Por: Alberto Rodríguez García
Durante la cumbre de la Asamblea General de Naciones Unidas (UNGA) en Nueva York el presidente francés, Emmanuel Macron (apoyado por el primer ministro británico, Boris Johnson), intentó cerrar una reunión entre el presidente iraní, Hasán Rohaní, y Donald Trump; la primera entre mandatarios de ambos países desde la revolución islámica de 1979. Macron, sin embargo, fracasó en su objetivo cuando Rohaní puso como condición que EE.UU. debía rebajar las sanciones contra la República Islámica. Y es que en un momento en el que la tensión asfixia el ambiente solo la diplomacia puede devolver la estabilidad a un Oriente Próximo muy lejano de la estabilidad… aunque ninguna de las partes quiera, como piden los intermediarios, sentarse a negociar sin establecer condiciones previas.
Los países Europeos siguen empeñados en no dejar morir el Acuerdo de No Proliferación Nuclear que con mucho esfuerzo se logró firmar en 2015, pero la salida unilateral de Estados Unidos y la imposición constante de sanciones han hecho que los iraníes no ganen nada respetando el acuerdo. Sobre todo en un momento en el que mientras Macron y Johnson invitaban al diálogo entre Trump y Rohaní, el Secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, se reunía con el Consejo de Cooperación del Golfo y concretamente Arabia Saudí para finalmente salir al estrado a anunciar nuevas sanciones contra Irán y las empresas chinas que siguen comerciando con su petróleo.
Envalentonado por los últimos movimientos de sus aliados en la Casa Blanca, el ministro de Relaciones Exteriores saudí, Abdel al-Jubeir, se ha permitido plantear que los países europeos no deberían seguir apostando por la vía de la reconciliación. Porque los saudíes, despreciando la soberanía de los demás países, querrían que en Europa se siguiese el ejemplo norteamericano en la política exterior, donde ‘America First’ ha pasado a significar ‘Saudis First’. Tal es así que el Secretario de Defensa, Mark Esper, anunció que el pentágono ya está preparando un nuevo despliegue de tropas en territorio saudí, que se sumarán a los 500 soldados que enviaron este verano.
Las palabras de Jubeir, más un aviso entre bambalinas que una simple opinión, coinciden con el discurso de Macron ante la UNGA en el que hablaba sobre ponerle fin a las sanciones contra Irán, establecer un dialogo entre los Ayatolás, la Casa, Blanca los actores regionales del Golfo y los países del Plan de Acción Global firmantes del acuerdo nuclear de 2015. Esto es algo que no ha sentado bien entre los saudíes que, tras el ataque contra la petrolera Aramco que disparó el precio del petróleo y estuvo a punto de incendiar la región, esperaban un lenguaje mucho más agresivo contra Irán; más teniendo en cuenta que Francia, Alemania y Reino Unido han responsabilizado a Irán (por su implicación directa o indirecta) del ataque contra la petrolera saudí. Es algo que sucede además después de que Reino Unido y los otros países europeos presentes hayan aprobado en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU extender la investigación a Arabia Saudí por cometer crímenes de guerra en Yemen.
Pero con todo, es innegable que según se calienta el ambiente en el Golfo, las relaciones diplomáticas se enfrían. Sintomático de este enfriamiento es que mientras en la anterior cumbre Europa se centró en intentar salvar el acuerdo de 2015, este año la situación se mantiene igual a como estaba antes. Esta cumbre se desarrolla, además, poco después de que el ministro de Exteriores francés, Jean-Yves Le Drian, declarase que la mediación con Irán estaba siendo positiva, pero que el ataque de Aramco lo ha cambiado todo. La prioridad ya no es recuperar el Plan de Acción Global de 2015, sino el evitar una guerra total entre Arabia Saudí e Irán, que tendría un impacto inimaginable en las economías de todo el mundo. Tampoco facilita las cosas el ministro de Asuntos Exteriores iraní, Javad Zarif, que para recuperar la estabilidad en Ormuz plantea a los Europeos una única solución inasumible: desafiar a EE.UU.
Rusos y chinos tampoco han querido quedarse fuera del escenario. Mientras el Pentágono envía tropas a sus bases en Arabia Saudí, el Kremlin y la Asamblea Popular Nacional de China planean organizar ejercicios navales conjuntos con Irán en Golfo de Omán; punto de entrada al Golfo Pérsico desde el estrecho de Ormuz. Aunque Pekín ha pasado muy inadvertido durante los diferentes repuntes de tensión entre Irán, EE.UU. y Arabia Saudí en el Golfo Pérsico, los chinos cada vez tienen un papel más relevante. Las sanciones norteamericanas han empujado a Teherán hacia China, que poco a poco se está logrando establecer en Oriente Medio como ya lo ha hecho en África.
Desde China no solo firman acuerdos para establecerse en Irán. En Siria juegan un papel fundamental en las redes móviles, y en Irak siguen firmando acuerdos de cooperación mil millonarios.
Siria, el otro escenario
Siria es el otro gran escenario en el que a pesar de que la guerra está acercándose a su fin, las tensiones actuales pueden provocar nuevos conflictos. Ahora además, los saudíes han decidido apostar por las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF) frente al gobierno sirio aliado de Irán. Las SDF, que hasta ahora han mantenido un perfil bajo, se ven amenazadas por Turquía y el gobierno sirio, por lo que necesitan llamar la atención y dar una imagen de fortaleza. Para ello no dudan en aliarse con los wahabitas saudíes mientras promulgan una especie de anarquismo –tribal en esencia– feminista. Y es que que EE.UU. no se puede quedar para siempre en el norte de Siria emulando otro tipo de Afganistán, pero las SDF son incapaces de mantener su sistema por si solas, por lo que necesitan de cualquier apoyo que les puedan brindas los actuales rivales de Siria, Irán o Turquía: Francia, EE.UU., Reino Unido, Israel y por supuesto, Arabia Saudí, que decidió entrar en apoyo de los kurdos en 2018, con una inversión de 100 millones de dólares.
La relación entre las Fuerzas Democráticas Sirias y la monarquía saudí parece ser cada vez más estrecha. Tal es así que cuando Israel bombardeó Irak a finales de agosto, lo hizo desde territorio de las SDF con apoyo saudí. Yendo a acontecimientos más recientes, el 16 de septiembre aviones saudíes e israelíes bombardearon en el sur de Siria a Liwaa Fatemiyoun; fatimíes afganos aliados de Irán que combatieron junto al gobierno sirio contra ISIS. Una operación que se pudo realizar gracias a las Fuerzas Democráticas Sirias que controlan todo el territorio fronterizo.
Mientras las SDF –nacionalistas confederalistas del norte– logran hacerse sitio en el Comité Constitucional Sirio para redactar una nueva constitución, le abren las puertas a Estados Unidos, que siendo la fuerza que más se ha empeñado en derrocar a Bashar al-Assad y poner fin a la soberanía de Siria, ya se ha establecido en al menos 16 bases del norte de Siria. También utilizan el petróleo como un arma contra Siria, midiendo con cuentagotas cuanto llega a territorio controlado por el gobierno sirio y destruyendo las rutas por las que los contrabandistas venden el crudo en el lado gubernamental. Cabe destacar que las Fuerzas Democráticas Sirias y las YPG solo pueden extraer petróleo para venderlo –sin transparencia alguna–, ya que no tienen una sola refinería. También han intentado aunque sin éxito movilizar a la población de localidades fronterizas contra el gobierno sirio. Pero ni Siria ni Rusia ni Irán pueden responder de manera directa, porque ello supondría la guerra total con EE.UU. Es por eso que trabajan la respuesta dialogando con Turquía bajo el pretexto de estabilizar Idlib.
El ataque contra la refinería de Aramco ha sido una llamada de atención a todos los actores que en Oriente Medio y Próximo estaban apostando por la vía de la confrontación. Un solo ataque pudo anular el 50% de la producción petrolera de Arabia Saudí mientras el mundo miraba sin capacidad de reacción. Y no habrá ni una respuesta directa contra Irán o sus aliados, porque la palabra que más se repetirá en la nueva fase de conflicto en la que ha entrado la región es contención. Porque sin contención vendrá el desastre.
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