Por: Eduardo Paz Radan
Varios hechos notables de las últimas semanas en Bolivia y América Latina han desnudado la mentalidad colonizada y la enajenación política de varios gobernantes, políticos, medios de comunicación e intelectuales a través de una serie de manifestaciones públicas o decisiones estatales que muestran los alcances de la fuerza que tiene el pensamiento alejado de las necesidades y los requerimientos tanto de los pueblos como de las naciones.
En Bolivia, la carta enviada por varios parlamentarios y dirigentes de las llamadas plataformas ciudadanas al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, para que ejerza acciones, presiones, intervenciones en la vida política electoral y democrática del país muestra cómo representantes legislativos pueden enajenar la soberanía nacional y su propia dignidad para ponerse en manos del representante máximo del poder imperial. Por supuesto, los sectores más conservadores del parlamento norteamericano han hecho conocer una resolución impugnando la candidatura presidencial de Evo Morales.
Esta actitud ha sido respaldada por varios medios de comunicación de propiedad empresarial y de intelectuales que, al margen de la noción de Patria, consideran que el poder externo debe imponerse en Bolivia. Es altamente probable que la “carta”, la “resolución” del legislativo estadounidense, como las “noticias” de prensa y de redes mediáticas pretendan servir como argumento posterior a las elecciones de octubre de 2019 para impugnar los resultados electorales e intentar desestabilizar una nueva gestión del Movimiento Al Socialismo (MAS) y de los movimientos populares, incluida la Central Obrera Boliviana (COB).
Por otra parte, varios presidentes de los países de la región nuevamente han mostrado su faceta cipaya en el denominado Grupo de Lima y en la Organización de Estados Americanos (OEA) al someterse a los dictados del vicepresidente norteamericano Mike Pompeo, quien determinó una nueva escalada de presión sobre el gobierno democrático y bolivariano de Venezuela para desestabilizarlo e intervenirlo militarmente después de su rotundo fracaso al intentar imponer al fantoche de Juan Guaidó.
A ese juego se someten Sebastián Piñera de Chile, Iván Duque de Colombia, Jair Bolsonaro de Brasil, Lenin Moreno de Ecuador o Mauricio Macri de Argentina. En el caso de Piñera y Duque, estos se han convertido en los alfiles de Trump al impulsar el llamado Foro Progreso de América del Sur (PROSUR) como instancia de coordinación conservadora en la región.
En el caso de Bolsonaro y Macri, estos han decidido abandonar el proyecto más importante de la integración latinoamericana liberadora y nacionalista como es la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR) en tanto que Moreno ha determinado expropiar la sede de UNASUR en el Ecuador, abriendo las puertas a una nueva ola neoliberal de los llamados Acuerdos de Libre Comercio impulsados por Washington. Sin embargo, los pueblos, movimientos sociales y populares y organizaciones políticas de izquierda y antiimperialistas mantienen la resistencia a estos gobiernos que ya están en crisis internas muy profundas, como los casos de Argentina, Ecuador, Perú o Colombia.
La guerra contra la colonización mental, iniciada por los héroes de la primera independencia y por el impulso del proyecto bolivariano de Hugo Chavez, Lula Da Silva o Evo Morales está presente y, sin duda, las batallas políticas, ideológicas, intelectuales y teóricas estarán presentes en América Latina y el Caribe.
* Eduardo Paz Rada es Sociólogo boliviano y docente de la UMSA. Escribe en publicaciones de Bolivia y América Latina.
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