Por: Marco Teruggii
Guaidó promete la “fase definitiva de la operación libertad”. ¿Se trata de ganar tiempo o de la puerta a un nuevo escenario?
Caen las primeras lluvias sobre Caracas luego de meses de sequía. La ciudad se detiene de a ratos, vuelve a ponerse en movimiento con el regreso del sol. Pronto vendrán los aguaceros de mayo, los palos de agua, el cielo desfondado. “Lluvia tropical es un chorro poderoso de agua con un poquito de aire”, escribió Vladimir Maiakovski cuando se encontró ante la primera lluvia del trópico. Comienza el invierno sin frío que ensordece al golpear sobre las casas de los barrios, rebalsa los llanos, crea esteros, refugios bajo techos de palma, conversaciones largas con cafés, cuentos y preguntas que son tantas como países hay en Venezuela.
Lo único seguro parece a veces que luego de la sequía vendrá la lluvia, otra vez el sol, y siempre habrá calor. Lo demás tiene niveles fuertes de incertidumbre. Ha sido así desde que llegué en el 2013: cada año fue anunciado como el más difícil. El 2019 no fue la excepción, y desde enero hasta este final de abril parece haber transcurrido más de un año. Algunas fechas ayudan a ordenar el tiempo: tres meses desde la autoproclamación de Juan Guaidó, dos desde el intento de ingresar por la fuerza a territorio venezolano a través de Colombia. La política se convirtió en lluvia tropical, con poquito de aire.
En este final de abril ya no estamos como en los días donde parecía que nos acercábamos a un posible quiebre. El país ha recobrado una tranquilidad de superficie. Caracas tiene forma de cotidianos, los de una ciudad caribe, golpeada por la situación económica, acostumbrada a pelear. No se vive una situación a punto de un estallido, de alzamiento para exigir que Guaidó sea presidente. Nunca fue tan grande la distancia entre las calles y las declaraciones internacionales, las redes sociales, lo que sucede en lo visible y lo que se mueve en profundidades.
Un nuevo asalto está en preparación. ¿Cuáles serán sus formas? Esa es la pregunta principal. En seis años de vida en Venezuela he visto a la derecha desplegar estructuras paramilitares con acciones contra cuarteles y zonas populares, realizar saboteos, asesinatos de dirigentes chavistas, de personas inocentes para aumentar la cantidad de muertos y sacarle rédito político, intentar un atentado contra el presidente Nicolás Maduro. Es mucho, vendrá más.
Contestar a la pregunta es indagar en las declaraciones y movimientos de quienes están al frente del plan contra Venezuela: Donald Trump, el sector de neoconservadores encargados de las operaciones, y las estructuras del Estado profundo norteamericano que ha mantenido una línea invariante contra el chavismo. Es necesario saber dónde estuvo y qué dijo el jefe del Comando Sur, Craig Faller, el secretario de Estado, Mike Pompeo, o el enviado especial para el caso Venezuela, Elliot Abrams.
Por el momento sostienen diferentes posibilidades en simultáneo: plantear que la opción militar es posible y no sería con intervención de marines sino con ciberataques, bloqueo naval, ejército mercenario, afirmar que una intervención es aún prematura, sostener que la salida podría ser electoral con participación del Partido Socialista Unido de Venezuela sin Nicolás Maduro. En cuanto a la narrativa del conflicto han escalado hasta plantear que Venezuela es el territorio de operaciones de Rusia, China, Cuba, Irán, Hezbolá, y el Ejército de Liberación Nacional. Es un asunto prioritario en un contexto de disputas geopolíticas en escalada.
Cada día puede traer nuevas declaraciones, amenazas, y acciones. La dinámica tiene una lógica: asalto, medición de resultados, nuevas maniobras, narrativas, nuevo asalto. Estamos en el momento de maniobras, con ataques económicos, sanciones a dirigentes, acciones en organismos internacionales, en la antesala de la próxima gran fecha anunciada por Guaidó para este 1 de mayo. Según sus declaraciones será la “fase definitiva de la operación libertad”. ¿Se tratará de una nueva manera de ganar tiempo o la puerta de inicio de un nuevo escenario? Aún no se sabe. No depende de él sino de quienes dirigen, financian, planifican, enfrentados al hecho que la Fuerza Armada Nacional Bolivariana no se ha quebrado y Guaidó no logra masificar sus convocatorias.
Por el momento continúa la ambición norteamericana de lograr un desenlace rápido. Aunque, como dijo William Brownfield, quien fue embajador en Venezuela, al desglosar las posibles formas de intervención: “espera la solución rápida, pero prepárate para la solución de largo plazo”. El largo plazo es la economía, los efectos de los ataques en escalada que conforman un bloqueo. El canciller venezolano Jorge Arreaza presentó la denuncia en la Organización de Naciones Unidas el día miércoles 25 de abril. Allí planteó, entre otras cosas, las vías a través de las cuales se asfixia al país, y cómo existen actualmente, por ejemplo, cinco mil millones de euros retenidos/robados al Estado venezolano en instituciones como Citibank, Novo Bank, Banco de Inglaterra, North Capital Bank, entre otros.
Venezuela es un campo de acción inédito, una demostración de estrategias actuales norteamericanas, sus zonas de impunidad para avanzar, los contrapesos de otras potencias en un cuadro de disputas abiertas, la capacidad del chavismo para enfrentar la violencia de los asaltos. Existe un espejo: muestra aquello que puede tener que enfrentar un proceso político latinoamericano que sea declarado como enemigo por Estados Unidos. No se vive la excepción sino la fase más avanzada del intento de derrocamiento.
La próxima fecha anunciada es el 1º de mayo. El chavismo, como cada año, movilizará. La ciudad, el país lo saben bajo la tranquilidad aparente. Siempre se está ante la posibilidad de un acontecimiento que acelere, cambie el tiempo y la potencia del enfrentamiento, busque el quiebre. Mientras tanto la época de lluvia se abre paso, la certeza de la alternancia entre el sol y los aguaceros, los chorros de agua donde solo queda un poquito de aire.
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