Fueron los años también en que al interior de los Estados Unidos tenía paso la primera ley contra inmigrantes. Era un ambiente diferente, en un mundo unipolar el enemigo para la guerra ya no se representaba en los comunistas o socialistas, en su lugar, lo argumentó Samuel Huntington, las guerras serán entre civilizaciones, entre identidades étnicas y culturales. La globalización de la intolerancia y el miedo al otro recreaban viejos fantasmas.
Los argumentos de Huntington en su libro EL CHOQUE DE CIVILIZACIONES , reúnen el sentimiento colectivo de los sectores conservadores de Estados Unidos. Porque ven al otro, al de afuera como la amenaza que atenta contra su “civilización”, contra la familia, contra la propiedad, contra su fe cristiana, contra su forma de ser. Y en defensa de ello no les imparta pasar contra la ley o contra quien consideren aliados de sus enemigos. No les imparta agredir al otro, al que por su condición social y ascendencia étnica lo ven como inferior, como la amenaza potencial de su identidad cultural. Los homosexuales, las lesbianas, las prostitutas, los afroamericanos, los latinos y los ateos constituyen el enemigo interno para la seguridad de los blancos.
La Constitución Política de los Estados Unidos establece que son estadounidenses todos los nacidos en ese país. Y en el imaginario colectivo se considera que la identidad nacional se forja a partir del criterio que esa es una nación de inmigrantes. Pero ese estatuto constitucional y esa forma de pertenencia colectiva no importan, cuando el color de la piel y el origen de quienes se consideran los últimos en la clasificación de pertenencia se ven como amenaza. La violencia y la agresividad hacia el otro, hacia el más débil han sido una constante en la formación de los Estados Unidos. No hace más de medio siglo, los afroamericanos debieron movilizarse, y sufrir la violencia institucionalizada, para que les fueran reconocidos sus derechos civiles.
Casi siempre o siempre en las relaciones de poder, la ira de quienes se consideran superiores se canaliza hacia los indefensos, hacia quienes de hecho se sabe que por su debilidad no pueden reaccionar en contra de sus agresores. Esa ha sido la lógica del comportamiento racional de los llamados pueblos civilizados contra aquellos considerados bárbaros, incivilizados, incultos, incapaces de integrarse a la cultura superior. Y éstos han sido los parámetros y estereotipos raciales que durante la modernidad han fragmentado el mundo y legitimando las acciones etnicidas de las sociedades occidentales en contra del resto del planeta.
La rec iente ley anti-inmigrantes, promulgada en el estado de Arizona, es eso, una agresión contra los indefensos, contra los débiles. Su promulgación manifiesta el retorno del fascismo y la canalización del odio de los blancos hacia los desprotegidos, hacia quienes la ideología dominante ha convertido en los victimarios de la crisis que están viviendo y, el resto del mundo con ellos. No es que el tema migratorio racial se emplee en momentos de procesos electorales, su exacerbación obedece al incremento del conservadurismo estadounidense, en tanto que su política expansionista continúa incólume.
Las políticas migratorias contra los latinos violan la Constitución, porque deportan a los padres de los niños nacidos en Estados Unidos, desarticulan familias, violan los derechos humanos de los desprotegidos, actúan en contra de los principios que dicen defender y vulneran los mandatos divinos que dicen obedecer. La promoción de la intolerancia hacia el otro, ha significado reavivar los fantasmas raciales subyacentes en el inconsciente colectivo del conservadurismo estadounidense. Las políticas migratorias no son más que la conversión en ley de ese sentimiento, aunque Huntington insista en que son el resultado del Choque de Civilizaciones y de identidades culturales.
La justificación para la promulgación de la cuestionada ley, radica en considerar la frontera sur como una amenaza. Porque esa frontera constituye la vía del narcotráfico y el trasiego de armas. Piénsese en eso. El mayor productor de armas en el mundo es Estados Unidos y las venden de forma fácil y rápida a quien posea una licencia, basta con que sea declarada robada para descargar responsabilidad. Además, para nadie es un secreto que el país más consumidor de droga es quien dice luchar contra el narcotráfico, y quienes consumen más la droga no son los latinos, ni los afroamericanos sino los blancos. Dentro de ese contexto, lógico es pensar que la ley satisface el apetito racista del conservadurismo estadounidense.
Viniendo de los Estados Unidos la intolerancia y las prácticas racistas de orientación fascista, el riesgo es global como lo considera Noam Chomsky. Cuando Alemania persiguió a los judíos el mundo no se encontraba interconectado como ahora y, ese país luchaba por hacerse de un espacio en el reparto de las zonas de influencia. En el contexto actual, la presencia de los Estados Unidos es global y si sus prácticas racistas resultan siendo imitadas, los efectos pueden ser catastróficos. Con esto no se quiere disculpar las políticas migratorias que los países europeos han seguido para frenar las oleadas de inmigrantes africanos, como tampoco se pretende esconder las agresiones físicas en distintos países europeos en contra de quienes son considerados responsables de sus desgracias.
Las migraciones constituyen una característica del estado actual del planeta. Se considera que más de 250 millones de personas se han movilizado de su país de origen. Al mismo tiempo que se calcula en más de 400 mil millones de dólares la circulación dineraria derivada de las llamadas remesas familiares, aporte económico de los inmigrantes hacia sus familiares residentes en su país de origen. El fenómeno no es nuevo ni tampoco exclusivo de la globalización, pero se le puede considerar en la actualidad como resultado del alto grado de concentración y centralización del capital.
Desde otra perspectiva, la amenaza para los inmigrantes latinos radicados en Arizona es latente, quienes pueden eludir la ley desmovilizándose hacia otro estado, el problema consideran muchos de ellos es ser deportados, porque su país de origen no tiene mucho o nada que ofrecerles. Por el contrario, en sus países se vieron forzados a salir de ellos, por las condiciones miserables a las cuales se les sometieron. En ese sentido no debe culparse solamente al país receptor, porque los países de origen de los emigrantes tienen alto grado de responsabilidad. La marginación y la exclusión que en ellos se padece pueden considerarse como el punto inicial de la discriminación que padecen los latinos en Estados Unidos.
La ausencia de políticas sociales y salariales efectivas en los países de origen, han generado un ambiente en el que los jóvenes toman como una opción para salir de esas condiciones la emigración hacia los Estados Unidos. El descaro más grande en atención social ha sido evidente, cuando en Centroamérica se ha convidado a la ciudadanía a marcharse hacia el país de Norte . Estos estados ven con alivio la llegada de las remesas familiares, en tanto que las corporaciones privadas las perciben como fuentes de ganancia en la acumulación de capital. ¿Quién es más responsable entonces en las vejaciones sufridas por los latinos?
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