Por: Xavier Villar
Desde la creación del estado sionista en 1948, Israel ha adoptado el “asesinato” como una política oficial, tanto en los territorios ocupados como en otros países, sin consideración internacional ni rendición de cuentas hasta la fecha.
Recientemente, tras una serie de asesinatos selectivos en Irán, Ismail Haniya, el principal funcionario político y diplomático de HAMAS, se ha convertido en el primer invitado extranjero oficial asesinado por el régimen israelí en suelo iraní, a pesar de las estrictas medidas de seguridad. Desde el 7 de octubre de 2023, Israel ha declarado a todos los líderes de HAMAS como objetivos legítimos. El asesinato de Haniya, jefe del buró político de HAMAS, primer ministro electo de Palestina y negociador clave del acuerdo de alto el fuego en Gaza, destaca no solo por su momento y lugar, sino por sus potenciales repercusiones regionales e internacionales.
Con este acto, Israel no solo ha atacado al líder de HAMAS, sino que ha cruzado todas las líneas rojas políticas y diplomáticas, violando la soberanía y seguridad nacional de Irán, y comprometido la integridad territorial del país. Este asesinato envía un mensaje claro a Irán y a sus aliados en el eje de resistencia: un ataque similar puede ocurrir en cualquier momento contra cualquier funcionario militar o civil de Irán, así como contra los líderes de la resistencia, ya sea en la capital o en cualquier otra parte del país. Tal acción es inaceptable desde el punto de vista de la soberanía de la República Islámica.
Es crucial también considerar el contexto en Teherán: la guerra en Gaza ha resultado en la muerte de cerca de 40,000 palestinos y una destrucción generalizada, mientras que la eliminación de HAMAS, el objetivo principal declarado de la guerra, no se ha logrado. Las negociaciones para un alto el fuego han fracasado y los prisioneros israelíes aún no han regresado a casa. Este viaje de Netanyahu a Estados Unidos, mientras enfrenta cargos por crímenes de guerra en Gaza ante la Corte Penal Internacional, le ha servido para mejorar su imagen internacional, presentándose como un estadista respetado ante el Congreso y como interlocutor de los presidentes actuales, anteriores y potenciales de Estados Unidos.
Además, Israel no ha mostrado ninguna intención de cesar su ofensiva genocida en Gaza ni de negociar seriamente para tal fin. Igualmente importante, no hay indicios de que el apoyo incondicional de Estados Unidos a Israel durante 300 días vaya a cambiar en los próximos 300.
Los políticos que han reconocido el “derecho de Israel a defenderse” han otorgado un cheque en blanco al régimen ocupante, que ha utilizado repetidamente para justificar sus crímenes en Gaza y otros lugares. Al mismo tiempo, nunca se reconoce el derecho de los países atacados por Israel a defenderse o a responder dentro de los marcos del derecho internacional.
En este contexto, cuando Irán respondió al ataque sionista contra su consulado en Damasco mediante la operación “Promesa Verdadera”, lo hizo en el marco del derecho internacional, específicamente bajo el Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, que reconoce el derecho de defensa propia de cualquier estado.
El asesinato de Haniya, además de sus implicaciones políticas y éticas, tiene una dimensión legal que no debe pasarse por alto: representa una violación flagrante de la integridad territorial y la soberanía nacional de la República Islámica.
Desde un punto de vista político, la estrategia sionista es evidente. Durante mucho tiempo, Israel ha seguido la táctica de eliminar cualquier posibilidad de paz y calma para continuar con sus crímenes habituales con total impunidad. Israel intensificó sus ataques genocidas en Gaza mientras avanzaban las negociaciones para un alto el fuego y, para asegurarse de que no hubiera una posibilidad tangible de paz a corto plazo, ha incrementado sus esfuerzos para provocar a sus enemigos, incluido el asesinato de líderes destacados de la resistencia, utilizando tales provocaciones como pretexto para prolongar la guerra.
Además, Israel cree que sus recientes acciones han creado las condiciones para lo que podría ser una oportunidad única para arrastrar a Estados Unidos a una confrontación directa. No es sorprendente que Estados Unidos haya indicado a Israel que lo defenderá en caso de ataque.
Sin embargo, en una muestra de la utilización maniquea y espuria del derecho internacional, Estados Unidos no considera que los recientes asesinatos de Israel justifiquen una respuesta de Hezbolá o Irán. A pesar de ello, cualquier represalia de Líbano o Irán será considerada un ataque ilegítimo, lo que justificaría cualquier acción que Israel decida tomar a continuación.
Lo cierto es que si las reiteradas afirmaciones de Estados Unidos sobre su compromiso inquebrantable e incondicional con la seguridad de Israel tienen la intención de intimidar a los enemigos de Israel e influir en sus acciones, han fracasado una vez más.
La evidencia en este sentido fue proporcionada por Seyed Hasan Nasralá, el líder de Hezbolá, en un discurso crucial el 1 de agosto. Hablando poco después del entierro del comandante de Hezbolá, Fuad Shukr, Nasralá anunció que las actividades del Frente de Apoyo (o Solidaridad), lanzadas por la organización libanesa el 8 de octubre, se reanudarían rápidamente y continuarían sin interrupción hasta lograr el objetivo de poner fin a la campaña genocida de Israel contra los palestinos.
No cabe duda de que el martirio de Haniya en Teherán, aunque amargo y doloroso, no afectará el poder ni las futuras operaciones de HAMAS. Este evento no proporcionará seguridad a Israel y, en cambio, intensificará la motivación para la resistencia y la lucha entre los palestinos, fortaleciendo la popularidad de HAMAS tanto en los territorios ocupados como en el extranjero.
Israel, que en los últimos diez meses no ha logrado alcanzar sus objetivos en Gaza, ha intentado demostrar su poderío informático, de seguridad y militar mediante recientes ataques en dos capitales de la región y dirigiendo su ofensiva contra los líderes del eje de la resistencia en Beirut y Teherán. Aunque estos asesinatos han restaurado parcialmente la confianza de algunos ciudadanos israelíes en su aparato de seguridad e inteligencia, afectada desde el 7 de octubre, no contribuirán a la seguridad de Israel ni debilitarán al eje de la resistencia. Por el contrario, podrían poner en peligro la supervivencia política de la entidad sionista.
La experiencia muestra que cuando Israel asesina a uno de los líderes políticos o militares de Hezbolá, HAMAS, la Yihad, etc., un nuevo líder aún más decidido toma el lugar del anterior, fortaleciendo la determinación de las fuerzas de resistencia para luchar.
Según Nasralá, Hezbolá responderá de manera directa y contundente, en lugar de simbólica o indirectamente, y esta respuesta se llevará a cabo independientemente de los desarrollos en el Frente de Apoyo. Se espera que Irán también responda de manera directa, y los medios locales especulan con la posibilidad de un ataque sobre Tel Aviv.
Tanto Irán como Hezbolá han dejado claro que consideran los recientes ataques de Israel como de gran importancia estratégica, y por lo tanto, requieren una respuesta igualmente estratégica. En palabras de Nasralá, las acciones de Israel han creado un conflicto nuevo y distinto que amenaza a toda la región y, por ello, requiere una respuesta disuasoria adecuada.
Se anticipa que el Eje de la Resistencia responderá con un ataque coordinado, o una serie de golpes, contra el centro de Israel, con el objetivo de causar daños significativos a su infraestructura militar. Medios libaneses cercanos a Hezbolá han informado que el Eje de la Resistencia ha formado una sala de operaciones conjunta para planificar la respuesta contra Israel. Esta respuesta no se limitaría únicamente a Israel, sino que también podría incluir bases estadounidenses.
Esto último se confirma con un comunicado emitido por la Guardia Revolucionaria Iraní el 3 de agosto, que afirma claramente que “esta acción (el martirio de Ismail Haniya) fue diseñada y ejecutada por el régimen sionista con el apoyo del criminal Estados Unidos”.
En este contexto de tensión provocada por las acciones completamente irracionales de Israel, se está configurando un nuevo orden regional. Si estalla una guerra abierta entre Israel, Hezbolá e Irán —una posibilidad que estos han intentado evitar por todos los medios—, se debe señalar que este conflicto será mucho más grande y prolongado que el enfrentamiento actual de las fuerzas de ocupación sionista en Gaza contra HAMAS.
Los grupos de resistencia en Siria e Irak, así como el movimiento yemení Ansarolá, también podrían atacar a Israel, lo que aumentaría significativamente el alcance del conflicto. Irán podría llegar a la conclusión de que una victoria de Israel representaría una amenaza existencial para la red de resistencia en la región. Por ello, resulta crucial responder a cada ataque sionista de manera directa para evitar parecer débil frente a las provocaciones sionistas.
Las repercusiones de estas provocaciones ya se reflejan en Israel. Según fuentes estadounidenses, el conflicto con Hezbolá ha dado lugar a la mayor operación de evacuación en Palestina ocupada en los últimos 70 años. Por ejemplo, de los 24,000 residentes del asentamiento de Kiryat Shmona antes de la guerra, solo quedan 3,000 en la actualidad. Las imágenes satelitales recientemente publicadas por el Financial Times, conocido por su postura neutral respecto a la resistencia palestina, demuestran que los ataques con misiles de Hezbolá han causado daños significativos a edificios, campos y actividades comerciales.
En conclusión, las respuestas conjuntas del Eje de Resistencia, así como las individuales de Irán y Hezbolá, a los recientes asesinatos y violaciones de sus respectivas soberanías nacionales son vistas como una necesidad política para restablecer las líneas rojas, fortalecer la capacidad de disuasión y evitar cualquier intento sionista de hegemonía regional.
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