Por: Tomás Muños
La campaña a favor del ‘remain’ ha sido comandada por todas las instituciones del ‘establishment’: desde el Banco de Inglaterra hasta los informes y advertencias de los grandes bancos y multinacionales, pasando por Barack Obama.
Si se echa un vistazo a la evolución de los diferentes Parlamentos europeos en el periodo 2008-2016, es fácil observar una constante. Es un hecho constatable el ascenso de partidos, de posicionamientos heterogéneos e incluso opuestos que comparten un discurso anti-establishment. Podemos tomar como paradigmáticos los casos de Italia, Grecia, España, pero también Austria, Francia o Hungría. El último bofetón electoral alestablishment lo hemos visto con el Brexit.
La crisis financiera que se abrió en 2008 no ha afectado de forma homogénea a las capas populares europeas. Comparar la trayectoria de cifras de paro entre los países mediterráneos y los países centroeuropeos es un buen ejercicio para comprender quién es el centro y quién la periferia. Aun así, hay otra constante entre estas capas. El porcentaje de personas originarias de estos grupos sociales que cree posible su propia movilidad social ascendente ha disminuido en todo el continente.
Tomemos el caso de Reino Unido, donde hoy un 73% de la población percibe como difícil ascender de una clase social a otra, frente al 65% que lo pensaba en 2005. En las islas, la población que se considera a sí misma clase trabajadora es el 60%. Sólo el 7% de la población ha estudiado en escuelas privadas, pero son el 71% de los altos magistrados, el 62% de altos mandos militares y el 43% de columnistas de prensa. Coincide que en los distritos del país donde más difícil se percibe la movilidad social el Brexit ha cosechado sus mayores victorias. En la campaña del referéndum, cuando le preguntaron a Michael Gove, exministro conservador partidario del Brexit, sobre los informes de instituciones como el Banco de Inglaterra alertando de las consecuencias del leave, respondió “la gente en este país está harta de los expertos”. El que fuera autor de una de las reformas universitarias más duras de nuestra época, justificada en la “opinión” de expertos en educación, verbalizando una consigna anti-establishment. Ése fue, probablemente, un momento ganador para su opción.
En Mánchester, segunda ciudad del país, 600.000 personas sufren los efectos de la pobreza
La campaña a favor del remain ha sido comandada por todas las instituciones del establishment. Desde el Banco de Inglaterra hasta los informes y advertencias de los grandes bancos y multinacionales, pasando por Barack Obama, han resaltado la importancia de mantener el libre comercio con la Unión para la prosperidad de la economía británica.
¿Pero de qué prosperidad estaban hablando? Según señala John Pilger, el 63% de los niños pobres viven en un hogar en el que sólo trabaja un miembro de la familia. En Mánchester, segunda ciudad del país, 600.000 personas sufren los efectos de la pobreza, y en el conjunto del país son 1,6 millones los excluidos del banquete. Entre 1997 y 2005, según un estudio de los economistas Brian Bell y Stephen Machin, los salarios han crecido de media sólo un 1%. Y esa media no refleja las desigualdades territoriales, ya que en muchos lugares se ha producido una disminución. Por comparar la evolución con un bien indispensable para la vida, la vivienda lleva aumentando su precio de media un 6,7% anual desde los 80, cuando Thatcher dinamitó la construcción de vivienda pública.
Probablemente el argumento más repetido por Nigel Farage, líder del UKIP hasta que dimitió dos semanas después de la votación, fue que los 350 millones de libras semanales que Reino Unido aportaba a la UE se reinvirtieran en mejorar el depauperado NHS (sistema nacional de salud).
Esta idea fue considerada, tras ganar el Brexit, por el propio Farage como un error. Entre otras cosas porque no es la contribución neta de Londres a los presupuestos de la UE. Pero la prensa no se molestó en comprobar la veracidad o no de la propuesta, y la gente le creyó, y lo repetía en discusiones privadas y foros como un mantra. La propuesta era básicamente: menos dinero para Bruselas y más para nuestra sanidad pública, que ha sido seriamente devaluada por los sucesivos gobiernos desde los duros 80 de Thatcher. Otro gol a favor del Brexit como respuesta a las políticas de los últimos 40 años desarrolladas por el establishment.
La xenofobia y el racismo no han empezado con esta campaña. Es cierto que al menos una parte importante de los votantes a favor del Brexit se ha apoyado en ideas tales como que los inmigrantes europeos y no europeos trabajan más por menos sueldo, es decir, contribuyen a la devaluación de salarios. Tampoco se puede negar que el triunfo de esta opción ha envalentonado a los racistas, que han aumentado sus agresiones. La policía contabiliza en un 54% el crecimiento de delitos relacionados con la xenofobia en tan sólo dos semanas. Pero el UKIP cosechó en las últimas elecciones 3,8 millones de votos y son más de 17 millones los que han votado a favor del Brexit.
Pese a que existía una campaña Lexit, esto es, una campaña a favor del leave desde posiciones izquierdistas críticas con la Unión Europea, tampoco se puede decir que haya tenido un peso importante en el voto. Facebook puede que no sea una herramienta demoscópica depurada, pero frente a los 4.500 likes que tiene la única página del Lexit, hay mas de una decena de páginas diferentes a favor del Brexit con cientos de miles delikes. Su visibilidad mediática, por otra parte, ha sido nula.
Por su parte, el líder laborista Jeremy Corbyn se encontró en una encrucijada estratégica. Su trayectoria política le señalaba como profundamente euroescéptico (el Partido Laborista lo fue como organización hasta la llegada de Tony Blair). Sin mucho entusiasmo, apoyó la opción del remain, pero se negó a firmar una carta conjunta escrita por los expresidentes del partido, y tampoco se ha implicado de forma especialmente activa en la campaña. Ni siquiera el hecho de que la diputada Cox, una de las más activas defensoras del remain, fuera asesinada por un euroescéptico, hizo a Corbyn variar su táctica.
Las consecuencias dentro de su partido no se han hecho esperar. Hay que recordar que Corbyn llegó a liderar el Partido Laborista gracias a que cientos de miles de personas hasta entonces ajenas al Partido Laborista se apuntaron para votar en las primarias. Su discurso, profundamente anti-establishment, le granjeó las mismas simpatías entre esos votantes que enemistades dentro de su partido. Corbyn es el líder de un partido en el que la mayoría de sus parlamentarios no le quiere ver ahí. De hecho, al día siguiente del Brexit, diez de sus ministros en la sombra (en la cultura política inglesa, los partidos de la oposición nombran un equipo de personas que formaría el gabinete en caso de gobernar) le ‘dimitieron’, y a otro lo expulsó él por conspirar en su contra.
No están las aguas más tranquilas en el partido en el Gobierno. David Cameron y su dimisión en diferido (se irá en octubre) no han sido las únicas víctimas del Brexit.Boris Johnson, exalcalde de Londres y principal rostro de la campaña del leave, ha renunciado a sustituir al actual premier después de la “traición” del que iba a ser su número dos, el ya nombrado Michael Gove. Las intrigas de magnates de la prensa como Murdoch y Paul Dacre, dueño del Daily Mail, le han eliminado de esa carrera. Las aguas en las élites no bajan tranquilas.
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