Desde que Naomi Klein escribiera en el 2.002 “No Logo”, un intento por descubrir las prácticas de las multinacionales y su influencia en la sociedad, se ha convertido en una de las voces más respetadas y cualificadas en cuanto a denunciar el verdadero rostro del sistema capitalista. Es precisamente su último libro, “La Doctrina del Shock: el auge del capitalismo”, el que Michael Winterbotom, junto a Mat Whitecross, ha elegido para adaptarlo al cine.
El cineasta británico ha abarcado un sin fin de temáticas y modalidades a lo largo de una carrera que peca de irregular. Lo que es indudable es que en cada proyecto elegido siempre ha tenido muy claro a donde quería llegar y a materializarlo sin complejos. Esta nueva película es buena muestra en este aspecto.
“La doctrina del shock”, nombre del documental, va directa al meollo del libro y por medio de imágenes escenifica su tesis sin ambages ni medias tintas: la economía de libre mercado para imponerse en muchos momentos, sobre todo en los que encuentra oposición, no duda en crear una gran crisis y/o conflicto que genere caos como excusa para poder instaurarse. Para hacer llegar al espectador dicha hipótesis, el cineasta utilizará una voz en off narradora (el actor Kieran O’Brien), imágenes de archivo (históricas, declaraciones, conferencias…) y el uso de la música para incrementar el sentimiento que en ese momento se trate de transmitir.
En un primer momento se nos explica los estudios y pruebas que se hicieron, en reuniones con las agencias de inteligencia de los diferentes países, sobre los efectos de la privación sensorial (restringir los diferentes sentidos del individuo hasta dejarlo en una situación fácilmente controlable) en las personas. Estos métodos, adoptados por la CIA , son la metáfora de la forma en que el capitalismo más salvaje se instaura en una sociedad concreta. Milton Friedman, economista y pope del libre mercado, es la figura que articula toda la película debido la aparición de su sombra y la de sus “Chicago boys” (integrantes de su escuela económica de Chicago) en casi todos las prácticas de este tipo.
El film es menos exhaustivo tanto en explicaciones como en casos concretos que el libro, aun así, se detiene en algunos procesos políticos muy clarificadores. Se nos explica que aunque habitualmente se suelen considerar los casos de Estados Unidos o Gran Bretaña como los iniciadores del capitalismo más radical, sus primeras manifestaciones, mucho más oscuras y por lo tanto más dadas a ser olvidadas, son las dictaduras en Latinoamérica, concretamente las de Argentina y Chile, la primera una versión mejorada de la segunda. Todo se iniciará con la intrusión en las universidades del país (Chile) del pensamiento Friedman, becando a multitud de economistas para conocer sus tesis y de vuelta a su país de origen poner en acción las enseñanzas. A partir de ahí, la llegada de las dictaduras, de los centros de tortura y el miedo generalizado, es el ambiente ideal para construir un sistema privatizador y donde la esfera pública desaparece casi por completo, a cambio del incremento del paro, bajada de salarios y desigualdades flagrantes.
Tras utilizar Latinoamérica como centro de experimentación el sistema se debe ajustar a lugares con democracias formales. Así en los casos de Reagan o Thatcher hay que limar el mecanismo y serán otros los pretextos que se utilicen para crear el caos en las sociedades. El caso de la “dama de hierro”, en el que las huelgas le acechaban y la opinión pública se le echaba encima, recurrió al factor patriótico por medio de una guerra, tan desproporcionada como la de las Islas Malvinas, pero una guerra nacional al fin y al cabo. Sumado a la derrota de los sindicatos ya se puede poner en práctica una privatización masiva.
La caída del muro de Berlín y con él el bloque comunista crea un nuevo escenario del que el sistema neoliberal debe sacar provecho. Tal y como ilustra Klein en las imágenes de una de sus conferencias, la idea de que el capitalismo traerá la libertad y la justicia es un cuento de hadas. Focalizado en el caso de Boris Yeltsin, pero válido para los países del este, se muestra como la entrada de las tesis de Friedman sólo consiguen quedarse tras varias crisis, revueltas y la desintegración de la Unión Soviética. De ese absoluto caos reinante los beneficiarios son la nueva oligarquía recién nacida.
La última parte del documental hará mención a las invasiones de Afganistán e Irak. Aquí, es más claro si cabe el método en que se lleva a la práctica la instauración de un régimen capitalista, la guerra y el estado de terror que se crea, incluido torturas y detenciones ilegales, son métodos inefables para destruir todo lo anterior y construir un nuevo imperio, con la presencia, cómo no, de las multinacionales. A eso hay que añadirle además el nuevo mercado de la “seguridad”, hasta ahora casi inexistente, como consecuencia de los atentados del 11-S.
En definitiva las tesis de Klein, tanto en libro como las expresadas en la película, lo que persiguen es avisar de los métodos que los estados utilizan para instaurar el libre mercado y sus consiguientes privatizaciones y de paso poner en guardia a la sociedad civil, más todavía en tiempos de crisis como los que vivimos. Valga como ejemplo el que utiliza el documental, casi en forma de epílogo, de una de las últimas recomendaciones escritas por Friedman a raíz del devastador huracán en Nueva Orleans. Entendía el economista que esa destrucción que había afectado a la mayoría de las escuelas podía ser el inicio de un nuevo sistema educativo. Evidentemente se refería a uno privado.
Fuente: http://www.tercerainformacion.es/spip.php?article25685
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