Iván Gutiérrez.-
Hubo un tiempo en el cual el mundo de los blancos anglosajones buscaban casi con desesperación algún boxeador de su raza que pudiera romper con la supremacía que tenían los peleadores afro descendientes en los pesos pesados.
Cuanto peleador blanco mostrara pegada en sus primeras peleas se colocaba en el centro de atención y en esperanza de los blancos anglosajones aficionados al boxeo.
Algo semejante ocurría con la oposición en Venezuela. En varias ocasiones creyeron haber encontrado el gallo capaz de derrotar al campeón, pero esta creencia al poco tiempo ingresaba al saco de las desilusiones. No solo porque los candidatos en cuestión perdían por knock-out, sino que además quedaban tan desgastados que no podían competir de nuevo.
Fue así como decidieron mirar hacia el mundo del campeón a ver si podían entusiasmar a alguien que se le enfrentara . De allí surgió el rumor que Diosdado Cabello podía ser el hombre que rompiera con el líder y diera al traste con su dominio. Comenzaron por ponderar su escaza propensión al leguaje radical en términos del izquierdismo tradicional; sus escasos viajes a la Habana y pocas menciones a Fidel Castro. Fíjate, decían, “no grita Patria Socialista o Muerte como los otros”. “Tampoco es fanático del color rojo, apuntaban. “Además, fue brigadier y es líder de su promoción, hoy casi todos generales”.
De esa manera Diosdado pasaba a convertirse en la esperanza del mundo blanco opositor, que no solo había fracasado en el intento de derrocar a Chávez a través de un Golpe de Estado, sino que también lo fueron en el Referéndum Revocatorio que impulsaron y en los posteriores eventos electorales que se realizaron; salvo en uno, que no ganaron, sino que el chavismo se empeñó en perder.
Pero aquello era pura ilusión, frustraciones de no saber encontrar un centro para hacer política y mucho menos atender a razones del oficio. Diosdado, por supuesto, no estaba conteste, ni por asomo, con aquella aspiración de quienes, con toda seguridad, lo liquidarían una vez utilizado.
Era extrañamente torpe aquella táctica de atracción que utilizaba la oposición con Diosdado. Por un lado lo alababan en secreto, por el otro, desataban una fuerte campaña de rechazo contra los militares. Es decir, ni una cosa ni la otra, sino todo lo contrario, que han sido los términos en los cuales se han movido los opositores y aún continúan haciéndolo.
Han ensayado con el rumor que habla de la división existente entre Diosdado y Nicolás. Han especulado hasta el cansancio con el estado de salud del presidente. Convierten a Diosdado en el centro de una propuesta que lo llevaría a encargarse de la
Presidencia, pero a la vez lo señalan como jefe del narcotráfico en Venezuela. A ello agregan los señalamientos de ser el “Pimentón” del gobierno, al punto que no hay negocio importante que no se diga que él no tenga participación. Pero propone que se ocupe de la Presidencia en un nuevo ejercicio de caradurismo y desprecio por la inteligencia del adversario.
¿Qué irá a hacer ahora el mundo blanco opositor cuando cada una de sus ilusiones ruedan calle abajo? Ah sí, acudieron a la oligarquía eclesiástica, la cual, no conforme con la tremenda metedura de pata aquel 11 de abril, hoy inician de nuevo el camino de su perdición, lo que terminará alejándolos aún más del pueblo de Jesús de Nazaret y de la virgen santísima.
Comentario