Versión completa de la entrevista con Michel Bauwens aparecida el sábado 10 de abril en Público. Bauwens respondió las preguntas mientras participaba en el (D’)Evolution Summitorganizado en Barcelona por los compañeros de Red SOStenible y eXgae. De nuevo agradecer a Tomás González y a Álvaro García-Ormaechea su ayuda a la hora de traducir (¡solo no puedes, con amigos sí!).
Michel Bauwens es ensayista e investigador. Ha trabajado para las universidades de Amsterdam y de Dhurakij Pundit (Tailandia). Ha sido director de la revista digital Wave y del newsletter Pluralities-Integration. Es fundador y promotor de la Fundación para las Alternativas Peer-to-Peer (Foundation for Peer-to-Peer Alternatives). Ha escrito varios libros sobre cultura, tecnología y nuevos modelos de negocio.
El establishment del copyright se defiende repitiendo un cliché: quienes critican el modelo actual sólo son un puñado de consumidores irresponsables que quieren “todo gratis”, sin respeto alguno por el trabajo de los creadores. Pero en el movimiento por una cultura libre se están pensando y ensayando alternativas que vayan realmente a favor de los creadores, sin perjudicar el hecho social básico que es compartir.
¿Qué son las dinámicas peer to peer?
Las dinámicas peer to peer (entre iguales) son procesos sociales en los cuales quienes forman parte de una red distribuida pueden sumarse libre y voluntariamente a la búsqueda de objetivos comunes. Son procesos que están surgiendo en cada pliegue de la vida social, como un tercer modo de crear valor más allá del mercado y de lo público. Implican una revolución en lo que concierne a la producción, el autogobierno y la propiedad.
¿En qué sentido?
En primer lugar, ahora tenemos la posibilidad de producir movidos por nuestra pasión y auto-organizando nuestros propios recursos, más allá de las formas coercitivas (esclavitud o vasallaje) o basadas simplemente en el propio interés (el intercambio capitalista). En segundo lugar, el gobierno entre iguales, es decir, los medios que un grupo de pares elige para gobernarse a sí mismos cuando decide producir un recurso común, no es representativo, sino que los participantes co-deciden de forma directa. Por último, la propiedad entre iguales, esto es, el marco institucional y jurídico escogido para proteger el valor creado comunitariamente de la apropiación privada, está dirigida a facilitar el uso más amplio posible y equilibra el derecho colectivo con el individual (pienso por ejemplo en la General Public License del software libre o en licencias tipo Creative Commons).
El mercado, la jerarquía o la democracia son tres medios diferentes de asignar recursos escasos. Pero mientras nos encontremos en un campo inmaterial, cultural o de conocimiento, en el que todo se puede copiar sin costes, cualquiera en cualquier parte del mundo puede agregar voluntariamente su trabajo y se pueden coordinar proyectos muy complejos mediante la adición del trabajo voluntario realizado por distintos individuos en distintos lugares.
Todo esto es muy novedoso y podría convertirse en la lógica central de una nueva sociedad.
¿Qué diferencia hay entre lo público y lo común?
Mi visión personal es que la propiedad pública concierne el total de los bienes comunes de la sociedad, pero está en manos del Estado y de las autoridades públicas. El riesgo de la propiedad pública es que puede volverse, a través de políticos autoritarios o incluso representativos, la herramienta de una minoría que controla y excluye de la participación a muchos. La propiedad común, sin embargo, concierne a los bienes comunes relacionados con la sociedad civil y es más una mezcla de propiedad individual y colectiva. Por ejemplo, en el caso de las licencias Creative Commons los individuos tienen una gama muy amplia de opciones sobre cómo quieren compartir su propiedad. Tienen el control, sin coerción.
¿La dinámicas peer to peer son sostenibles económicamente?
No hay que engañarse: en el modelo clásico del copyright sólo una parte infinitesimal de los ingresos va a parar a los creadores. Habitualmente, en este modelo “el ganador se lo lleva todo”. Igual que las librerías incrementaron la lectura y la compra de libros, el intercambio de archivos aumenta la posibilidad de disfrutar y usar la música. Y también, por lo tanto, de crear nuevas maneras de financiar a los creadores. Y desde el momento en que ya no es necesaria una cantidad muy significativa de intermediaciones, muchos de los ingresos que iban a parar a los intermediarios ahora podrían ir directamente a los creadores.
En concreto, ¿cómo pueden financiarse los creadores?
En mis investigaciones, he identificado principalmente tres modelos de negocios que no restringen la libre copia. En el modelo del crowdsourcing, la plataforma propietaria actúa como agente y tanto ella como los creadores ganan en el caso de una venta. En el modelo del compartir [sharing model], la gente comparte la música o los contenidos gratuitamente, la plataforma vive de la publicidad o de donaciones, y puede compartir ingresos con los artistas (pienso en Jamendo). Pero el más interesante es el modelo del procomún [commons model], en el que una alianza fuerte entre creadores y gestores de nuevo tipo autogestiona la propia plataforma creando algún tipo de valor añadido sobre el recurso gratuito y redirigiendo parte de los beneficios a sostener los bienes comunes (por ejemplo, Linux o Wikipedia). Muchos creadores individuales han usado una gran variedad de soluciones, todas ellas basadas en el hecho de que aceptan el libre intercambio, pero creando algún tipo de valor añadido sobre el recurso común. Pero me parece que mientras el viejo modelo represivo y monopolístico ha quebrado, el nuevo genera aún mucha incertidumbre, por lo que quizá se necesite una solución social y colectiva, como por ejemplo un modelo de licencia colectiva.
¿En qué consiste?
En este modelo, el intercambio de archivos está legalizado, los usuarios pagan una pequeña tasa en forma de impuesto y los ingresos globales se comparten de acuerdo con el uso efectivo del material creativo, que se puede medir más fácilmente siendo legal. No es el público que ama la música el que se opone a las licencias colectivas, sino más bien la industria, que protege su monopolio sobre los beneficios a costa de los creadores. Hay que encontrar esquemas de generación de ingresos que garanticen la expresión cultural libre, el libre intercambio y los medios para desarrollar modos de ganarse la vida con el propio trabajo. Es necesario un nuevo compromiso histórico.
¿Por qué motivos?
Hay una mutua dependencia entre el mercado y la creatividad social. Las dinámicas peer to peer dependen en la actualidad del excedente (y la crisis) del modelo social existente. Pero, por su lado, las empresas y los gobiernos ya no pueden funcionar sin la innovación social que resulta de las aportaciones de la sociedad civil y de los procesos asociados de producción entre iguales. Sin embargo, la relación ahora es desigual. El mercado se beneficia enormemente del trabajo voluntario y la creatividad social, pero sólo devuelve precariedad. No hay mecanismos para que esos ingresos puedan ser compartidos con aquellos que crean valor. Cada vez más empresas viven de la participación, pero dejan a los co-participantes en la intemperie. ¿Qué proporción de los ingresos de Youtube (o Google, o Skype) va a parar a las personas que generan los contenidos? Para proteger las dinámicas entre iguales y el valor de la participación, las puras dinámicas de mercado no son apropiadas y destruirán esas dinámicas. Si sólo algunos participantes reciben un beneficio de un proyecto colectivo, eso tendrá a desmotivar a los otros. Hay que pensar un nuevo modelo, un nuevo contrato social.
¿Se puede aplicar la lógica peer to peer al ámbito de los bienes físicos?
Por supuesto, la lógica peer to peer sólo funciona plenamente en la esfera inmaterial de la abundancia, en la que todo se puede copiar sin coste y donde es posible coordinar proyectos muy complejos que reúnen el trabajo de individuos distintos en distintos lugares del mundo. En lo que concierne a los bienes inmateriales de uso y disfrute no antagonistas -o tú o yo-, la exclusión es algo casi completamente innecesario. En el caso de los bienes físicos antagonistas, hay que partir de la base de que son escasos y limitados, pero quienes los producen han de poder decir y decidir en sus respectivos ámbitos. En todo caso, hoy en día cualquier bien que necesita producirse materialmente necesita diseñarse y el diseño compartido es la próxima frontera -que está emergiendo con mucha fuerza- para la producción entre iguales. También pienso que los proyectos de diseño compartido deberían tender a alinearse con formas corporativas que estén en armonía con su propio sistema de valores y esto supondría el nacimiento de una economía social basada en diseños abiertos y modos cooperativos de propiedad.
¿Para ti es lo mismo mercado y capitalismo?
Veo el mercado simplemente como una de las opciones para intercambiar bienes antagonistas, limitados. Existen otras formas y además el mercado no es apropiado, e incluso a veces es contraproductivo, para el intercambio de bienes no antagonistas. Como decía antes, hay que tener en cuenta que los mercados, la democracia y la jerarquía son medios para tratar la asignación de la escasez y no son realmente necesarios en casos de bienes abundantes no competitivos. Sin embargo, siempre que haya escasez de algunos bienes se pueden utilizar mecanismos de mercado, que se llevan usando miles de años antes de la llegada del capitalismo. Por otra parte, el capitalismo es un sistema basado en la acumulación infinita de capital y en el uso de la mano de obra como un bien de mercado; sólo puede existir expropiando a la mayoría de la población de los medios de sus propios recursos productivos. Su principal problema ahora es que el crecimiento infinito es incompatible con la existencia continuada de la biosfera y, por lo tanto, de la humanidad. Está destinado a desaparecer, pero podemos preservar a los mercados de ese destino siempre que la gente desee el espíritu emprendedor y el intercambio libre.
A veces, leyéndote, se tiene una impresión de déjà vu, como si se estuviera releyendo los viejos manuales marxistas que explicaban como la contradicción entre las fuerzas productivas (tecnología) y las relaciones de producción (la propiedad) hace avanzar la historia, cómo lo viejo está siempre preñado de lo nuevo y sólo hay que ayudarlo a nacer (“la transición tranquila”, “la autopista hacia el sistema peer to peer“) . ¿Existe realmente ese corte tan claro entre lo viejo y lo nuevo? ¿Dónde queda en esta visión la necesidad de lucha y conflicto?
Cuando un sistema basado en el crecimiento infinito toca sus límites físicos y naturales, es lógico esperar una fase de transición. Creo que la mejor imagen o analogía es el cambio del imperio romano basado en la esclavitud al feudalismo; o de este último al capitalismo. No se trató de una continuación sin más, sino de un cambio sistémico completo con valores y lógicas radicalmente diferentes. Por lo tanto, el peer to peer no debería considerarse una simple continuación de lo que tenemos, incluso aunque esté adaptado por las fuerzas sociales actuales, porque su lógica inherente es la de un sistema de valores sustancialmente nuevos. Creo que se están agotando de manera gradual los tiempos y las posibilidades para una transición tranquila, ya que no parece que las actuales élites sean capaces de dirigirnos hacia el cambio estructural necesario, ni siquiera tras la repentina conmoción para el sistema de 2008. Si Obama hubiera sido un Roosevelt en lugar de un Herbert Hoover, podría haberse dado un escenario convincente para un cambio gradual y ordenado, pero creo que la oportunidad histórica ha pasado. El conflicto no es una opción, sino algo que se impone cuando una estructura vieja es impermeable a la adaptación.
Algunos de tus textos están muy impregnados por un tono utópico. ¿En qué sentido son importantes para ti las historias utópicas sobre otros mundos posibles?
Presento de manera explícita el peer to peer como una forma no utópica y basada en la observación cuidadosa de las actuales tendencias, pero que añade el elemento de fuerzas humanas conscientes que buscan las sinergias y la integración. El nuevo mundo será diferente y creo en una mejoría sustancial, si no material, sí espiritual, pero no será una utopía o una sociedad perfecta, sino sencillamente una sociedad sostenible que reconoce los límites naturales y que limita las trabas a la innovación humana en el contexto de una justicia social mejorada. Obviamente, es posible que las cosas lleguen a ser mucho peores antes de mejorar. Dicho esto, no tengo nada contra el pensamiento utópico si sirve de inspiración para acciones humanas positivas, con la condición de que sea consciente de sí mismo y no trate de negar la realidad en favor de los sueños, que así corren el riesgo de convertirse en pesadillas.
Otra entrevista muy recomendable con Michel Bauwens
http://blogs.publico.es/fueradelugar/
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