Adiós, patrón, don Álvaro, otra vez muy pronto, que le vaya bien, que no lo vaya a coger el carro desbocado y zigzaguero del propio legatario, que dios quiera no lo parta el rayo de esa justicia divina tan trampeada a punta de bendiciones episcopales y hasta pontificales, y que no lo vaya a espichar el choque de trenes entre poderes y entre colombianos que usted nunca dejará atrás.