Algunos lectores, tal vez muchos, considerarán que mi pregunta es ofensiva, pero no pediré disculpas por formularla; me reconforta el hecho de que mi decisión de plantearla cuenta con el pleno apoyo de mi muy apreciado amigo judío, sobreviviente del Holocausto nazi, el doctor Hajo Meyer.
Alan Hart
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens |
Antes de presentarle mi idea del título, sabía perfectamente que él cree, y lo ha dicho en público, que los nazis trataron de deshumanizarlo en el campo de concentración de Auschwitz y que los sionistas tratan de deshumanizar a los palestinos en su propio país.
Cuando le pregunté si podía plantear mi propuesta de pregunta en el título, dijo “Sí, absolutamente”. Agregó: “el sionismo es para el judaísmo moderno ilustrado lo que el nazismo fue para los valores éticos tradicionales de Alemania. (Uno de los libros más importantes de Hajo lleva el título: An Ethical Tradition Betrayed, The End of Judaism (Una tradición ética traicionada, el fin del judaísmo).
El título fue suscitado en mi mente a finales de octubre por el anuncio de que ante la cercanía de la elección del próximo mes de enero, el gobernante partido Likud de Israel dirigido por el primer ministro Netanyahu está uniendo sus fuerzas con Yisrael Beiteinu, el grupo ultranacionalista dirigido por Avigdor Lieberman, ministro de Exteriores de extrema derecha en el actual gobierno de coalición.
Como señaló Larry Derfner (despedido de The Jerusalem Post por decir algunas verdades en su web): “Lieberman tiene la reputación internacional totalmente merecida de neofascista que odia a los árabes y ama la guerra”. Derfner también señaló que la etiqueta de “neofascista” fue usada para hablar de Lieberman por Martin Peretz, “el vociferante exeditor favorable a Israel de The New Republic”.
Fascismo es una de esas palabras conceptuales con un significado que depende en cierta medida de lo que sucede en un momento particular de la historia. Alemania bajo Hitler, Italia bajo Mussolini o España bajo Franco, fueron Estados fascistas. Característicos del fascismo fueron gobiernos dominados por dictadores con personalidades magnéticas, que movilizaban a sus seguidores con mensajes que apelaban a un nacionalismo estridente y promovían sospechas u odio contra extranjeros y gente “impura” dentro de sus propias naciones (sobre todo judíos en el caso de Hitler).
En la actualidad el término fascista se utiliza en general para describir gobiernos o dirigentes individuales (así como dictaduras militares) que practican el racismo incluso si no lo predican, y actúan de una manera arbitraria, farisaica, desafiando el derecho internacional.
En octubre de 2010, Uri Avnery escribió un artículo premonitorio con el título “Weimar en Jerusalén: el ascenso del fascismo en Israel”. [http://www.mediterraneosur.es/prensa/avn_weimar.html]
Concluyó que Israel no es todavía “la Alemania del paso del ganso de aquellos días” pero podría convertirse en algo muy semejante a menos que la sociedad israelí movilizara las fuerzas democráticas en su interior. Agregó: “Pero para que eso suceda debe despertar del coma, entender lo que está pasando y adónde se está dirigiendo, protestar y luchar por todos los medios disponibles (mientras todavía sea posible) para detener la ola fascista que amenaza con engullirnos”.
Dos años después el acuerdo de Netanyahu con Lieberman es seguramente una señal de que esa ola gana fuerza.
Una de las reacciones más escalofriantes ante su decisión de hacer causa común con fines electorales fue la de Azriel Livnat. ¿Quién es Livnat? Exmiembro importante de Lehi, la organización terrorista sionista también conocida como Banda Stern (que ofreció unir sus fuerzas a los nazis de Hitler), y padre de Limor Livnet, del Likud, actual ministro de Cultura y Deporte. En una entrevista del 30 de octubre en el Canal 7 de Israel, el principal medio de los colonos, Azriel Livnat dijo lo siguiente:
“Tal vez ahora el Likud volverá a sus raíces. Espero que los dos partidos unificados conserven las colonias y todo el País de Israel, y que se cumpla la visión de un Estado Judío a ambos lados del Río Jordán”.
Bajo el subtítulo de El sitio de Israel en el club internacional de los fascistas, Avnery presenta una observación que a mi juicio da exactamente en el blanco.
“Este no es un fenómeno típicamente israelí. En toda Europa y América, los fascistas declarados están alzando la cabeza. Los proveedores del odio, que hasta ahora han ido extendiendo su veneno por los márgenes del sistema político, están llegando al centro. En casi todos los países hay demagogos que construyen su carrera sobre la incitación contra los débiles y los indefensos, y abogan por la expulsión de los “extranjeros” y la persecución de las minorías. En el pasado era fácil vencerlos, como a Hitler al comienzo de su carrera. Ahora hay que tomarlos en serio.”
En el caso de Netanyahu existe la posibilidad de preguntarse hasta qué punto debemos tomarlo en serio. Sí, está definitivamente comprometido con un Gran Israel y con la negativa de un Estado a los palestinos en cualesquiera condiciones (tierras y otras) que ellos puedan aceptar, pero en otras cosas ¿es un maestro del engaño? ¿Cree realmente, por ejemplo que un Irán armado de unas pocas bombas nucleares podría y querría plantear una amenaza existencial para el Estado sionista? (si lo hace, está loco); ¿o decidió jugar la carta de la amenaza iraní para sacar a Palestina de la agenda, a fin de permitir que Israel continúe su colonización y su lenta limpieza étnica de Cisjordania ocupada sin temor a sanciones de las principales potencias?
Existen, sin embargo, todas las razones del mundo para tomar en serio a Lieberman, y la clave para entenderlo se encuentra en su propia descripción de su partido – “un movimiento nacional con la clara visión de seguir por el valiente camino de Zev Jabotinsky”.
En el primer borrador occidental –todavía existente– de la historia del origen del conflicto en y por Palestina que se convirtió en Israel, Jabotinsky es descrito no solo como el padre fundador de la Haganá y por lo tanto del ejército israelí, sino también como fundador del “sionismo revisionista”.
Como explico en detalle en mi libro Zionism: The Real Enemy of the Jews, el “Sionismo Revisionista” es en realidad el sionismo HONESTO. Los que en 1897 proclamaron la creación del sionismo (descrito a veces como “sionismo práctico” y / o “sionismo socialista laborista”) fueron DESHONESTOS.
Acordaron no divulgar públicamente su verdadero objetivo – un Estado judío en toda Palestina árabe. En su lugar hablaron y escribieron para el consumo público sobre la necesidad del asentamiento judío, por obvia implicación algo bastante alejado de la condición de Estado; y pretendieron que podían llegar a un agradable acomodo con los árabes. Dicho simplemente, no querían que el mundo y especialmente los demás judíos llegaran a pensar en la probabilidad de que la creación de un Estado judío requeriría que algunos y tal vez numerosos palestinos fueran desposeídos de sus tierras, sus casas y sus derechos.
Los dirigentes del sionismo anteriores a Jabotinsky inventaron la monstruosa, malvada, mentira propagandística de que Palestina era una “tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra” a fin de anestesiar la conciencia judía.
Aparece Jabotinsky. Su libro El Muro de Hierro. Nosotros y los Árabes fue publicado en 1923. Su visión central era que el sionismo tenía que tomar Palestina de sus dueños árabes por la fuerza o de ninguna manera. (Dos años después Adolf Hitler publicó el primer volumen de Mein Kampf [Mi lucha]).
El libro de Jabotinsky se convirtió en el principal texto inspirador para la mayoría de los nacionalistas judíos que se convirtieron en israelíes. (A mi juicio El Muro de Hierro fue para el sionismo lo que Mein Kampf fue para el nazismo).
Comprender el modo de pensar de Jabotinsky es comprender cómo y por qué Israel se convirtió en el Estado arrogante, agresivo, opresivo, racista que es hoy en día y, también por qué Lieberman es lo que es. Por ese motivo voy a citar (como lo hago en mi libro) nueve párrafos de El Muro de Hierro (con énfasis agregado por mí).
No cabe discusión de reconciliación voluntaria con los árabes, no ahora y no en el futuro previsible. Toda la gente de buena voluntad, con la excepción de los ciegos de nacimiento, comprendió hace tiempo la imposibilidad total de llegar a un acuerdo voluntario con los árabes de Palestina para la transformación de Palestina de un país árabe a un país con mayoría judía.
Cualquier pueblo nativo ve su país como su hogar nacional, del cual será el amo total. Nunca permitirá voluntariamente un nuevo amo. Lo mismo vale para los árabes. Los partidarios de un compromiso entre nosotros tratan de convencernos de que los árabes son una especie de tontos que pueden ser engañados con formulaciones ocultas de nuestros objetivos básicos. Me niego rotundamente a aceptar esa visión de los árabes palestinos.
Tienen exactamente la misma psicología que nosotros. Ven Palestina con el mismo amor instintivo y verdadero fervor como cualquier azteca veía su México o cualquier sioux su pradera. Cada pueblo luchará contra los colonizadores hasta que se extinga la última chispa de esperanza de que pueda evitar los peligros de la colonización y la conquista. Los palestinos lucharán de esta manera hasta que quede apenas una chispa de esperanza.
No importa qué tipo de palabras utilicemos para explicar nuestra colonización. La colonización tiene su propio significado integral e inescapable comprendido por todo judío y todo árabe. La colonización solo tiene un objetivo. Es su propia naturaleza. Cambiar la naturaleza es imposible. Ha sido necesario realizar la colonización contra la voluntad de los árabes palestinos y la misma condición existe actualmente.
Incluso un acuerdo con no palestinos (otros árabes) representa el mismo tipo de fantasía. Para que nacionalistas árabes de Bagdad o La Meca o Damasco acepten pagar un precio tan serio tendrían que renunciar a mantener el carácter árabe de Palestina.
No podemos dar ninguna compensación por Palestina, ni a los palestinos ni a otros árabes. Por lo tanto, un acuerdo voluntario es inconcebible. Toda colonización, incluso la más limitada, debe seguir desafiando la voluntad de la población nativa. Por ello, puede continuar y desarrollarse solo bajo el escudo de fuerza que incluya un Muro de Hierro a través del cual la población local nunca pueda irrumpir. Es nuestra política árabe. Formularla de alguna otra manera sería hipocresía.
Sea a través de la Declaración Balfour o el Mandato, la fuerza externa es una necesidad para establecer en el país condiciones de gobierno y defensa para que la población nativa, sin tener en cuenta lo que desea, sea privada de la posibilidad de impedir nuestra colonización, administrativa o físicamente. La fuerza tiene que jugar su papel – con fuerza y sin indulgencia. En esto, no hay diferencias significativas entre nuestros militaristas y nuestros vegetarianos. Unos prefieren un Muro de Hierro de bayonetas judías; otros un Muro de Hierro de bayonetas inglesas.
Si se quiere colonizar un país en el cual ya hay gente viviendo, hay que proveer una guarnición para ese país, o encontrar algún rico o benefactor que provea una guarnición por vuestra cuenta. ¿De otro modo? O de otro modo, renunciad a vuestra colonización, porque sin una fuerza armada que imposibilite cualquier intento de destruir o impedir esa colonización, la colonización es imposible – ¡no difícil, ni peligrosa sino IMPOSIBLE! El sionismo es una aventura colonizadora y por ello depende totalmente de la cuestión de la fuerza armada. Es importante hablar hebreo pero, por desgracia, es aún más importante ser capaz de disparar – o de otra manera renuncio al juego de colonización.
Al trillado reproche de que este punto de vista no es ético, responded – absolutamente falso. Esta es nuestra ética. No hay otra ética. Mientras exista la menor chispa de esperanza de que los árabes puedan impedirnos, no podremos convencer con estas esperanzas – no con dulces palabras ni con un bocado sabroso, porque ellos (los palestinos) no son un gentío sino un pueblo, un pueblo viviente. Y ningún pueblo hace concesiones tan enormes a preguntas tan nefastas, excepto cuando no queda ninguna esperanza, hasta que hayamos eliminado toda apertura visible en El Muro de Hierro.
Esa fue, una década antes que los nazis llegaran al poder en Alemania, la ideología de lo que era llamado sionismo revisionista. Su Gran Idea era la aplicación de la fuerza bruta a fin de no dar a los árabes, una vez que hayan sido desposeídos de su país, ninguna esperanza de recuperarlo. No debía haber ninguna consideración de lo que era correcto o no. Se excluía por completo un compromiso. Era una estrategia de “ellos o nosotros”.
Si prevalece esa actitud mientras Israel se orienta más lejos y más rápido por el camino hacia un fascismo parecido al de los nazis, no puede haber la menor esperanza de una iniciativa desde el interior por la paz sobre la base de algunas condiciones que sean aceptables para los palestinos.
¿Significa que no hay ninguna esperanza?
Si la respuesta es “No”, pienso que el futuro es predecible. Como he indicado en otros artículos, llegará un punto en el que haya una limpieza étnica sionista final de Palestina, y eso puede convertir la creciente marea global de anti-israelismo en antisemitismo clásico, provocando en Segundo Holocausto, abreviatura para otro gran vuelco contra los judíos, que es muy probable que comenzaría en EE.UU. (Mi amigo Hajo piensa que es lo que quiere el sionismo porque cree que es solo cuestión de cuándo y no de si el monstruo del antisemitismo vuelva a sembrar el terror, y que cuando lo haga muchísimos judíos estadounidenses y europeos huirán a Israel buscando refugio y asentamiento permanente. Si eso es realmente lo que quieren los dirigentes del sionismo en Israel, dije a Hajo, podrían quedar desilusionados porque existe otro posible escenario. Para protegerse mejor desempeñando su papel para impedir que el anti-israelismo se transforme en antisemitismo clásico, los judíos estadounidenses y europeos podrían distanciarse del monstruo sionista, despedirse de él. Esperarían, como lo hago yo, que esto demostraría que no son cómplices de los crímenes del Estado sionista. Hajo aceptó que era una posibilidad).
Larry Derfner se niega a renunciar a la esperanza. Bajo el título El acuerdo Bibi-Lieberman: una llamada de atención al mundo sobre Israel, escribió que al unir su persona y al partido gobernante del país con “un neofascista despreciado internacionalmente”, Netanyahu ha acercado Israel “a un paso considerable más cerca de los límites de la tolerancia occidental”. Y él, Derfner, expandió ese pensamiento como sigue:
“En última instancia es una buena noticia. La única manera cómo Israel va a renunciar a la ocupación y a su hábito de agresión militar es yendo demasiado lejos – al convertirse en un Goliat semejante que el mundo occidental le diga finalmente que se enmiende o se busque nuevos aliados.”
A mi juicio hay méritos en el argumento de Derfner en la medida en que no es imposible que se llegue y sobrepase los límites de la tolerancia occidental del desafío del derecho internacional y el constante sabotaje de los esfuerzos por la paz, y ese día podría llegar, posiblemente en el último año del segundo período del presidente Obama, cuando se diga “basta ya” a Israel, y sea totalmente aislado y sometido a toda la gama de sanciones si no cumple con el derecho internacional. Pero…
Incluso si eso sucediera, de ninguna manera es imposible que los dirigentes con armas nucleares de Israel digan a todo el mundo no judío que se vaya al diablo.
En mi libro me pregunto en alta voz si futuros historiadores concluirán que la catástrofe para todos era inevitable desde el momento en el que Gran Bretaña dio al sionismo un grado espurio de legitimidad con la Declaración Balfour.
Alan Hart ha sido corresponsal extranjero de ITN y de Panorama de la BBC. Ha cubierto guerras y conflictos por todas partes del mundo y se especializó en Medio Oriente. Autor de: Zionism: The Real Enemy of the Jews: The False Messiah. Tiene su blog en www.alanhart.net
Fuente: http://www.alanhart.net/are-israels-jews-some-of-them-on-their-way-to-becoming-nazis/
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