Por: Eduardo Paz Rada
Una de las obras fundamentales del revisionismo histórico boliviano es “Nacionalismo y Coloniaje” de Carlos Montenegro, el libro más importante para entender los procesos políticos y sociales del país que, además, abrió un horizonte de prácticas y procesos que alcanzaron su cúspide con la Revolución Nacional de 1952 que transformó la sociedad y el estado y que en el siglo veintiuno nos permite avanzar en la comprensión de los problemas centrales respecto a la nación y al coloniaje como dilema fundamental de la existencia y destino de Bolivia.
El libro fue publicado por primera vez en 1944, después de la experiencia traumática para el pueblo boliviano como fue la Guerra del Chaco, la batalla contra los poderosos barones del estaño y su Superestado antinacional, la nacionalización del petróleo de manos de la Standard Oil que apostó por la conflagración bélica a costa de 50.000 patriotas muertos en la defensa del territorio o el suicidio del Coronel Germán Busch, el héroe de la Patria.
En el libro Montenegro desnuda, con una crítica profunda e implacable, los instrumentos del poder colonial y oligárquico que cimentaron un remedo de país y, frente a esto, reivindica los esfuerzos y procesos históricos en los cuales el pueblo fue el protagonista para construir su destino defendiendo la nacionalidad en construcción, el territorio y la identidad.
El fundamento central de la obra está en hacer visible la enajenación mental y la dominación ideológica de los escritos de la historia “oficial”, de los historiadores y de la prensa oficiales que se difundían como la única y definitiva versión de los acontecimientos históricos con la finalidad de mantener un sistema de opresión y dependencia, en el cual el pueblo es el derrotado y excluido y las elites los personajes centrales.
Su estudio de la historia estuvo acompañado con el compromiso y la lucha política, los cuales estuvieron presentes en sus libros y, especialmente, en el periódico “La Calle”, como emblemática tribuna para defender los intereses nacionales y populares dando guerra a la oligarquía minero-terrateniente. No se puede entender la revolución de abril de 1952 sin entender la importancia de la lucha ideológica emprendida por Montenegro quien tuvo a su lado a Augusto Céspedes y luego profundizaron su perspectiva Sergio Almaraz, René Zavaleta Mercado y Andrés Soliz Rada.
Carlos Montenegro también significa controversia y debate porque no se esconde en la neutralidad, toma una clara posición desde la defensa de los humildes, de los golpeados, de los trabajadores del campo y la ciudad, de los sectores medios, pero sobretodo toma posición por la construcción de la nación soberana y libre, por la Patria Boliviana. Y no deja de advertir la alta importancia de la acción conjunta de los pueblos de América latina contra la agresión y explotación extranjera.
El actual proceso de transformaciones políticas, sociales, económicas y culturales, iniciado en la rebelión de octubre de 2003, es la afirmación de la nación boliviana, del nacionalismo antiimperialista, sobre sus bases indias, campesinas, populares, obreras, de mujeres que, en el proceso de los últimos trece años, ha reafirmado la dignidad y la soberanía con la nacionalización del gas, la recuperación de las empresas estratégicas, la redistribución de la riqueza, la industrialización y el fortalecimiento del mercado interno, la integración territorial y social del país, el potenciamiento del estado Nacional, la participación popular y el impulso a unidad latinoamericana y caribeña.
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