En 1999 dos perros se cruzan en la frontera. Uno, argelino, flaco, desfallecido, cojo y roído por las pulgas, trata de entrar en Túnez; el otro, tunecino, lustroso, bien alimentado, limpio, saludable, trata por su parte de entrar en Argelia. El tunecino está perplejo: “¿por qué quieres entrar en mi país”, pregunta. El argelino responde: “porque quiero comer”. E inmediatamente añade, aún más perplejo que su compañero: “Lo que no entiendo es por qué quieres entrar tú en Argelia”. El tunecino entonces contesta: “porque quiero… ladrar”.