Por: Salvador López Arnal
Lo esencial puede ser dicho así: lean, relean y discutan; estamos ante uno de los libros más filosóficos, interesantes y atrevidos de Jorge Riechmann [JR], un pensador ecosocialista esencial, maestro de muchos de nosotros, seres simbióticos en un planeta también simbiótico. Son decenas y decenas los temas presentados, ninguno de más, ninguno insustantivo, ninguno trivial. Un ejemplo: “Parece razonable que, si razonamos en términos de intereses, todos los seres vivos (desde la bacteria hasta la ballena) deberían formar parte de la comunidad moral. Llegaríamos así a una posición biocéntrica (como la que se defiende en este libro)”.
El subtítulo del ensayo recoge el asunto central de esta nueva e importantísima aportación de JR: “Elementos para una ética ecologista y animalista en el seno de una Nueva Cultura de la Tierra gaiana”.
Forman Simbioética un prefacio (“Etica para evitar lo peor (o al menos, ojalá, lo peor de lo peor”) y nueve capítulos. Entre ellos: 1. Necesitamos pensamiento extramuros, 2. ¿La naturaleza no existe?. 3. 1971-1972-1973: la fallida “revolución vernadskiana” (y bieconómica) y nuestro ingreso en el delirio epistemológico. 4. ¿A qué seguir evocando transiciones graduales hacia sociedades industriales sustentables? 5. Ética para la sustentabilidad como ética gaiana (o de otra forma: ética para la sustentabilidad -al borde del colapso ecosocial- que no sea fake). 6. Dejar de comportarnos como extraterrestres en el tercer planeta del sistema solar. 7. Simbioética: Homo sapiens en el entramado de la vida 8. ¿Somos demasiados? Reflexiones sobre la cuestión demográfica. 9. Una utopía ética desmadrada: la intervención animalista positiva en la naturaleza. Cada capítulo está estructurado en un conjunto de apartados que, en general, pueden leerse autónomamente (No se pierdan, por ejemplo, el que lleva por título “Hermanar Sócrates con Lynn Margulis” o el dedicado a sus “Amigos materialistas, ¡un esfuerzo más!” o el que tiene a los virus como protagonistas: “Los virus no están afuera” o su reflexión sobre paradojas como la siguiente: “demasiada higiene daña gravemente la salud” o el que desarrolla un tema esencial como “Intervenciones modestas y basadas en un conocimiento sólido”).
La posición filosófica práxica del autor, influido y cercano a la nueva tesis once de Boaventura de Sousa Santos, defensor de un individualismo moral sumado a un holismo ontológico: “A veces dudo de que se me pueda llamar filósofo -al menos, si me comparo con los colegas que veo a mi alrededor que se ocupan de metafísica o de filosofía de la historia, en el Departamento de Filosofía de la UAM-, aunque me gano la vida dando clase de ética y filosofía política. Salgo del paso a veces sugiriendo que se me considere subfilósofo -igual que Marcos era nuestro subcomandante-”. JR es alguien “a quien asombra, pasma y deja estupefacto aquello que los seres humanos podemos hacernos unos a otros y hacerle a la biosfera donde vivimos. Alguien que trata de comprender las raíces de tanto daño, con la esperanza -quizá insensata- de contribuir a ponerle remedio.” (Complementariamente: “Añadiría que Montaigne ya apreció la grandeza de que la filosofía se ocupe, también, del placer de rascarse. Y también que, en la Antigüedad grecorromana, nos enseña Pierre Hadot, los filósofos que fundaron escuelas no querían desarrollar sistemas teóricos, sino proponer modos de vida. Esa sigue siendo una perspectiva fecunda para hoy y para mañana”.)
Su pregunta de investigación en este libro y en realidad, añade, en todos sus trabajos recientes y en los futuros que logra atisbar: “¿cómo diablos nos metimos en esta trampa de la que no sabemos si podemos salir?”. La virtud humana más importante en esta época en que nos despeñamos hacia el antropocidio es, para JR, la humildad. “Saber reconocernos en la poca cosa que somos, deponer el antropocentrismo, asumir -como diría mi admirable amigo Paco Puche, que nos dejó, por desgracia, en el verano de 2021- el bacteriocentrismo que, desde una mirada más objetiva, reconoceríamos como el rasgo dominante en la biosfera”.
Tres ideas clave en Simbioética y también, según confesión del autor, para su trabajo en el tiempo que viene: a) biocentrismo gaiano, b) simbiosis entre natura y cultura, c) transmisión. JR observa que “solo por ese trabajo de transmisión a las generaciones más jóvenes (sobre el que tanto insistía mi amigo y maestro Paco Fernández Buey) vale la pena trabajar con alegría durante bastantes años más, a pesar del desaliento que inducen las tragedias del tiempo en que ingresamos.”
Dos sugerencias para futuras reediciones: 1. Incorporación de un índice nominal (y conceptual a poder ser). 2. Ubicar las notas más extensas, ninguna de ellas de más, al final de cada capítulo. Para facilitar la lectura.
Me olvidaba: tomen nota de las recomendaciones de lectura y observen de nuevo la ininterrumpida sensibilidad poética de JR, que baña su prosa y argumentos.
Unas palabras de César Manrique, citadas por el autor, pueden dar fin a esta breve (e injusto por ello) aproximación: “Lo único que intento lograr es asociarme con la naturaleza, para que ella me ayude a mí y yo ayudarla a ella”, naturaleza concebida por JR no de forma excluyente como lo no humano, sino como el todo del que lo humano forma parte.
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