Por: Cristóbal León Campos
El filósofo francés Jean-Paul Sartre, quien cumplió 42 años de fallecido (15 abril de 1980), expresó la síntesis de su interpretación sobre la libertad y la condición del ser en términos ontológicos, en una de sus máximas que dice “el hombre está condenado a ser libre”, frase contenida en su conferencia intitulada El existencialismo es un humanismo, dictada el 29 de octubre de 1945, en París, como parte de una serie de exposiciones en defensa del existencialismo frente a sus detractores, se publicó posteriormente como libro en 1946.
En el pensamiento de Sartre se parte del hecho de la no existencia de una determinación preestablecida sobre el ser humano, lo cual invalida la idea de cualquier ser supremo que por su voluntad estableciese el “destino” de la vida, la responsabilidad total de las acciones y de las decisiones que individual y colectivamente marcan el rumbo de los seres humanos son en lo absoluto resultado de sus decisiones, sin que esto niegue las condiciones objetivas que sujetan y sitúan la existencia en circunstancias determinadas.
En la obra del filósofo francés “la existencia precede a la esencia”, lo que presupone que la libertad pertenece al ser humano, la significación y valorización del mundo es otorgada por el ser humano y no al revés, en este sentido, se entiende que el ser humano, al no estar “determinado” por una voluntad “superior” todopoderosa, es él quien define el porvenir de su existencia partiendo del estado concreto del presente.
El ser humano comienza en la nada para prepararse hacia un propósito o proyecto, una razón de la existencia que se revela con la conciencia, aunque al no existir una determinación preconcebida, la transformación del ser es permanente, cambia día a día, ya que solo concluye esta evolución continua al momento de morir, o mejor dicho, al dejar de existir (recuérdese que la no existencia de la divinidad indica también la concreción mundanal de la vida).
El existencialismo al que Sartre está adscrito, indaga sobre cuestiones vinculadas con la vida y la existencia, interrogando conceptos fundamentales como la libertad y la responsabilidad en términos individuales de los seres humanos. Por ello, bajo estos postulados, y a pesar de que la moral y la ética son premisas de orden sociocultural, no son de forma absoluta factores decisivos a la hora de nuestras decisiones como individuos, e incluso, como colectivo.
Para Sartre la conciencia es libertad, debido a que al superarse el carácter enajenado de la existencia se reconoce la responsabilidad humana sobre su devenir y, al mismo tiempo, se rompe con cualquier predeterminación que “moldee” al ser, ya que al desarrollarse la conciencia se transforma al mundo que circunscribe la existencia, otorgando la responsabilidad consciente a los actos humanos, generando un compromiso ineludible con la situación que rodea al ser, lo que implica que el mundo como se vive en términos objetivos y subjetivos, responde al ejercicio de la libertad que se ha efectuado en la historia. No debe olvidarse que Sartre reivindicó al marxismo.
La libertad tiene expresiones en el orden objetivo, lo que se representa con el hecho de que es vivida por el conjunto de los seres humanos, y también, se expresa en el orden subjetivo, el cual implica que cada individuo la ejercerá según sus específicas particularidades. La libertad se conjuga con la voluntad y la conciencia humana.
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