Por: Rolando Astarita
Los análisis y debates en la izquierda acerca de las relaciones económicas entre los países adelantados y atrasados están atravesados por las diferentes explicaciones acerca de cómo opera la ley del valor trabajo en el mercado mundial.
En este respecto, desde hace años he estado criticando la tesis del intercambio desigual de Anwar Shaikh y Guglielmo Carchedi. Estos autores sostienen que, dado el atraso tecnológico, los trabajadores y trabajadoras de los países atrasados generan más valor que las y los trabajadores que utilizan tecnologías más avanzadas en los países adelantados. Ese plus de valor, sigue el argumento, se transferiría a los países adelantados, dando lugar a la explotación de los países atrasados por los tecnológicamente más avanzados.
En oposición, sostengo que la tesis de Shaikh y Carchedi es insostenible desde el punto de vista de la teoría del valor trabajo y que la noción, de Marx, de trabajo potenciado (alternativamente, despotenciado) es vital para la comprensión del mercado mundial. Este artículo está dedicado a esta cuestión. Empezamos pues reseñando los antecedentes de la controversia, o sea, la tesis del intercambio desigual de Arghiri Emmanuel.
Intercambio desigual según Emmanuel
Según Emmanuel (1972), en los países atrasados los salarios son mucho más bajos que en los países adelantados, pero por hora de trabajo (simple) se genera el mismo valor en ambos países. En consecuencia, la tasa de plusvalor es mucho más elevada que en los adelantados. Y debido a la igualación de la tasa de ganancia –se asume que hay libre competencia– se produce una transferencia de valor desde los países atrasados a los adelantados (en el Apéndice presentamos un sencillo ejemplo teórico del planteo).
Según Emmanuel, el intercambio desigual se había convertido en la principal forma de explotación de los países atrasados por los adelantados.
El contexto y la relevancia de la tesis
Recordamos brevemente que el contexto de Emmanuel, y de los debates que le siguieron, fue la progresiva descolonización en Asia y África entre el fin de la Segunda Guerra y mediados de los años setenta (liberación de las colonias portuguesas en África). ¿Se ponía fin con ello a la explotación de los países antes colonizados? La tesis del intercambio desigual vino a decir que no, que la explotación –extracción sistemática de excedente– de los países atrasados continuaba, aunque ahora por los mecanismos de mercado. Fue una idea que tuvo amplia aceptación en la izquierda. Así, por ejemplo, en los años 1970 Mandel escribía: “El intercambio desigual se convirtió en lo sucesivo en la forma principal de explotación colonial, pasando la producción directa de ganancias extraordinarias coloniales a un papel secundario” (Mandel, 1979: 339). Un enfoque que parecía explicar la polarización creciente de ingresos y riqueza entre las potencias industriales y los países subdesarrollados.
Shaikh y Carchedi
A pesar de su importancia, hacia mediados de la década de 1980 los debates y análisis acerca del intercambio desigual experimentaron un cierto estancamiento. Pero en los años noventa se reavivó el interés por el tema a partir de una nueva tesis del intercambio desigual, más acorde con lo que ocurría en el capitalismo global. Sus principales exponentes fueron Anwar Shaikh y Guglielmo Carchedi (y parcialmente Ernest Mandel; véase infra).
El supuesto ahora fue que, debido al atraso tecnológico, en las empresas de los países subdesarrollados es necesario emplear más trabajo por unidad de producto que en las empresas tecnológicamente avanzadas en los países avanzados (se considera que compiten en la misma rama). En consecuencia, sigue el razonamiento, en las empresas atrasadas se genera más valor que en las adelantadas, y ese plus se transfiere de las primeras a las segundas. Así, Shaikh afirma que los productores, o empresas menos eficientes, transfieren valor intra-industria a las más eficientes, permitiendo a estas últimas realizar más valores de los que producen, en tanto que las primeras realizan menos valores de los que producen (Shaikh, 1991: 214).
Carchedi (1991) repite la idea. Supone una rama en que el precio al que venden todas las empresas está determinado por las modales. La composición de capital de estas es 80 de capital constante y 20 de capital variable; la tasa de plusvalor es 100%; lanzan al mercado un valor de 120 $, plasmado en un output de 100 unidades; el valor del producto es 1,2 $. Las empresas con tecnología superior a la modal tienen una composición de valor de 85 de capital constante y 15 de variable; la tasa de plusvalor es 100%; producen un output de 130 unidades. Las de menor tecnología tienen una composición de 75 de capital constante y 25 de capital variable; la tasa de plusvalor también es 100%; y generan un output de 90 unidades. Todas venden su producto a 1,2 $ (corresponde a las empresas con tecnología modal). Tenemos entonces:
Cap. | C V S Val | Output | Ingresos | Plusvalor |
I | 80+20+20 =120 | 100 | 120 | 20 |
II | 85+15+15 =115 | 130 | 156 | 56 |
III | 75+25+25=125 | 90 | 108 | 8 |
Los capitales III, de los países atrasados, generan 25 $ de plusvalor, pero se apropian de 8 $ (lanzan al mercado 125 $ de valor, pero ingresan 108 $). Los capitales II, de los países adelantados, generan 15 $ de plusvalor, pero se apropian 56 $ (lanzan 115 $ de valor e ingresan 156 $). Se apropian de plusvalor generado en las empresas atrasadas, aunque Carchedi no especifica cómo se produce esa transferencia. Por otra parte, debido a que el valor generado en la rama, 360 $, es menor que el valor que ingresa, 384 $, asume que existe una transferencia de poder de compra desde otras ramas.
Un planteo inconsistente y la noción de trabajo potenciado
Pensamos que el planteo de Carchedi y Shaikh parece desconocer el carácter social del valor. Es que el valor es tiempo de trabajo socialmente necesario (en adelante, TTSN) objetivado, ya que el trabajo se objetiva como valor cuando el producto se vende. Por lo cual el productor que emplea una tecnología superior a la que aplican los productores modales de su rama genera más valor por unidad de tiempo; o sea, es potenciado. Lo ilustramos con el ejemplo teórico (apenas modificado) del capítulo 10 del tomo 1 de El Capital.
Supongamos que en una rama las empresas emplean trabajadores con una tecnología estándar y que cada trabajador produce una unidad de A por hora. Supongamos que para producir A se emplean 10 $ de capital constante; se paga un salario de 3 $ por hora; y la tasa de plusvalor es del 100%. Por lo tanto, el precio de A (directamente proporcional al valor) es:
10c + 3v + 3s = 16. Si la jornada laboral es de 10 horas, el capital variable es 30 $ por día y el plusvalor diario también 30 $.
Supongamos ahora que un capitalista duplica la productividad del trabajo. El valor del capital constante por unidad de A permanece igual, y lo mismo ocurre con el salario. Dado que en la empresa innovadora se duplicó la productividad, se produce A en media hora; de manera que entra solo 1,5 $v por unidad de A. Si asumimos que la tasa de plusvalor se mantiene en el 100%, el valor individual de A es: 10c + 1,5v + 1,5s = 13.
Marx observa entonces que “el valor individual de esta mercancía se halla ahora por debajo de su valor social, esto es, cuesta menos tiempo de trabajo que la gran masa del mismo artículo producido en condiciones medias” (Marx, 1999: 385). Sin embargo, el valor individual no es el valor real. “El valor real de una mercancía… no es su valor individual, sino su valor social, esto es, no se mide por el tiempo de trabajo que insume efectivamente al productor en cada caso individual, sino por el tiempo de trabajo requerido socialmente para su producción” (ibid.; énfasis nuestro). Esto es, el valor está determinado por el promedio socialmente necesario para producir. Por eso, en nuestro ejemplo el capitalista tecnológicamente adelantado puede vender A a un precio inferior al socialmente establecido, ganar mercado y realizar un plusvalor extraordinario. Si el precio se mantiene en 16 $ (expresión del TTSN), nuestro adelantado podría vender A en 15 $, por ejemplo, realizando una plusvalor extraordinario de 2 $ por unidad. ¿Quién produce entonces el plusvalor extraordinario? Respuesta: el trabajo potenciado. Escribe Marx: “El trabajo cuya fuerza productiva es excepcional opera como trabajo potenciado, esto es, en lapsos iguales genera valores superiores a los que produce el trabajo social medio del mismo tipo” (énfasis nuestro). Por eso, cuando se generaliza la nueva tecnología, desaparece el plusvalor extraordinario.
En otros pasajes de su obra presenta la misma idea. Por ejemplo:
Mediante la excepcional fuerza productiva que el trabajo obtiene aquí a diferencia del trabajo medio en el mismo ramo de actividad, se convierte, en relación con éste, en trabajo superior, de modo que, por ejemplo, una hora laboral suya es igual a 5/4 de una hora laboral de trabajo medio, a trabajo simple a una potencia superior. Un número menor de horas de trabajo resulta igual a un número mayor de horas del trabajo medio. Lo paga como trabajo medio y lo vende por lo que es, trabajo superior, una determinada cantidad del cual es igual a una mayor cantidad de trabajo medio (Marx, 1980: 38-9; énfasis añadido).
También cuando explica la renta diferencial: es el trabajo aplicado a tierras de mayor fertilidad que la menos fértil (que determina el valor del producto).
El ejemplo de Carchedi reformulado
La noción de trabajo potenciado nos permite reformular el ejemplo teórico de Carchedi. Dado que todas las empresas venden su output a 1,2 $, las adelantadas tecnológicamente lanzan al mercado un valor equivalente a 156 $ (130 unidades × 1,2 $); sus trabajadores generan 56 $ de plusvalor. Por otro lado, las empresas atrasadas lanzan al mercado un valor equivalente a 108 $ (90 × 1,2 $) y sus trabajadores generan solo 8 $ de plusvalor. No hay necesidad de postular transferencias desde otra rama ni tampoco hay transferencia de plusvalor dentro de la rama. Por lo tanto, no tiene sentido hablar de explotación por intercambio desigual. Sí se cumple que el obrero del país atrasado debe emplear más trabajo por unidad de valor que el obrero del país adelantado. Pero ese mayor tiempo de trabajo no se plasma en más valor.
¿Concepción física o social del valor?
La noción de trabajo potenciado deriva de que el valor es una propiedad social. Por eso, los críticos de esta noción pueden desembocar en una concepción física del valor. Lo vemos en Carchedi: “si puede observarse que la sustancia del valor existe materialmente y, por lo tanto, puede ser medida antes del intercambio, se puede concluir con seguridad que el valor también existe materialmente y es medible antes del intercambio, sea o no observable el valor” (Carchedi, 2011: 64).
También: “si la energía humana en lo abstracto es tanto material como cuantificable antes del intercambio, lo mismo debe ser su evaluación social y por lo tanto el trabajo abstracto y el valor” (Carchedi, 2011: 67).
Coincidimos con Carchedi en que la sustancia del valor puede verse y medirse en tanto tiempo de trabajo invertido. Sin embargo, la sustancia, el trabajo, no es valor. Es que no hay valor sin la forma del valor. Una cuestión central que diferencia a la teoría del valor de Marx de la teoría de Ricardo, para quien la forma del valor era indiferente para la existencia del valor (véase nota 32, t. 1, Marx, 1999: 98). Escribe Marx: “el trabajo crea valor pero no es valor. Se convierte en valor al solidificarse, al pasar a la forma objetiva” (Marx, 1999: 63). Y para ello es necesario que la mercancía se venda. Si esto no ocurre, el trabajo invertido en la producción no se objetiva como valor. “Es solo en su intercambio donde los productos del trabajo adquieren una objetividad de valor, socialmente uniforme, separada de su objetividad de uso, sensorialmente diversa” (Marx, 1999: 89).
Para que se vea la diferencia: según Carchedi, si Juan empleó 12 horas para producir A, siendo el TTSN 10 horas, Juan habrá generado 2 horas de valor extra, que reaparecerán en algún lado. En cambio, según la concepción social del valor, las 12 horas de trabajo de Juan solo generan 10 horas de valor (= TTSN). Una vez más: la objetividad del valor no es física, sino social: “La objetividad de las mercancías en cuanto valores se diferencia de mistress Quickly… En contradicción directa con la objetividad sensorialmente grosera del cuerpo de las mercancías, ni un solo átomo de sustancia natural forma parte de su objetividad en cuanto valores” (Carchedi, 2011: 58; énfasis añadido).
Tiempo de trabajo y la dialéctica de la cantidad/cualidad
Un argumento de los que defienden el enfoque de Shaikh y Carchedi dice que el TTSN se determina como promedio de todos los tiempos de trabajo privado empleados en la producción de la mercancía. Por caso, si hay 10 productores privados que emplea cada uno 10 horas para producir A, y un undécimo productor emplea 30 horas de trabajo, estas últimas entrarían en la determinación del TTSN.
El problema con este argumento es que los trabajos privados cuentan como formadores del TTSN en tanto las divergencias cuantitativas se mantengan dentro de ciertos límites. En palabras de Marx: “En todo ramo industrial el obrero individual, Juan o Pedro, diverge en mayor o menor grado del obrero medio. Estas divergencias individuales, denominadas ‘errores’ en matemática, se compensan y esfuman no bien se concentra una cantidad relativamente grande de obreros” (Marx, 1999: 392, t. 1; énfasis añadido). Sin embargo, “(s)i en la producción de una mercancía un obrero consumiera mucho más tiempo del socialmente requerido, si el tiempo de trabajo individualmente necesario para él divergiera considerablemente del socialmente necesario o del tiempo de trabajo medio, su trabajo no contaría como trabajo medio ni su fuerza de trabajo como fuerza de trabajo media” (p. 393; énfasis agregado). En nuestro ejemplo, el productor que empleó 10 horas y 10 minutos en producir A genera tanto valor como el que empleó 9 horas y 50 minutos. Pero si la diferencia es de 10 horas versus 30 horas ocurre un cambio cualitativo: las 20 horas de más que empleó el productor atrasado solo habrán generado 10 horas de valor (= TTSN). Aquí se aplica la conocida ley dialéctica del paso de la cantidad a la cualidad.
Breve consideración del intercambio desigual según Mandel
La idea de que los trabajadores que emplean tecnología atrasada generan más valor que los que aplican tecnologías avanzadas fue propuesta por Mandel: “Las ganancias extraordinarias de las empresas que operan con una productividad del trabajo superior a la media solo se pueden explicar… por una transferencia de valor a expensas de las empresas que operan con una productividad del trabajo inferior a la media” (Mandel, 1979: 100). En otro pasaje sostiene que la ganancia extraordinaria que obtiene un capital por ventaja de productividad proviene de la apropiación de “una parte del plusvalor producido por otras empresas de ese sector” (Mandel, 1979: 77).
Estas afirmaciones lo acercan pues al enfoque de Shaikh y Carchedi sobre intercambio desigual. Sin embargo, su argumento es distinto en aspectos importantes. En primer lugar, porque asume que la tasa de ganancia es mayor en los países atrasados que en los adelantados (en Shaikh y Carchedi hay igualación de la tasa de ganancia). En segundo término, supone el intercambio entre ramas, no intra-rama como ocurre en Shaikh y Carchedi. Veamos entonces el ejemplo teórico del que deriva el intercambio desigual.
Supone que en el país avanzado (imperialista) el valor de la producción (A) exportada es 5.000 c + 4.000 v + 4.000 s = 13.000; en el país atrasado el valor de la producción (B) exportada es 200 c + 2.000 v + 1.800 s = 4.000.
Mandel precisa que son los valores en el mercado mundial. Asume también que el país atrasado envía todas sus exportaciones al adelantado; y que la balanza comercial entre ambos países está equilibrada. Se intercambian entonces por valor de 4.000:
1.538 c + 1.231 v + 1.231 s (A) = 200 c + 2.000 v + 1.800 s (B), (pp. 351-2, ibid.).
Dado que se trata de valores (o precios valores, esto es, precios que expresan el TTSN), parece difícil decir dónde está el intercambio desigual. Por eso se pregunta “¿Dónde se esconde entonces el intercambio desigual en esta equivalencia?” Y responde: “Este intercambio desigual se encuentra en el hecho de que estos valores internacionales iguales representan cantidades desiguales de trabajo” (Mandel, 1979: 352).
Esta respuesta sugiere la pregunta de por qué la misma expresión monetaria (por caso, dólares) representa cantidades desiguales de tiempos de trabajo. Mandel parece responderla al afirmar que en las exportaciones del país adelantado hay, digamos, 300 millones de horas de trabajo y en las mercancías exportadas desde el país atrasado unos 1.200 millones de horas de trabajo (ambas expresadas monetariamente en los 4.000 que cada país exporta). Para justificar esta diferencia de tiempos de trabajo, afirma que “en el mercado mundial la hora de trabajo en el país desarrollado cuenta como más productiva e intensiva que en el país atrasado” (p. 352). Una afirmación que lo alejaría del enfoque físico del valor que hemos criticado. Sin embargo, su argumento se cae desde el momento en que no es posible comparar productividades referidas a producciones de valores de uso distintos. En otros términos, no tiene sentido decir que la productividad del trabajo aplicado a la producción de B es mayor que la productividad aplicada a la producción de A, porque sencillamente ambas productividades son incomparables. Lo que cuenta entonces es la productividad del trabajo aplicado a producir B en el país atrasado, en relación con la productividad modal imperante en la rama B (y lo mismo se aplica a la productividad del trabajo empleado para producir A). Por lo cual, si en el país atrasado se produce la mercancía B con la tecnología modal existente en la rama, y si en el país adelantado se produce A con la tecnología modal existente en la rama, las horas de trabajo (simple) empleadas en las producciones respectivas generan la misma cantidad de valor. Pero si esto es así, el planteo de Mandel se cae. Si, en cambio, se supone que las productividades se comparan porque se trata de la misma rama, vamos al caso Shaikh y Carchedi, ya analizado.
Trabajo complejo, otra forma de trabajo potenciado
Existe otra forma de trabajo potenciado: el asociado al trabajo complejo. Dice Marx: “se considera que el trabajo más complejo es igual sólo a trabajo simple potenciado, o más bien multiplicado, de suerte que una pequeña cantidad de trabajo complejo equivale a una mayor cantidad de trabajo simple” (Marx, 1999: 54-5, ibid.). El trabajo simple es el que resulta del gasto de una fuerza de trabajo que por “término medio, todo hombre común, sin necesidad de un desarrollo especial, posee en su organismo corporal” (ibid.). El trabajo complejo exige mayor capacitación de la fuerza de trabajo y en tanto generador de valor equivale a más unidades de trabajo simple.
Por lo tanto, en las empresas o ramas que emplean en alta proporción trabajo calificado se genera más valor que en las empresas o ramas en las que predomina el trabajo simple. El trabajo complejo en esta segunda acepción no explicaría los plusvalores extraordinarios, aunque podría dar cuenta del fenómeno conocido como deterioro de los términos de intercambio. En particular, la relación de intercambio entre mercancías de producción estandarizada y mercancías que requieren altas dosis de trabajo complejo (he presentado esta cuestión en Astarita 2013).
Algunas consecuencias que se desprenden de la noción de trabajo potenciado
En primer lugar, el trabajo potenciado explica las ganancias extraordinarias sin recurrir a la tesis del dominio de los monopolios, habitual en los enfoques heterodoxos. Según estos, los monopolios (u oligopolios) obtienen súper ganancias porque establecen precios por encima de los precios de producción. En consecuencia, de acuerdo con este punto de vista, las ganancias extraordinarias son plusvalores generados en ramas con libre competencia y transferidas a los monopolios (u oligopolios). Por lo cual, esta explicación supone que los monopolios (u oligopolios) dominan la producción y administran los precios; la guerra de precios está sofocada o es despreciable. Los precios no son gobernados por la ley del valor trabajo; aunque tampoco se ha elaborado alguna teoría del precio de monopolio.
En este respecto representó un avance el enfoque de Emmanuel, y luego de Shaikh y Carchedi, que suponen la competencia (la guerra de precios es una realidad del capitalismo contemporáneo), la vigencia por lo tanto de la ley del valor trabajo y la formación de precios de producción. La explicación a lo Marx de los plusvalores extraordinarios profundiza y fortalece esta perspectiva.
Una segunda consecuencia de la noción de trabajo potenciado es que no hay transferencia de valor de los países atrasados a los adelantados por vía del intercambio desigual postulado por Mandel, Shaikh y Carchedi.
En tercer lugar, la explicación de la renta diferencial por el trabajo potenciado es una alternativa a la idea de que la renta es apropiación del plusvalor generado en la industria, a través de un precio impuesto por el poder de monopolio de los terratenientes.
En cuarto término, la explicación de los plusvalores extraordinarios por el trabajo potenciado conecta con la posibilidad de aumento del plusvalor en paralelo al mantenimiento o incremento del salario real (plusvalor relativo). Lo cual explica por qué puede darse el caso de salarios reales más elevados en los países adelantados que en los atrasados, junto a tasas de plusvalor mayores en los primeros. Es una explicación alternativa a la que sostiene que en los países adelantados los salarios reales son más elevados que en los países atrasados porque los países adelantados explotan a los atrasados. Las nociones conectadas de trabajo potenciado, plusvalor extraordinario y plusvalor relativo ponen el foco en la contradicción capital-trabajo.
Por último, la noción de trabajo potenciado (y su contracara, trabajo despotenciado) explica el porqué de una polarización creciente de riqueza e ingresos entre los países adelantados y los atrasados, sin que por ello haya que recurrir a la noción de explotación colonial, o neocolonial. Es que los plusvalores extraordinarios permiten aumentar las inversiones en investigación y desarrollo de tecnologías, que a su vez dan lugar a renovadas y mayores ventajas tecnológicas en los países adelantados, aumentando su distancia con los atrasados.
Apéndice
Un ejemplo teórico del intercambio desigual según Emmanuel |
Partimos de una situación en que los salarios son iguales en el país adelantado y en el atrasado. En cada país se utilizan 5 unidades de trabajo, que reciben un salario de 10 $. La producción de A en el país adelantado exige 200 $ de capital constante; la producción de B en el país atrasado demanda 50 $ de capital constante; en ambos países la tasa de plusvalor es 100%. En términos de precios directamente proporcionales a valores, es: Producción A: 200c + 50v + 50s = 300 Producción B: 50c + 50v + 50s = 150 Calculamos los precios de producción (esto es, igualando las tasas de ganancia): A: 200c + 50v + 71,43 = 321,43 B:50c + 50v + 28,57 = 128,57 Por lo tanto, el precio de producción de A es 321,43 $ y el de B 128,57 $. Hay transferencia de valor hacia el país adelantado, pero Emmanuel considera que éste no es el intercambio desigual en sentido estricto, ya que es lo que ocurre siempre que existen diferencias de composición del capital entre ramas. El intercambio desigual se produce cuando los salarios son más bajos en uno de los países. Supongamos por lo tanto que en el país atrasado, donde se produce B, el salario es de 1 $ por unidad de trabajo. En términos de valores ahora tenemos: A: 200c + 50v + 50s = 300 B: 50c + 5v + 95s = 150 En precios de producción, es A: 200c + 50v + 118,85s = 368,85 B: 50c + 5v + 26,15 = 81,15 Puede verse entonces que el precio de producción de A aumentó de 321 $ a 368 $, y que el precio de B disminuyó de 128 $ a 81 $ con respecto a la situación en la cual los salarios son iguales. Existe pues una transferencia de plusvalor, originado en la tasa de explotación más elevada en el país atrasado que en el adelantado. |
Referencias
Astarita, Rolando (2013) Economía política de la dependencia y el subdesarrollo.
Bernal: UNQ.
Carchedi, Guglielmo (1991) Frontiers of Political Economy. Londres y Nueva York: Verso.
Carchedi, Guglielmo (2011) Behind the Crisis Marx’s Dialectics of Value and Knowledge. Leiden-Boston: Brill.
Emmanuel, Arghiri (1972) El intercambio desigual. México: Siglo XXI.
Mandel, Ernest (1979) El capitalismo tardío. México, Era (Reeditado por Verso, Sylone y viento sur, 2023).
Marx, Karl (1980) Capital y tecnología. Manuscritos inéditos 1861-1863. México: Terra Nova.
Marx, Karl (1999) El capital. México: Siglo XXI.
Shaikh, Anwar (1991) Valor, acumulación y crisis, Bogotá: Tercer Mundo Editores.
Rolando Astarita es docente en las Facultades de Ciencias Sociales y Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad de Quilmes
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