Desde el 2008 cadáveres de jóvenes pobres, vagabundos y dirigentes sociales empezaron a ser desenterrados en Colombia. Habían sido vestidos con uniformes de guerrilleros y los militares cobraban días libres o dinero por ellos. Más de 2 mil cuerpos hallados muestran el lado oscuro de la política de seguridad democrática implementada para, irónicamente, combatir la guerrilla.