“Había días en los que mi madre interrumpía el juego que habíamos armado con mis hermanas en medio del patio, o entraba quebrando el silencio de la cocina mientras hacíamos la tarea de la escuela. Aparecía de la nada con una mirada furiosa a punto de estallar, esa bronca era su dique contra las lágrimas. Estudien, trabajen y no dependan nunca de ningún hombre nos decía, y salía disparada otra vez para que no la viéramos llorar. Aún no logro saber qué fue lo que me quedó más marcado a fuego: si la humillación escondida en su gesto, o esas palabras proyectadas hacia nosotras como su apuesta a un futuro superador.” Así recordaba bell hooks las primeras lecciones de feminismo salidas de la boca de su madre. Como la mayoría de las mujeres de su generación, se había casado muy joven, había experimentado el dolor de la dominación sexista y no había podido contar con ningún movimiento ni teoría feminista que la ayudara a reconocerse como tal. Sin embargo su hija le agradece y le dedica su primer libro, reconociendo en su madre a todas las mujeres negras de ese tiempo que guiadas muchas veces por la frustración y la bronca, lograron transmitirles a las generaciones que les sucedieron las claves prácticas para un camino de elección y libertad. En ¿Acaso no soy yo una mujer? Mujeres negras y feminismo bell hooks encontró el origen y horizonte de su escritura, un principio que sostendría y profundizaría a lo largo de su recorrido como artista, intelectual y activista: todo el conocimiento que produjera tendría que poder ser entendido y alcanzado por mujeres como su madre. Sus horas de trabajo, sus estrategias de análisis sobre los estudios culturales, a los que dedicaría su vida de ahí en adelante, no quedarían dentro del mundo endogámico de las universidades. Ya a comienzos de los años 90, cuando las redes sociales aun no existían y a los profesores universitarios no se les cruzaba por la cabeza asistir a programas populares de televisión, bell hooks recibía fuertes críticas de sus colegas de Yale por hacerlo y por resaltar la importancia de sacar la teoría a las calles: “¿Qué importa que escribamos elocuentemente sobre la descolonización, si solo son niños blancos y privilegiados los que leen nuestra elocuente teoría al respecto? Muchísimos negros sufren hoy un racismo internalizado, nuestro trabajo intelectual nunca tendrá impacto en sus vidas si no lo sacamos de la academia. Los medios de comunicación de masas tienen que ser vistos como vehículos centrales para la difusión del pensamiento intelectual. Estamos ante una cultura en la que millones de personas no leen ni escriben”. Este primer cuestionamiento sobre las diferencias de raza, clase y género como identidades que se entrecruzan reforzando formas agravadas de desigualdad, modificó para siempre al feminismo -que hasta ese momento era en su mayoría un movimiento de mujeres heterosexuales blancas y de clase media- convirtiendo a bell hooks en una de las pensadoras más influyentes de nuestro tiempo. Luego de cuarenta libros publicados y a cuarenta años de su primera edición, tenemos la retrasada alegría de agradecer la primera traducción al español realizada por Gemma Deza Guil de ¿Acaso no soy yo una mujer? Mujeres negras y feminismo publicada por editorial consonni para su colección El origen del mundo, que viene haciendo un trabajo importante de rescate y traducción de obras claves en el campo de la ficción y la teoría disidentes.

Estudiar y trabajar

Gloria Jean Watkins nació en 1952, en un pueblo chico de la zona rural del estado de Kentucky, al sur de los Estados Unidos. Combinando el nombre de su madre con el de su abuela, adoptó el seudónimo de bell hooks ya desde la adolescencia, cuando comenzó a escribir sus primeros poemas. Más tarde, al firmar su primer libro, decidió dejar la firma en minúscula como una forma de crítica a la costumbre capitalista de sobrevalorar los nombres propios. Su padre trabajaba como conserje y su madre limpiaba en casas de familias blancas. Toda la educación primaria la hizo bajo un régimen de segregación que, según recuerda, era fundamental para reforzar la autoestima de los chicos negros de su pueblo. Para la década del 60, cuando comienza la secundaria, las escuelas se fusionan y a partir de ese momento su experiencia educativa cambia por completo. Ya fuera por los contenidos como por las formas de representación de las mujeres en las ficciones que se leían en la escuela, hooks sentía que la realidad de las mujeres de su raza no estaban contempladas en los programas de estudio. Cuando a los 18 años le otorgan una beca para ir a estudiar a la universidad de Stanford, California el movimiento de liberación de las mujeres estaba en las calles para poner en tela de juicio los roles de género definidos, reclamando el fin del patriarcado. hooks enseguida se unió al movimiento y formó parte de las discusiones y de los grupos de concientización que se armaban en la universidad. Sin embargo, tardó poco tiempo en darse cuenta que si había algo que el movimiento le estaba mostrando era lo poco que sabía de sí misma y del lugar que ocupaban las mujeres negras dentro del feminismo, cuál era el papel que se les asignaba en la cultura del país. El material teórico que se había escrito y el que estaban publicando sus compañeras tampoco incluía las voces de la negritud. bell hooks recuerda que cada vez que durante una clase llamaba la atención sobre cómo la raza y el racismo marcaban diferencias abismales de existencia, sus compañeras la acallaban con desdén, entendiendo su cuestionamiento como un peligro desestabilizador de la aclamada noción de sororidad. Su esfuerzo por entender y explicar estas diferencias hicieron que a los diecinueve años comenzara la investigación y los ensayos que darían forma a ¿Acaso no soy yo una mujer?, libro que terminó de escribir en los últimos años de su licenciatura, mientras estudiaba a tiempo casi completo y trabajaba como telefonista en la Oficina Telefónica de Berkeley. hooks recuerda que a pesar de lo difícil que fue encontrar tiempo para escribir, el trabajo le ofrecía algo que la universidad no podía darle en ese momento: una comunidad de mujeres negras de clase trabajadora que la empujaban a terminar su libro porque entendían mejor que nadie la importancia de que su experiencia estuviera representada. Una vez terminado, la publicación del libro no fue nada fácil, las editoriales lo rechazaron una y otra vez aduciendo que no había público interesado en un texto sobre mujeres negras. Hasta que finalmente, luego de una charla, hooks se acerca a Ellen Herman en una una librería feminista de San Francisco y le entrega una copia de su trabajo. Herman, editora de South Press, decide publicarlo en 1981. A partir de ese momento el libro se convirtió en una piedra fundamental de la teoría feminista negra.

 Ain`t I a woman?

El discurso abolicionista y feminista más famoso de la historia de los Estados Unidos se escuchó en 1851 durante la conferencia por los derechos de la mujer que se llevó a cabo en Akron, Ohio. Quien lo pronunció fue Sojourner Truth, una mujer nacida en esclavitud que había logrado su libertad al escaparse de la casa de su amo cuando éste se negó a cumplir la ley antiesclavista. Luego de una conversión religiosa, Sojourner se convirtió en predicadora itinerante y en 1843 se involucró tanto en el movimiento abolicionista como en la lucha por los derechos de la mujer, llegando a ser una de las defensoras más poderosas de los derechos humanos del siglo XIX. El ensayo de bell hooks no solo levanta el guante de Sojourner Truth y la homenajea redirigiendo la pregunta al seno del movimiento feminista de los años 80´s, sino que además interroga desde el comienzo qué le pasó a las mujeres afroamericanas de su generación para estar un siglo atrasadas con respecto a lo que sus predecesoras cuestionaban, y al lugar que habían alcanzado dentro de la discusión sufragista a pesar de haber vivido a pocos años de distancia del grillete y el azote. Bell hooks escribe un libro arriesgado para la época en la que vive, porque mete el dedo en la llaga al denunciar la manera en la que los hombres negros las acusan de traidoras por participar activamente en el movimiento de liberación de la mujer, al que ellos consideran una reivindicación de mujeres blancas: “Se nos pidió que renunciáramos a una parte de nosotras, y lo hicimos. En consecuencia, cuando el movimiento de emancipación de la mujer planteó el tema de la opresión sexista, argumentamos que el sexismo era insignificante en relación con la realidad más dura y brutal del racismo. Nos asustaba reconocer que el sexismo podía ser tan opresivo como el racismo. Nos aferramos a la esperanza de que la erradicación de la opresión racial bastaría para liberarnos. Eramos una nueva generación de mujeres negras a quienes se había enseñado a someterse, a aceptar nuestra inferioridad sexual y a guardar silencio.” Contra ese silencio crítico es que escribe su primera obra y lo hace con tanta contundencia y valentía, que a los 19 años decide tomar distancia desde adentro para inaugurar una mirada que deja al desnudo los mecanismos y las jerarquías de opresión de su propia comunidad ya se trate de la afroamericana, la académica o el movimiento feminista del que forma parte. Y una vez ahí, en lo que pareciera ser un callejón sin salida, bell hooks encuentra la clave de lectura que necesita y que ahondará en sus siguientes trabajos. Mucho antes de que el concepto de “interseccionalidad” se pusiera de moda en los círculos feministas, ella ya hablaba de un sistema de redes de opresión entrelazadas en los que el género, la raza y la clase social juegan un papel predominante que no se puede pensar ni combatir por separado dado que conforman lo que hooks denominó con especificidad: el patriarcado capitalista imperialista de supremacía blanca. Aunque parezca un trabalenguas y la mayoría de las veces la reacción del público que lo escuchaba fuera una risa inmediata, lo cierto es que ha servido para preguntarse sobre las dimensiones y la lógica del tipo de sistema al que se estaban -nos estamos- enfrentando. Acaso no soy una mujer arranca directamente desarticulando el relato académico que hooks lee durante su formación universitaria, revelando la manera en la que los estudios de género o bien negaban la cuestión de raza o eran narrados por mujeres blancas profundizando el silenciamiento al que las mujeres negras habían sido sometidas desde la esclavitud. Es una lectura difícil de sostener por momentos, porque los datos duros sobre violaciones y torturas para explicar de qué manera el cuerpo de la mujer negra fue convertido en símbolo de inmoralidad y promiscuidad para hacer de ellas un bien de apropiación y desecho sigue vigente como nunca al día de hoy. Para contrarrestar la imagen de la negra puta, el nacionalismo negro -movimiento en gran medida patriarcal y misógino- buscó superar las divisiones raciales reforzando las sexistas, entronizando la figura de la matriarca negra y castradora. El ensayo abarca un largo periodo de tiempo que llega hasta la década del 70, en el que hooks cuestiona no sólo los discursos de feministas reconocidas y valoradas como Adrienne Rich o al mercado editorial académico, sino que también hace un análisis profundo de la representación de la mujer negra en la cultura de masas de Estados Unidos. Y todavía ahora insiste en la importancia de cambiar las escenas y los escenarios en los que aparece: “Si puedo vivir el resto de mi vida sin volver a ver a una mujer negra siendo violada, maltratada y asesinada en la representación de la cultura, puedo morirme en paz. Pero por ahora esto no pasa. Escucho a mucha gente que me dice cuanto amó 12 años de esclavitud, la película de el que Lupita Nyong’o hace el papel de Patsey, una esclava que es violada y abusada de todas las maneras posibles y a la que no le otorgan ningún punto de vista.”

Una lectura vigente

La historia y el recorrido del feminismo negro en Estados Unidos no tiene paralelo en ninguna otra parte del mundo. La experiencia más cercana para nosotrxs podría ser Brasil, donde hubo y hay voces y activistas Carolina Maria de Jesús o Conceiccao Evaristo, que marcaron a generaciones de mujeres negras brasileras a pesar de que hace muy poco tiempo han sido reconocidas como las predecesoras del movimiento negro actual. Que la primera obra de bell hooks ¿Acaso no soy yo una mujer? Mujeres negras y feminismo se tradujera por primera vez al español en el año 2020 llegando a nuestro país en el 2021 es un hecho editorial muy elocuente que habla por sí solo sobre el estado del feminismo negro en la región.

Mujeres del movimiento Panteras Negras en los ’70

Pero hagamos foco en lo que sí: la reparación histórica de la comunidad afro en Argentina está teniendo cada vez más lugar en la agenda política y el colectivo feminista negro va ganando mayor espacio en los debates y activismos de hoy, no solo en nuestros país sino también en la región y aún más allá, en Medio Oriente. El proceso de mestizaje de nuestro país y en el resto de latinoamérica por un lado hizo que la invisibilización fuera más profunda hasta llegar al negacionismo de las problemáticas raciales, pero por otro lado también está haciendo posible que se ponga en discusión la afirmación de identidades cerradas en permanente disputa con otras, sin dejar de lado por eso la reivindicación histórica de las minorías. Hoy en día, son los movimientos de mujeres racializadas los que detentan una mayor potencia transformadora por no decir revolucionaria. Son los movimientos que se niegan a separar el feminismo de las problemáticas anti-coloniales como las feministas palestinas, en su lucha hacia afuera contra el proyecto de ocupación colonial israelí y hacia adentro de sus hogares contra la opresión y la violencia de género. O las colectivas feministas, lgtbiq+, estudiantes y movimientos campesinos que se levantaron contra el orden social y represivo vigente en Colombia. En nuestro país, el sábado pasado las Mujeres Indígenas por el Buen Vivir llegaron hasta el Congreso de la Nación luego de recorrer a pie 2000 kilómetros para denunciar y reclamar, desde una convocatoria plurinacional, el fin del terricidio, concepto que engloba la explotación de los recursos naturales, femicidios, racismo y colonialismo. En su camino tejieron alianzas a través de conversatorios con activistas de la India, del Amazonas y del Movimiento de Mujeres Kurdas. El sistema de opresión que hooks denominó en los 80´ como el patriarcado capitalista imperialista de supremacía blanca está a todas vistas destruyendo el planeta y la única posibilidad de desarticularlo es mediante la lucha feminista interseccional, global y conjunta. ¿De qué manera viene a darse la lectura de este libro de bell hooks en nuestro país a cuarenta años de su publicación? ¿Cualés son las discusiones alrededor de la raza y la opresión sexista hoy? Imposible no vincularla a estos movimientos, o revisar el recorrido hecho por el Encuentro Nacional de Mujeres, el largo debate que se dio en torno al cambio del nombre que buscaba el reconocimiento de las identidades disidentes y de lo plurinacional antirracista hasta que finalmente, el Encuentro Feminista más grande del mundo pasó a llamarse, en el 2019: Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis, Bisexuales y No-Binaries. Este cambio significó un enorme paso adelante en la democratización del feminismo.

Ideas situadas

A principios de la década de 2000, hooks publicó una serie de libros sobre el amor y las relaciones humanas: All About Love: New Visions, Communion: The Female Search for Love, The Will to Change: men, masculinity and love y Salvation: Black men and love. Estos libros exploran la idea del amor en relación a las de masculinidad y feminidad. A más de 20 años de la publicación del primer libro sobre el amor, la serie de hooks sigue siendo un recurso inestimable para todo tipo de situaciones, desde la superación de una ruptura hasta la simple comprensión de lo que significa cuidar de otres. Uno de ellos, Todo sobre el amor, fue publicado por Paidós en abril de este año.

Cuando la Universidad podria haber sido el lugar más cómodo donde quedarse impartiendo conocimiento, hooks volvió a cruzar los límites del trabajo intelectual: “Cuando sos mujer y usás una narrativa confesional, la gente tiende a pensar que no hay una estructura más compleja de pensamiento o filosofía detrás de esa narrativa. Yo sabía que tenía que poner en primer plano algo de ese pensamiento de fondo, de lo contrario, fracasaba. Pero aunque no haya conseguido todo lo que quería, eso no devalúa la valentía de intentar llevar la voz de la experiencia vivida y el testimonio confesional a nuestro procesamiento intelectual de una manera que no reitere todo ese patrón de distanciamiento de uno mismo y de las ideas. Me apasionan las ideas. Para mí no son sólo materia de espectáculo y entretenimiento. Son un elemento vital, y eso es lo que hace que el proceso intelectual sea tan radicalmente diferente del proceso académico. No se trata sólo de ser una especie de modelo estéril que se levanta y da una charla enlatada. Una de las cosas que me han criticado mucho es el nivel de confesión en mi trabajo y mis “actuaciones” públicas. Si leen mis primeros trabajos, hay muy poca atención a los detalles de mi vida, muy poco material personal. Una de las cosas que descubrí, al intentar traspasar las fronteras, fue que tenía que darle a la gente algo que les permitiera identificarse con lo que decía, y no sólo ofrecer una idea abstracta que pudiera no tener ninguna relevancia en sus vida”. Así es como hooks va a las escuelas, a los programas de radio, televisión y hasta talks shows en los que es capaz de contar lo que gana por mes como docente y escritora o revelarle a sus lectores las relaciones escenas de relaciones que sostuvo y que no fueron lo que podría llamarse amorosas. A cambio, recibe una abultada correspondencia diaria en la que la gente le cuenta cómo su libro, charla o columna radial le ha cambiado radicalmente la vida.