Irán celebrará una segunda vuelta de las elecciones presidenciales después de que ninguno de los candidatos consiguiera una victoria absoluta.
Las elecciones en Irán tendrán una segunda vuelta el próximo 5 de julio, después de que ninguno de los candidatos alcanzara la mayoría necesaria (el 50 % más uno de los votos) en las elecciones del 28 de junio. Es la segunda vez en la historia de la República Islámica que se necesita una segunda vuelta para decidir quién será presidente.
La primera ronda de las elecciones tuvo como ganador a Masud Pezeshkian, quien, según datos facilitados por el Ministerio del Interior, obtuvo 10.4 millones de votos, lo que representa el 43.5 % del total. En segundo lugar, Said Yalili consiguió 9.4 millones de votos, el 37.7 % del total. En tercer lugar, Mohamad Baqer Qalibaf obtuvo 3.4 millones de votos, lo que equivale al 14 %, y por último, Mostafa Purmohamadi obtuvo 200,000 votos, representando el 0.8 %.
La participación fue del 40 %. En las últimas elecciones presidenciales, celebradas en 2021 y ganadas por el fallecido presidente Raisi, la participación alcanzó el 48.8 %. Las elecciones legislativas celebradas en marzo de este año tuvieron una participación del 41 %.
El tercer puesto de Qalibaf es significativo, especialmente porque durante parte de la campaña se le veía como el favorito, llegando a encabezar varias encuestas en las primeras semanas. En las últimas horas, Qalibaf ha publicado un comunicado en el cual pedía a sus votantes que apoyaran a Yalili en la segunda vuelta:
“Aunque personalmente respeto al Dr. Pezeshkian, el camino aún no ha terminado. Debido a mis preocupaciones sobre algunas de las personas que lo rodean, hago un llamado a todas las fuerzas revolucionarias y a mis seguidores para evitar el retorno al poder del movimiento que ha contribuido significativamente a nuestros problemas económicos y políticos actuales”, señaló Qalibaf.
Al respectp, añadió que estaba contento de haber participado en las elecciones, aunque su “sentido político” le indicaba que debía permanecer en su puesto como presidente del parlamento. Afirmó que su candidatura “brindó una oportunidad al movimiento revolucionario en la segunda vuelta de las elecciones”.
Hay que recordar que durante los últimos días de campaña se produjeron dos reuniones maratonianas, una en Mashad y otra en Teherán, entre Yalili, Qalibaf y figuras relevantes como Mohsen Rezai, vicepresidente con Raisi, y Esmail Qaani, el actual comandante de la Fuerza Quds del Cuerpo de Guardianes de Irán (CGRI), para llegar a un acuerdo entre ambos candidatos y evitar una posible victoria reformista.
Los dos candidatos que habían retirado su candidatura para apoyar la unidad del llamado “Frente Revolucionario”, Alireza Zakani y Amir Hosein Qazizade, también han manifestado su apoyo a Said Yalili para la segunda vuelta.
El comunicado de Zakani afirmaba que se “trabajará para asegurar la victoria del candidato del frente revolucionario”. Por su parte, Qazizade dijo en una publicación en X (anteriormente Twitter) que es “deber de todos los que se preocupan por el país votar por Yalili como representante de los conservadores en las elecciones”.
Se puede decir, por tanto, que después de las dos reuniones infructuosas se ha constituido un “Frente Revolucionario” que se enfrentará a Pezeshkian en la segunda vuelta.
Los dos candidatos que pasan a la segunda vuelta, programada para el próximo viernes día 5, pronto podrán reanudar sus campañas.
Según la ley electoral de Irán, los candidatos pueden comenzar las actividades de campaña para la segunda vuelta una vez que se confirmen los resultados definitivos de la primera vuelta.
El Ministerio del Interior ha enviado los resultados al Consejo de Guardianes, un cuerpo constitucional de 12 miembros que se espera revise y confirme pronto.
Al igual que en la primera vuelta, la campaña puede continuar hasta 24 horas antes del inicio de la votación de la segunda vuelta.
Desde el punto de vista político, la presencia de Yalili y Pezeshkian en una segunda vuelta sirve para destacar las notables diferencias entre ambos candidatos, al mismo tiempo que refleja la pluralidad de posiciones políticas dentro de la República Islámica.
Los programas electorales y la visión política de cada uno de los candidatos son radicalmente diferentes. Estas discrepancias son evidentes en temas como la política exterior, donde Yalili representa una oposición firme a cualquier acuerdo con Estados Unidos que implique renunciar a los principios fundamentales que sustentan la República Islámica. Es conocido por su oposición al acuerdo nuclear de 2015, argumentando que las garantías ofrecidas por Occidente eran insuficientes.
Por su parte, Pezeshkian ha manifestado durante la campaña su voluntad de llegar a acuerdos con Occidente, entendiendo que es la mejor garantía para la eliminación de las sanciones y la estabilidad en la región.
Las diferencias entre ambos también son notables en cuestiones económicas. Yalili defiende una visión de justicia social arraigada en conceptos islámicos, con un estado fuerte como garante de la protección de los derechos de los más desfavorecidos. En contraste, Pezeshkian propone dar oportunidades económicas atrayendo inversión extranjera y limitando el papel del estado en la planificación económica.
Pero lo más relevante desde un punto de vista político es la existencia de dos opciones tan distintas y alejadas dentro del espectro político-económico, lo cual cuestiona la narrativa sobre la falta de opciones reales en la República Islámica. Esta diversidad de opciones no es algo nuevo. El hecho de que Irán haya tenido presidentes tan diferentes como Jatami o Raisi subraya la importancia de entender las dinámicas políticas del país sin caer en análisis simplistas que sugieran una falta de opciones reales o la idea de que todos los candidatos son iguales.
Es evidente que Yalili y Pezeshkian no son lo mismo en términos políticos. Ambos representan opciones reales, distintas e independientes que de alguna manera reflejan las diversas visiones políticas sobre las cuales se construyó la República Islámica, sin que esto sea visto como una contradicción.
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