños acudirán a la escuela en un horario distinto al de los griegos, para aprender el idioma. Aun así, esta decisión ha provocado reacciones de odio racista.
Esta vez no fue Amanecer Dorado, sino dos asociaciones de padres de Oreokastro –una ciudad cercana a Salónica–, que decidieron que no quieren a esos niños en las escuelas. Una de las asociaciones, en una declaración que publicó en las redes sociales, expresaba que si su petición no es aceptada los padres ocuparán el edificio de la escuela, y que la decisión fue tomada por unanimidad. Se trata de una escuela que se encuentra en muy malas condiciones, pero los padres nunca pensaron en ocuparla para reclamar mejoras.
El argumento de los padres es que los niños refugiados transmitirán a los niños griegosenfermedades y costumbres peligrosas. Como denuncia Katerina Karanicolaou, miembro de la asociación, la decisión no se tomó por unanimidad, y otros cinco padres se retiraron de la asamblea. Karanicolaou subraya que la decisión era esperada, ya que el año pasado la asociación se negó a dar ayuda humanitaria a los niños refugiados con la excusa de que la prioridad son los griegos.
Pepi Damcali, habitante de Oreokastro y enfermera, recuerda que Oreokastro es una ciudad de refugiados, de gente que llegó de Asia Menor en 1922 y de Rusia en 1991. Ella es miembro de un grupo de voluntarios que trabajan apoyando a los refugiados del campamento de Oreokastro. Su opinión es que no se trata de una ciudad mayoritariamente xenófoba, e insiste en que el alcalde incita a la gente. De hecho, un día después de la conversación que mantuvimos con ella se publicó un vídeo que mostraba al alcalde proponiendo a los habitantes que tomaran la ley en sus manos. Desgraciadamente, Oreokastro no es el único caso. En Quíos y en Mitilene se han producido estos últimos días manifestaciones de más de 3.500 personas contra los campamentos de refugiados, reclamando que se vayan de las islas.
Pero estos incidentes racistas no quedaron sin respuesta. La reacción pública en las redes sociales fue tan grande e inmediata que el presidente de la asociación de los padres en Oreocastro dimitió de su cargo. Además, otras asociaciones en Grecia declararon que los niños refugiados son bienvenidos en sus escuelas. Unos días después, los alcaldes de la isla de Creta decidieron que quieren alojar a 2.000 refugiados. También fue inmediata la respuesta de la justicia, que está investigando los incidentes.
Los movimientos sociales y personas solidarias reclaman que el verdadero problema son las condiciones de vida de griegos y refugiados, la pobreza, la guerra y las políticas europeas. Como declaró a Diagonal la exdiputada de Syriza Ioanna Gaitani, que votó ‘oxi’ (no) al memorándum de la troika en el Parlamento griego y que vive en Salónica: “El racismo perjudica a los pobres inmigrantes y griegos. Los refugiados sufren en los campamentos, los griegos pierden sus casas en los desahucios. Ahora más que nunca tenemos que luchar contra el racismo y explicar que nadie abandona su casa para venir a un país extranjero por turismo. Es por la guerra y la pobreza. En memoria de Pavlos Fyssas nos manifestaremos el 17 de septiembre; en su memoria no podemos dejar que gane la retórica xenófoba”.
La realidad es que parte de este problema se debe también a la política del Gobierno griego. Como dice en su declaración el movimiento Deport Racism, “el Gobierno no se enfrenta a los racistas, sino que forma parte del problema racista. Amontona gente en los campamentos, donde las condiciones son inhumanas, ha cerrado las fronteras conduciendo a la muerte a miles de refugiados, apoya el acuerdo UE-Turquía aplicando todos sus puntos, deporta mayoritariamente a refugiados de guerra, no abre un diálogo con las sociedades locales y aplica un memorándum que empeora la vida de los griegos igual que la de los refugiados”.
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