Por: Grecia Gonzales OruñoRebelión
“Hay un cholo que se llama Saavedra. Bien educado, abogado, astuto, fue rector de la universidad estatal, es un hombre viajado”.
“El general y sus presidentes”, Robert Bockmann.
“Su contextura física es interesante (…) De regular estatura, más bien bajo. De anchos hombros y sosteniendo una cabeza enérgica. Rollizo y fuerte con un amplio pecho; cuello corto. Sus ojillos pequeños y oblicuos acusan una extraordinaria movilidad. Su mirar es despectivo y sus gestos todavía algo más. Habla nerviosamente y con un deseo impresionante del Altiplano. Sus manos se agitan y son instrumentos de convicción en la charla. Nunca se encuentra satisfecho; su crítica es despiadada, constante y sin cuartel”.
Así, Tristán Marof (Gustavo Navarro) describió –en el texto Bautista Saavedra, el último caudillo de Carlos Aramayo– a Juan Bautista Saavedra Mallea (1870-1939), más conocido como el “Cholo Saavedra”, quien murió tras presentar un grave cuadro de peritonitis, hace 80 años.
Saavedra, quien fue presidente de Bolivia entre 1921 y 1925, nació en Sorata, La Paz, el 30 de agosto de 1870. Sus padres fueron Zenón Saavedra y Josefa Mallea. Estudió en el Colegio Ayacucho. A los 26 años se graduó como abogado. Un año después, dictó cátedra en Derecho Penal en la Universidad de San Andrés.
El intelectual
Fue también sociólogo, diplomático y periodista. Publicó artículos en El Telégrafo y El Comercio. En 1917, se constituyó en el primer director de La Razón.
Algunos de sus más destacados textos fueron El proceso de Mohoza (1901), El doctor Serapio Reyes Ortiz (1901), Los orígenes del Derecho Penal y su historia (1901), El ayllu (1903), La cuestión fronteriza con el Paraguay (1903), El litigio Perú-boliviano (1903), El laudo argentino (1909), La democracia en nuestra historia (1921), Los orígenes del derecho (1929), La moneda boliviana (1936), El Chaco y la Conferencia de Paz en Buenos Aires (1939) y otros folletos de carácter político.
Entre sus obras póstumas resaltan El último jirón de la patria (1947) y La aurora de la independencia hispanoamericana (1977).
Liberal y republicano
En su juventud militó en el Partido Liberal (PL). Luego, el presidente Eliodoro Villazón lo nombró ministro de Justicia e Instrucción Pública (1912). Fue embajador en Lima (1913) y senador por La Paz (1914).
Rompió relaciones con el PL, en 1914, para organizar el Partido Republicano (PR) junto a Daniel Salamanca y José Escalier. Cuatro años después, fue elegido diputado por Potosí.
Fue uno de los impulsores del golpe de Estado civil-militar contra el Presidente José Gutiérrez Guerra, el 12 de julio de 1920. Después de ese hecho, integró un triunvirato con los republicanos Manuel Ramírez y Escalier. Esa instancia convocó a una Asamblea Constituyente, donde fue nombrado como Presidente.
Al respecto, la revista Time –citada en el libro El general y sus presidentes de Robert Brockmann– afirmó que “en Bolivia hay menos blancos que en Minneapolis, y hay unos 3.000.000 de indios y cholos (mestizos). Hay un cholo que se llama Saavedra. Bien educado, abogado, astuto, fue rector de la universidad estatal, es un hombre viajado. Hace poco tiempo condujo una revolución. Ahora es el presidente Saavedra”.
Su llegada al poder dio fin a 21 años de gobiernos liberales. No obstante, su particular designación creó animadversión en el PR. En ese marco, Escalier y Salamanca organizaron un bloque de oposición: el Partido Republicano Genuino.
Sus obras
Su primer acto gubernamental fue la reforma de la Ley Electoral. Luego, frente al sistema de explotación liberal, dictó una legislación social que contempló la regulación de los de accidentes de trabajo, el ahorro obrero obligatorio y la reglamentación de huelgas. Esas medidas se constituyeron en las bases de la Ley General del Trabajo (1939).
Posteriormente, creó un Instituto de Reformas Sociales, donde se estudió todo “lo atingente con la mejora de las condiciones de la clase proletaria”. De forma paralela, combatió el analfabetismo con la “instrucción obligatoria” y la multiplicación de escuelas rurales.
Con el fin de impulsar el comercio y la industria, de acuerdo al texto Cuatro años de gobierno del Dr. Saavedra de Pablo Suero, se construyeron caminos y redes ferroviarias en lugares distantes.
En el ámbito de la libertad de expresión, derogó la liberal Ley de Imprenta del 17 de enero de 1918, que permitía la penalización de la labor periodística. En su lugar, aprobó la Ley de Imprenta, el 19 de enero de 1925, que aún tiene plena vigencia.
Dos masacres
Su gobierno tuvo luces, pero también sombras. Bajo su mandato, se produjeron dos masacres, que como espectros le iban a perturbar su anhelado retorno al poder.
Esos fatales sucesos mostraron el oscuro rostro de los republicanos.
“La masacre de Uncía (1923), ocasionada por el creciente despertar de la conciencia de clase de los trabajadores del subsuelo, y la masacre de campesinos de Jesús de Machaca (1921) son suficientes pruebas del espíritu antipopular que inspiraban los gobiernos republicanos. La crisis económica determinó la agudización de esa política”, explicó Agustín Barcelli en su obra Medio siglo de luchas sindicales revolucionarias en Bolivia.
Enamorado del poder
Terminada su gestión, Saavedra no quiso abandonar el mando. “El Presidente simplemente anunció que no dejaría el poder en enero sino que se apegaría a la tradición y entregaría la banda presidencial el 6 de agosto”. El motivo de la prórroga eran los festejos del Centenario de la República, reveló Robert Brockmann.
Tras siete meses de prórroga, Saavedra organizó un plan para continuar con su régimen. Por iniciativa de su suegra, Clotilde Bustillos, se nominó como candidato al médico Gabino Villanueva, quien ejercía el cargo de ministro de Instrucción Pública. Como vicepresidente fue postulado su hermano, Abdón Saavedra, quien era Prefecto de La Paz, añadió.
Villanueva y su hermano triunfaron en las urnas, dejando atrás al binomio Daniel Salamanca y José Luis Tejada Sorzano.
Por pretender incluir tres ministros liberales en su gabinete y bajo el argumento de que no habían renunciado a sus cargos con antelación de seis meses, Villanueva y Abdón Saavedra no llegaron a ocupar la silla presidencial.
Para cubrir la acefalía fue designado como primer mandatario Felipe Segundo Guzmán. Su gestión, de septiembre de 1925 a enero de 1926, estuvo sujeta a los designios de Bautista Saavedra.
Su última batalla
En sus últimos intentos para controlar el poder, Saavedra presionado por el Ejército aceptó la candidatura de Hernando Siles, con la esperanza de que Abdón Saavedra ocuparía la vicepresidencia.
El 1 de enero de 1926, Siles ganó las elecciones. Empero, el flamante Presidente, no tardó en desligarse de las riendas saavedristas.
Bajo el gobierno de Daniel Salamanca (1931-1934), el “Cholo Saavedra” fue llamado a juicio de responsabilidades en la Cámara de Diputados, pero el caso no prosperó.
Durante la guerra del Chaco (1932-1935), realizó una campaña periodística opositora desde La República, vocero del Partido Republicano Socialista. En 1934 fue desterrado.
Como delegado de la Conferencia de Paz del Chaco, participó en las negociaciones de armisticio.
En la posguerra, en 1936, intervino a favor del levantamiento del 17 de mayo; pero, a consecuencia de discrepancias con el nuevo régimen civil-militar de David Toro, fue deportado.
Luto en la prensa
La Razón, el 3 de marzo de 1939, informó que la salud de Saavedra, exilado en Chile, se agravó por complicaciones en el hígado y los riñones. El 28 de febrero fue intervenido quirúrgicamente, pero sobrevino una letal peritonitis. El 1 de marzo de 1939, a horas 10, falleció.
Ese mismo día, el presidente Germán Busch decretó duelo nacional por tres días.
Su muerte conmovió al pueblo boliviano.
“Siguiendo el trágico desatino de algunos presidentes bolivianos, muere en pleno vigor de su otoño inquieto de fervores patrióticos Bautista Saavedra, amparado por el claror de cielos extranjeros”, lamentó El Diario, el 2 de marzo.
“Se fue el conductor del pueblo. El político de los gestos inflexibles. El hombre que hizo de su vida –extraña parábola– un símbolo de consecuencia con sus ideales y consigo mismo”, expresó La Noche, el 2 de marzo.
En su editorial, La Calle, a su turno, manifestó que “la sensación producida en esta ciudad por la inesperada noticia del fallecimiento de Bautista Saavedra no ha hecho más que confirmar su inextinguida popularidad (…)”.
Los funerales
Sus restos fueron repatriados de Chile el 23 de marzo. La Razón informó que, a horas 19, fue colocado el ataúd en capilla ardiente en la Basílica de Nuestra Señora de La Paz.
Desde las 20 horas hasta la madrugada, el féretro fue visitado por más de 10 mil personas. En la misa de cuerpo presente participaron todas las autoridades del país y la población en general.
A horas 11, el Ejército disparó 21 cañonazos en su homenaje. Luego, sus restos fueron enterrados en el Cementerio General.
Grecia Gonzales Oruño es Comunicadora Social
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