(que agradece la necesaria deferencia del novelista Petros Márkaris)
La debacle capitalista y su brutal agresión contra la humanidad toda, y en ese marco especialmente la febril actividad de autodefensa del pueblo griego, probablemente sean las que impiden –por ahora y en la urgencia– que Petros Márkaris nos ponga al tanto de las reflexiones y quehaceres que en Atenas asume por estos días el comisario de homicidios Kostas Jaritos, su creación.
Nosotros imaginamos al susodicho atravesando la ciudad tan congestionada como él mismo, en su casi destartalado Mirafiori, habiéndose escapado del control de su jefe Guikas y despotricando contra los burócratas políticos del Ministerio del Interior, o ya en su casa disputando la pantalla del televisor con Adrianí y sacado de quicio por el mundialista desparpajo de los “informativistas” que hablan mucho y dicen nada. Al fin, más tranquilo porque ha llamado Katerina, la hija de ambos, diciendo que ella y su marido están bien, sale del apartamento para dirigirse al suburbio donde vive Zisis, el viejo comunista con el que trabó amistad en los inicios de su carrera policíaca, viendo la entereza con que aquél soportaba la tortura durante la llamada “dictadura de los coroneles”.
Zisis, ahora, lo vemos, ofrecerá café a Jaritos y una charla serena, esclarecedora. “No es lo que dicen que es –le dirá a Kostas–, no está en riesgo la integridad griega ni se esfumarán el país y su pueblo como afirma el ministro de Finanzas, Evangelos Venizelos, que amenaza con el peligro de un derrumbe si el país no acata los mandatos de la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI”. Y con pícara sonrisa agregará: “Una pretendida nueva santísima trinidad local para la ortodoxia capitalista católica, es decir, universal”.
—Lo que se cae, Kostas, es el capitalismo, en tanto modo de producción y ordenamiento social —explica el viejo militante—. No se cae de repente, claro, se va cayendo, corrupto y decrépito. Puede tardar años y aun décadas, o desplomarse en un santiamén. Pero ten en cuenta que la economía en sí, el trabajo y la producción social y su distribución, y el pensamiento que en ellos va y se reproduce no solamente no caerán sino que irrumpirán nuevos y florecientes. ¿Lo entiendes?
Jaritos regresa a la hora de la cena. Lo esperan frente a una rebosante fuente con rojos tomates rellenos Adrianí, Katerina y el yerno Fanis. Los besa y luego de lavarse las manos, mientras se sienta a la mesa, señalando el televisor dice: —Lo que ese Venizelos anda ventilando para meteros miedo son todas mentiras.
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