Desde París
Antes de que el primer ministro israelí decidiera deportar a todos los extranjeros detenidos durante el asalto a la flotilla humanitaria internacional que se dirigía hacia Gaza con ayuda humanitaria, el Estado israelí había cerrado una situación orwelliana. Israel obligó a los detenidos a firmar un documento de deportación y las personas que se negaron a hacerlo fueron encarceladas bajo el cargo de ingreso ilegal en el territorio. Ahora bien, nadie entró ilegalmente al territorio israelí, sino que fueron conducidos por la fuerza y, según se desprende de los primeros testimonios de franceses, griegos y alemanes que llegaron hoy a sus respectivos países, los prisioneros fueron tratados como auténticos criminales por los militares israelíes. Los relatos del abordaje evocan disparos a la cabeza, malos tratos, golpes y hasta utilización de pulsiones eléctricas.
La cineasta brasileña Iara Lee, que formaba parte de la flota, contó a medios de su país que los soldados, una vez en el barco, comenzaron a atacar de manera indiscriminada. “Esperábamos que dispararan a las piernas o al aire, pero fueron directo a la cabeza de los pasajeros.” La activista turca Nilufer Cetin ofreció su testimonio sobre el desenlace de los hechos cuando llegó ayer a Estambul con su hijo en brazos. “Primero usaron bombas de humo y gas lacrimógeno. Luego comenzaron a descender desde helicópteros. Entonces el choque fue brutal. El barco “Mavi Marmara” se volvió un baño de sangre. Me oculté con mi bebé de un año en el baño del camarote.”
Entre la decena de detenidos franceses en esta operación, uno de ellos llegó ayer a París y dio un testimonio. Su relato se suma al de las dos mujeres, los militantes alemanes, griegos y al de Hanin Zoabi, la única diputada israelí que participó en la expedición humanitaria. Yussef Benderbal, miembro del Comité de Beneficencia y Socorro a los Palestinos (CBSP), contó que a bordo del barco “no había ningún tipo de armas”. Según este activista, el argumento esgrimido por Israel y según el cual en los barcos había armas tiene un solo objetivo, que consiste “en desacreditar el convoy humanitario”. Yussef Benderbal aclaró que desde el principio se dieron instrucciones precisas para que no hubiese “ninguna provocación, incluso si los israelíes subían a abordo. No-sotros no buscamos la agresión, fuimos agredidos”.
El activista francés explicó en París que los organizadores de la flotilla habían decidido agruparse y que los israelíes les habían pedido que “dieran media vuelta”, lo que “era inaceptable para nosotros”. Cuando los soldados abordaron el barco desde los helicópteros les pidieron a gritos que se sentaran. “Teníamos la consigna de dialogar con los israelíes y proteger la cabina del capitán con nuestros cuerpos. Un soldado le dio un golpe en la mandíbula a un pasajero y le puso su arma en la garganta.”
Norman Paech, un ex diputado de 72 años del partido alemán Die Linke, que se encontraba a bordo del “Mavi Marmara”, dijo en el curso de una conferencia de prensa que “nunca vimos un cuchillo utilizado como arma. Nos defendimos con palos”. Paech negó también que la actitud violenta de los soldados que abordaron el “Marmara” se explique por su necesidad de defenderse de la violencia de los pasajeros. “Fue un ataque contra una misión pacífica en aguas internacionales. Los israelíes pueden defender su zona de defensa militar, pero nosotros estábamos fuera de esos límites. Teníamos derecho a defendernos.” Otros dos diputados del partido Die Linke, Inge Hoeger (59 años) y Anette Groth (56 años), completaron el relato de Paech: “Nadie estaba armado”, dijo Hoeger. Matthias Jochheim, un médico miembro de la asociación contra las armas nucleares Ippwn, aseguró quex “los soldados dispararon con balas reales, no con balas de caucho”.
A su vez, Nadel el Sakka, una representante de la comunidad palestina en Alemania, admitió que “nos esperábamos muchas cosas, pero no la brutalidad a la que nos enfrentamos. Esperábamos que hubiese presiones, obstáculos, pero no este estado de guerra”. Norman Paech reveló que desde el vamos los pasajeros de los barcos habían descartado la violencia y la resistencia porque “sabíamos que, frente a esos soldados, no teníamos ninguna posibilidad”. Otros cuatro griegos que formaban parte de la flotilla denunciaron en Atenas sus condiciones de arresto y detención, que calificaron de “miserables”.
Michalis Grigoropolus, un integrante de la tripulación del barco “Eleftheri Mésogeio”, contó que los comandos israelíes que saltaron al barco “dispararon gases lacrimógenos y balas de caucho” y que, luego, los comandos “aplicaron electroshocks a algunos militantes”. Este militante narró también las primeras horas del arresto: “Las condiciones de detención en el puerto de Ashdod, donde fueron agrupadas 500 personas, eran miserables. Los policías filmaban videos, nosotros estábamos sentados en el suelo y los policías nos amenazaban con sus armas. Nos hicieron firmar papeles sin que yo supiera qué decían esos papeles, porque no tenía derecho a contar con un traductor, de tener un abogado o comunicarme con mi familia”. Aris Papadokostopolus, otro integrante de la tripulación del mismo barco, afirmó que “dos griegos detenidos fueron golpeados porque se negaron a que se les tomaran sus huellas digitales”. Aunados unos a otros, los relatos que empiezan a emerger permiten hacerse una idea algo más clara. Los enfrentamientos más duros, por ejemplo, tuvieron lugar a bordo del barco turco “Mavi Marmara”. Es allí donde se contabilizaron los nueve muertos. Liberada gracias a la inmunidad que le confiere su estatuto, la diputada israelí Hanin Zoabi -estaba a bordo del Marmara- dijo en una conferencia de prensa que resultaba evidente que el propósito del comando que abordó el barco “no era detenerlo, sino causar el mayor número de bajas para impedir futuras iniciativas similares. Nuestro objetivo era romper el bloqueo. No teníamos planes para un enfrentamiento. Israel efectuó una operación militar provocadora”.
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El asalto dejó al desnudo la crisis de Gaza
La ayuda de las organizaciones internacionales y locales, los sueldos del sector público y la economía de los túneles por los que ingresa el contrabando desde Egipto son los responsables de que la gente no se muera de hambre.
Por Sergio Robart
Desde Tel Aviv
Cuando empieza a despejarse la espesa cortina de humo creada por el filtro de la censura militar y de los ridículos justificativos oficiales, el asalto a la flota que transportaba ayuda humanitaria a la Franja de Gaza perpetrado por un comando de la Marina israelí puede ser evaluado a la luz de sus resultados. En primer lugar, nunca hubo una constelación internacional y regional más propicia para presionar al gobierno de Tel Aviv a que desmantele el bloqueo que impuso a los habitantes de Gaza cuatro años atrás. Es realmente difícil pensar en un logro político más preciado a ojos del declarado enemigo de Israel, el movimiento islamista Hamas. Una vez más, en tal sentido, el uso indiscriminado de la fuerza estatal-militar sirve a los intereses del bando contrario, al que se pretende combatir.
La ilegalidad del bloqueo seguramente será tratada en el Consejo de Seguridad de la ONU próximamente. Egipto, que hasta ahora también participaba de la medida restrictiva a la libertad de movimiento de los palestinos de Gaza, anunció ayer que permitirá la apertura del paso fronterizo de Rafah para casos humanitarios, como el traslado de personas que necesiten asistencia médica de la que carecen los hospitales locales. Por su parte, la Autoridad Palestina (AP), que gobierna en Cisjordania, decidió enviar una delegación a Gaza con la finalidad de reflotar los esfuerzos conciliadores con su fuerza rival, Hamas, y sumarse al reclamo de que la ONU exija la cancelación del bloqueo de la Franja sitiada. El titular de la AP, Mahmud Abbas, no estuvo dispuesto a ir tan lejos como lo pretendía el líder del movimiento islamista, Ismail Haniyeh, quien lo instó a interrumpir la negociación indirecta con Israel.
Si bien la dirigencia palestina oficial no guarda expectativa alguna del resultado que pueda surgir del canal diplomático que, a través de la mediación norteamericana, mantiene con el gobierno de Benjamin Netanyhau, tampoco quiere servir de excusa a la recurrente posición israelí que acusa a los palestinos de ser los que no están dispuestos a firmar un acuerdo de paz. “No hay crisis humanitaria en Gaza”, afirmaron varios de los dirigentes israelíes. Ellos se basan en el hecho de que Israel permite el ingreso de productos básicos. En parte, son comprados y distribuidos a la población por organizaciones internacionales. La mayoría son vendidos a los comerciantes de la Franja palestina, quienes a su vez los venden en los mercados y negocios. La periodista Amira Haas, del diario Haaretz, explica que este abastecimiento se convirtió en una situación permanente, en la rutina que justifica la versión del gobierno israelí acerca de la inexistencia de una crisis, que debería ser la desviación de un estado de cosas normal, un cambio radical respecto de la situación que lo precedió. Haas agrega que también en lo de “humanitaria” el lenguaje oficial revela la realidad. “Es correcto -sostiene- si la intención es afirmar que cientos de miles de personas no se mueren de hambre o de sed. No hay crisis humanitaria si se piensa que todo lo que un ser humano necesita para vivir es una cifra dada de calorías por día. A quien vive en Tel Aviv o en Jerusalén le resulta fácil desentenderse del dato rutinario, es decir alejado de cualquier situación de crisis, que consigna que el 90 por ciento del agua que se extrae en Gaza de la única fuente existente no es potable. El que no consigue agua purificada está expuesto a las siguientes enfermedades: presión alta, daños en los riñones, problemas intestinales.” La ayuda de las organizaciones internacionales y locales, los sueldos del sector público y la economía de los túneles por los que ingresa el contrabando desde Egipto son los responsables de que la gente no se muera de hambre. Por último, la periodista israelí pregunta: “Pero, ¿qué pasa con la necesidad del ser humano a la libertad de movimiento, el derecho a producir, crear, mantenerse y estudiar, acceder a tiempo a un tratamiento médico, el derecho a pasear? Los voceros que intentan demostrar que la situación es aceptablemente buena reducen las necesidades del ser humano a una tabla que contiene agua, alimentos y techo. Esa tabla dice mucho acerca de sus diseñadores y nada del ser humano tomado como objeto estadístico”.
Otra consecuencia inevitable del operativo contra la flota de barcos que intentaba llegar a las costas de Gaza es la profundización del deterioro de las relaciones entre Israel y Turquía, que venían empeorando desde el ataque militar israelí a Gaza llevado a cabo en enero de 2009. Dado que el gobierno de Ankara apoyó la organización del convoy marítimo, y gran parte de los muertos y heridos son ciudadanos turcos, su reacción ha sido la más enérgica y airada. Retiró a su embajador en Tel Aviv, exigió la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU con el objeto de condenar a Israel y llamar a la creación de una comisión investigadora internacional.
Ahora el premier Recep Tayyip Erdogan, quien canceló su gira por Sudamérica para regresar a su país, deberá tomar una decisión estratégica: extremar las medidas anti-israelíes hasta el límite de la ruptura de las relaciones diplomáticas o aprovechar la actual crisis para impulsar el liderazgo de Turquía como mediador diplomático del conflicto de Medio Oriente. La primera opción implicaría el afianzamiento de la coyuntural alianza que mantiene con Irán y con Siria, y, por consiguiente, su alejamiento del bloque occidental (con el daño que ello le infligirá a su aspiración de integrarse a la Unión Europea). Si Erdogan eligiera, en cambio, la segunda opción, podría condicionar la normalización de las relaciones con Israel al establecimiento de una agenda de levantamiento del bloqueo contra Gaza, la participación turca en el proceso diplomático palestino-israelí y la reanudación del diálogo indirecto, con Ankara de mediador entre Tel Aviv y Damasco.
Si bien esas condiciones no serán potables para el gobierno de Netanyahu, sí serían aceptables para los Estados Unidos, que dependen de Turquía en varios terrenos. Además, el líder turco podría promover la reconciliación intrapalestina entre Fatah y Hamas, colocando a Israel en una posición aun más embarazosa en el contexto internacional que la que su actual gobierno se ha “ganado”.
Los intereses israelíes, por su parte, también se verían afectados en caso de que Turquía decida romper los vínculos que mantiene con Israel. Los aspectos comerciales y turísticos de ese intercambio son los más conocidos. Su lado militar, a pesar de ser sumamente significativo, es menos mencionado. En la última década, por cierto, el país musulmán se convirtió en uno de los cinco mercados más importantes para la exportación de armamentos israelíes, junto con la India, Singapur, Estados Unidos y la Unión Europea. La relación entre las fuerzas armadas de ambos países incluye la utilización de bases y el espacio aéreo turcos en provecho de aviones israelíes, la realización de maniobras aéreas y marítimas conjuntas y la cooperación en el área de Inteligencia. No es necesario ser un experto en la materia para entender la importancia estratégica de Turquía, que limita con los dos principales enemigos de Israel: Irán y Siria. Aunque el ejército de ese país no está interesado en la ruptura con Tel Aviv, está por verse si su peso podrá contrarrestar la presión que podría ejercer el gobierno islamista en caso de que decidiera redoblar su desafío al bloque norteamericano-europeo-israelí.
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