Por: John M. Ackerman
Derrotamos los aranceles de Donald Trump, pero los mexicanos no podemos descansar en nuestros laureles. Continuarán las agresiones y debemos estar unidos para las batallas que vienen.
Donald Trump ya demostró su enorme mala fe hacia México. En respuesta a la mano extendida de Andrés Manuel López Obrador, su apertura permanente al diálogo y al respeto mutuo entre las naciones, el ocupante de la Casa Blanca prefirió golpear la mesa y recurrir a amenazas y chantajes.
El presidente López Obrador no cayó en la provocación y México salió muy bien librado de la presente crisis. Sin embargo, se rompió la confianza bilateral y tenemos que prepararnos para lo que viene.
El primer reto es perderle el miedo a Trump. Sus amenazas son vacías, el típico ‘bluff’ de un jugador de póker.
Una guerra comercial con México sería demasiado costosa para él, sobre todo en el contexto de su conflicto con China y las próximas elecciones presidenciales.
Estados Unidos importó 347.000 millones de dólares en bienes de México durante 2018, incluyendo tractores, computadoras, coches, aguacates, lavadoras y mangos, entre muchos más. Un arancel del 25 % implicaría un impuesto de 87.000 millones a los consumidores estadounidenses, algo que lastimaría su economía de manera importante.
Y si México respondiera con aranceles similares se generaría una fuerte crisis para los productores estadounidenses. México importa unos 300.000 millones de bienes y servicios al año desde su vecino del norte.
La imposición unilateral de nuevos aranceles también implicaría una violación flagrante a la propia Constitución de los Estados Unidos.
La Sección Octava del Primer Artículo de su Carta Magna dice sin rodeos que es el Congreso de la Unión, no el Poder Ejecutivo, el que cuenta con la facultad originaria y exclusiva de “regular el comercio con naciones extranjeras”.
Cualquier nuevo arancel debe ser avalado por el Poder Legislativo, donde Trump no tiene mayoría.
Nuevos aranceles también violarían las reglas, tanto de la Organización Mundial del Comercio como del Tratado de Libre Comercio. Estos acuerdos permiten la aplicación de aranceles en respuesta a una agresión comercial de otro país, pero prohíben de manera tajante su aplicación de manera unilateral o para lograr cambios políticos, como una modificación en la política migratoria de un país vecino.
Ahora bien, para salir al paso Trump recurre a la ‘International Emergency Economic Powers Act’. Esta ley fue aprobada en 1977 para permitir al presidente de EE.UU. tomar represalias económicas en contra de los enemigos políticos de Washington en caso de que existiera “una amenaza internacional inusual y extraordinaria”.
En otras palabras, Trump considera a México y a todos los mexicanos y centroamericanos como sus enemigos.
¿Cómo espera que respondamos, entonces?
México podría también exigir y chantajear, ¿eh?
Por ejemplo, a Trump le gusta hablar de ‘invasiones’ pero, en realidad, es México quien sufre una verdadera invasión, desde el norte, de miles de armas de alto poder y también de dinero sucio del narco.
¿Qué tal si México amenazara con suspender sus exportaciones de petróleo o cerrar la frontera norte hasta que EE.UU. redujera su consumo de drogas y acabara con el tráfico de armas?
Lo mejor es llevar la fiesta en paz, desde luego, pero los mexicanos tampoco podemos permitir que ningún poder extranjero dicte nuestra política interior.
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