Por: Hugo Moldiz Mercado
La concentración en Chimoré, en el trópico cochabambino, estimada en un millón de personas, estuvo cargada de mucha presencia y fuerza simbólica. “Evo pueblo” fue más que “Evo Presidente” y eso caló en el corazón de la gente. Quizá es la clave de la victoria. |
Una masiva concentración de los movimientos sociales y militantes del MAS en la localidad Chimoré, en el centro del país, este 18 de mayo, para lanzar oficialmente la candidatura del binomio Evo Morales y Álvaro García Linera, ha superado los propios cálculos del oficialismo. Decenas de miles de personas se trasladaron de todas partes del país para ratificar en ese aeropuerto, que de base militar norteamericana ha pasado a centro de liberación, su pleno respaldo a un presidente y a un gobierno que ya en varios campos de la vida social han conquistado record hasta hace 14 años impensables en Bolivia. Pero, como se respiró en el aire, en los gestos de la gente, es el apoyo al presidente decodificado a su condición de Evo Pueblo , Evo político y compañero.
Reunidos en lo largo de la pista del aeropuerto internacional de Chimoré, del trópico cochabambino, los adeptos de Evo Morales dieron vivo testimonio de su apuesta a la continuidad del Proceso de Cambio que, a pesar de ciertas desaceleraciones coyunturales y problemas que es “natural” se hayan enfrentado en la gestión, es el más profundo que ha vivido este país enclavado en el corazón de Sudamérica. “Este proceso, señaló Morales, es imparable, sin retorno, gracias a la conciencia del pueblo”.
Todo el acto fue muy breve. Y en las palabras que todos esperaban apareció el “Evo político y compañero” más que el “Evo Presidente” o el “Evo Estadista”. La gente, esos rostros diversos de trabajadores del campo y la ciudad, se conectaron más emotivamente con el Evo Pueblo . Y es que la ocasión daba para eso, para (re)construir una subjetividad que convertida en fuerza material, es la garantía de la continuidad del Proceso de Cambio.
No es que la gente no viera a Evo Presidente, que por lo demás les pidió –como fuente originaria de su poder- cinco años más para cumplir con la Agenda del Bicentenario, que se traduce en grandes obras, más desarrollo, erradicación de la pobreza y un salto a la agenda del siglo XXI, donde Bolivia quiere incorporarse. Rostros de emoción, con alegría incluso traducida en lágrimas, bañaron a la gente, estimada en un millón, que se sienten representados por alguien que procediendo del pueblo hizo por Bolivia, en 14 años, lo que muchos políticos con títulos obtenidos en universidades de Estados Unidos y Europa jamás hicieron en más de 180 años. “Estamos demostrando al mundo que los trabajadores sabemos gobernar, ayudado por profesionales”, subrayó Morales al aludir permanentemente al concepto de trabajadores. Y además dijo: “podemos equivocarnos, somos seres humanos, pero corregimos nuestros errores, pero nunca hemos robado, hemos venido a servir al pueblo boliviano”.
Evo quiere que el pueblo permanezca en el poder para toda la vida. Hace años dijo “hemos llegado para no irnos nunca más”. Ahora, depositando su confianza en el pueblo –concepto en el que no entran los enemigos de la patria-, el carismático político sostuvo que cinco años más de presidente –que vendría a ser su cuarto mandato desde enero de 2005- es “para garantizar la liberación para toda la vida”.
Y la fuerza simbólica estuvo presente en todo momento. Un acto interreligioso, pancartas y banderas azules, rojas, amarillas, celestes, que llevaban o el rostro del Che Guevara o de Evo Morales, ondeaban a lo largo del 80 por ciento de la pista habilitada para el acto de ese aeropuerto. “De centro de dominación a centro de liberación”, enfatizó el líder indígena para referirse al cambio de condición de ese aeropuerto que durante dos décadas sirvió para ejecutar la fracasada “Guerra Internacional Contra las Drogas”, con un salto de campesinos asesinados y perseguidos con absoluta impunidad por las fuerzas represivas.
El líder indígena también salió al paso de la matriz de opinión que pretende instalar en el imaginario colectivo la idea de “gobierno corrupto”. Antes de hablarnos de eso, hay candidatos que no deberían olvidarse de que tienen cuentas en el exterior, de que deben declarar al fisco el total de recursos que les ingresa por la venta de algún bien y de que pidieron autorización al Congreso Nacional –ahora Asamblea Legislativa Plurinacional-, para conceder inmunidad a los soldados norteamericanos que operaban en Bolivia. El misil estaba dirigido a Carlos Mesa, un historiador que estuvo al frente del Estado, primero como vicepresidente (2002-2003) y luego como presidente (2003-2005), del último gobierno neoliberal que se instaló en Bolivia producto de la “Democracia de Pactos”.
El instrumento político de liberación, al que Morales hizo referencia, surgió después de años de construcción en marzo de 1995 con la convergencia de tres organizaciones principales: la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), la Confederación Sindical de Colonizadores de Bolivia (CSCB) –hoy convertida en Confederación de Comunidades Interculturales- y la Federación Sindical de Mujeres Campesinas “Bartolina Sisa”. Evo amplió su mirada después e incorporó a los trabajadores urbanos y al proletario minero, aglutinados en la histórica Central Obrera Boliviana (COB), cuyo principal dirigente, Juan Carlos Guarachi, confirmó el respaldo de esa organización al binomio oficialista.
Y es que en Bolivia, con algunos momentos de poca sintonía, la clave de la permanencia del Proceso de Cambio, al que ya no se le atribuye hace rato el horizonte del Vivir Bien o el Socialismo Comunitario, ha sido el establecimiento de un nuevo tipo de relación entre pueblo y gobierno.
El líder indígena no cesaba de descargar su batería de mensajes simbólicos y de apelar a las fibras más profundas de los hombres y mujeres, jóvenes, adultos y viejos que no se cambiaban por nadie. Yo creo, sostuvo, en la conciencia del pueblo, en su unidad político-electoral, en su compromiso con la Patria que hemos recuperado.
Evo sabe que la pelea será dura. Su apuesta es ganar las elecciones por un 70 por ciento, que es en realidad una meta muy alta la que se coloca asimismo el líder boliviano. Es cuestión de ponerse la mochila en las espaldas y de eso Evo sabe mucho desde que fuera dirigente sindical y luego presidente. Pero también sabe que las tareas más nobles pueden fracasar si no hay acompañamiento activo del pueblo. Y de ahí que no sea improvisado cuando sostuvo, con un nudo en la garganta: “nunca me abandonen hermanos y hermanas, venimos de mucha lucha y de mucho sufrimiento ”
La concentración se dio, aunque todavía sin que haya salido oficialmente un cronograma del Tribunal Supremo Electoral (TSE) en una coyuntura caracterizada por campañas prematuramente activas, pero con resultados que, de momento, van clarificando la tendencia electoral a favor de Morales, y en medio de una situación latinoamericana en la que Venezuela está en el centro de la tormenta a raíz de la contraofensiva imperial y conservadora. Aunque Bolivia no figura en la primera línea de fuego de los enemigos de la emancipación de los pueblos, como ocurre con Venezuela, Cuba y Nicaragua, Evo sabe que no hay que bajar la guardia.
De acuerdo a varios estudios de medición de tendencia electoral, el presidente Evo Morales se perfila como el favorito y gradualmente se va separado de su inmediato seguidor, Carlos Mesa, quien muestra claras señales de retroceso o en el mejor de los casos de estancamiento, lo que parece explicarse, entre otras causas, por la ausencia de una propuesta alternativa frente a lo que se está haciendo desde enero de 2006 y de un sólido liderazgo opositor. Si se toma en cuenta la última encuesta del opositor matutino Pagina Siete, donde Evo tiene 34% y Mesa 28, es evidente que el líder indígena ya está cerca del 50 por ciento al sumar la votación promedio en el área rural, que no incorporan los estudios, donde el líder indígena es hegemónico con votos que no bajan del 86 por ciento en los centros de votación.
Pero si el panorama político para Morales ha mejorado respecto de los primeros meses de este año, la masiva concentración tuvo el condimento de la presencia horas antes del Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, quien afirmó en la mañana del viernes, ante el asombro opositor, que impedir la participación del líder indígena en las elecciones del 20 de octubre sería un acto discriminatorio. Las palabras de Almagro sirvieron para resolver un debate con la oposición, pero eso no quiere decir que el peligro haya pasado. El oportunismo y pragmatismo del uruguayo que, en sus años de joven, jugó a revolucionario, pesan más que cualquier respeto a la palabra.
La oposición, como señala el editorial de La Época, no tuvo otra que reaccionar con desconcierto y con declaraciones fuertes de sus principales dirigentes que más se presentaban como resignación a contar con el apoyo de la OEA para lograr, desde afuera , lo que objetivamente no podrán conquistar desde adentro , dada la fractura electoral y su imposibilidad de organizar una movilización social de dimensiones gigantescas como para bloquear la participación de Morales en las elecciones. La apuesta de la oposición es que la Corte interamericana de Derechos Humanos y la presión de los EEUU, en las que Almagro no se haría ningún problema de operar con bajo perfil, bloqueen la postulación de Morales.
Sin embargo, que la relación de fuerzas empiece a volcarse progresivamente a favor de la continuidad del Proceso de Cambio no significa que la tendencia sea irreversible. De aquí al día de las elecciones todavía falta algo más de cinco meses y un hecho político inesperado, fabricado desde fuera y desarrollado por sus operadores en Bolivia, puede detener la proyección o incluso colocar la coyuntura electoral de lado de la oposición. Evo Morales ya fue víctima de una conspiración político-mediática en febrero de 2016 y sería una ingenuidad que el gobierno y el MAS no estén preparados para enfrentar cualquier plan en esa dirección.
Por eso adquiere sentido, ahora más que nunca, la consigna con la que Evo Morales terminó su corta intervención: ¡Patria o muerte!
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