Fuente: Internacional Progresista
En el 2008 escribí un texto que titulé “Good bye pobretología, bienvenida ricatología”. Se partía implícitamente de un supuesto: el problema del continente no es la pobreza sino el empobrecimiento generado por un enriquecimiento híper-concentrado. Esto implica que hay que cambiar la mirada. Si importan los pobres, no debemos focalizar la atención en ellos, como suscribía el recetario neoliberal, sino hay que poner la atención en los mecanismos sociales, económicos, ecológicos y culturales que re-producen la riqueza obscenamente concentrada. Esto implica producir un cambio epistemológico en los procesos de intervención social: hay que generar metodologías que midan la híper-concentración del ingreso y la riqueza y las distancias indignas para romper con la reproducción estructural de las relaciones de poder asimétricas.
En este texto quisiera esgrimir 12 nodos que permiten reflexionar sobre la economía política de la riqueza y la desigualdad. Se resaltará la importancia de insistir en abandonar la “pobretología” y centrar el análisis en la economía política de la generación de riqueza concentrada que produce distancias indignas y acumulación de poder anti-democrático. Así, en la otra orilla, el eje articulador de tal análisis será que generar riquezas desconcentradas y distancias dignas, solo puede ser posible si se transita hacia una igualdad democrática, es decir, una igualdad que rompa las asimetrías de poder. En este marco, el análisis debe retornar siempre a la relación existente entre acumulación económica concentrada y acumulación política concentrada, en el marco de los ciclos económicos e ideológicos. Así, la perspectiva propuesta en estas breves páginas implica trastocar el régimen de desigualdad colonial y capitalista dependiente que viven las economías del sur global.
1. De la “acumulación desacumuladora” a la riqueza desconcentrada
Ha sido muy usual encontrar dentro de los argumentos del progresismo que el problema de la región es que tiene modelos que generan escaso valor agregado dado que su sistema productivo se basa en la exportación de bienes primarios, lo cual no genera la suficiente riqueza para dar el salto que necesitan nuestros países. Es claro que es un problema si solo exportamos petróleo y no refinamos la materia prima para generar —por ejemplo— gasolina, o solo exportamos litio y no hacemos baterías para coches eléctricos. Se solía decir que los países en vías de desarrollo debían llegar a los niveles de participación manufacturera similar a los países ricos para poder hacer el “gran salto”. Pero los teóricos de la dependencia marxistas ya demostraron el siglo pasado que es un mito que la industrialización necesariamente democratiza e iguala al generar trabajos de calidad. El problema de la región no es que no tenga la riqueza necesaria para hacer el “big push”. El problema es que su patrón de especialización tiene una fórmula perversa en su lógica de generación de riqueza. En otras ocasiones he llamado irónicamente que tal modo productivo es un oxímoron: “modo de acumulación desacumuladora”. A través de procesos rentistas y de despojo social, económico y ecológico, la élite económica genera una acumulación híper-concentrada que permitiría el desarrollo de nuestros países bajo otra lógica distributiva, incluso bajo los baremos que señala el mainstream económico. No obstante, la riqueza no se realiza en el consumo de los trabajadores o ciudadanos de nuestras economías, sino que son depositadas en paraísos fiscales articulándose a los sistemas especulativos financieros globales o —en el mejor de los casos— a las cadenas de valor mundial. En efecto, América Latina es el continente con mayor cantidad de depósitos en la banca off-shore en todo el mundo (Ramírez, 2023). La fuga de capitales y los depósitos en paraísos fiscales es algo consustancial a la lógica que desde las periferias se “aporta” a la acumulación capitalista mundial para su reproducción. Pero la lógica es inversa a la que construyen las narrativas conservadoras: los capitales no migran por miedo al comportamiento de los mercados o de la economía de nuestros países, sino que la cultura rentista de nuestras élites económicas genera fuga de capitales que no permite que la acumulación se realice al interior de nuestros países y con ello niegan la posibilidad de generar sistemas económicos robustos. Para muestra un botón: los depósitos en paraísos fiscales de ecuatorianos equivalen al 30% de su Producto Interno Bruto. Este porcentaje es similar al promedio de América Latina (27%). En este marco, el relato de que “debe ser prioridad económica generar el marco institucional para atraer capital porque no hay suficiente inversión” resulta una falacia política; pero sobre todo es una mentira histórica. Más prioritario que la entrada de capitales para inversión industrial, resulta que no exista fuga de capitales (apátridas) nacionales que se invierta en el país. La riqueza concentrada que genera distancias indignas es producto de un “colonialismo interno” generado por una praxis cultural de las élites económicas históricas y de nuevo cuño que se encargan de reproducir la lógica de dependencia que dio origen al capitalismo: el colonialismo. La fuga de dinero a paraísos fiscales de la riqueza generada en nuestros países es el alimento de reproducción de la lógica colonial que sigue más viva que nunca. Bajo esta perspectiva, superar el modelo de acumulación desacumuladora implica romper con el legado colonial que hizo posible el capitalismo y que da cuenta de que la independencia política de los países del Sur global fue posible porque estuvo acompañada —y, se ha perpetuado en el tiempo— de una dependencia histórica económicas en donde se despoja internamente para acumular externamente, siendo útil a la salud del capitalismo de los países centrales. En la lógica histórica, debe quedar claro que para generar cualquier tipo de transformación social es necesario en la transición generar mucha acumulación. Tal lógica es viable porque el sistema productivo nació monopólico/oligopólico y se reproduce como tal a lo largo de los años. En la región, en bienes que no comprometen derechos, desmonopolizar mercados resultar en muchos casos revolucionario. Frente a tal oxímoron de modelo económico que tenemos, es necesario debatir e implementar uno nuevo que genere riqueza desconcentrada y que rompa el colonialismo interno de una elite económica histórica que se auto-reproduce en el tiempo; esto mientras se disputa el sentido de la riqueza que debe conllevar otros sentidos del valor (en donde incluso la no acumulación sea posible).
2. El problema no es la desigualdad sino las distancias indignas.
La sociedad de iguales perfectos no solo que no es posible, sino que no es deseable. El problema real son las distancias indignas generadas por la concentración de la riqueza acumulada en menos del 1% de la población. Desde una perspectiva de justica he sostenido que —en el lado negativo de la igualdad— se debe construir sociedades cuyas distancias no permitan la generación de procesos de opresión, discriminación, subordinación, explotación (incluida la de la naturaleza) entre seres humanos y entre estos con la naturaleza; y, a su vez —en el lado afirmativo de la igualdad (positivo)—, conlleva generar las cercanías necesarias para que florezca el mutuo reconocimiento y con esta la posibilidad de la reciprocidad, fraternidad y solidaridad. Desde el punto de vista de la praxis, tal mirada encierra poner el acento en políticas públicas e intervenciones sociales que promuevan un tipo de igualdad que rompa con toda forma de relación de poder asimétrico: capital/trabajo, hombre/mujer, blanco-mestizo/indígena, centro/periferia, nacional/extranjero, ser humano/naturaleza. En el ámbito metodológico tal perspectiva debe conllevar a que se generen herramientas que permitan evaluar cuándo una sociedad tiene distancias indignas, si las intervenciones públicas/privadas y sociales están caminando a disminuirlas y si las relaciones sistémicas de los procesos económicos y políticos generan o no una democracia igualitaria. Volveremos sobre este punto más adelante (ver inciso 11).
3. Guaridas fiscales, herencia y meritocracia
Es usual señalar que América Latina es la región más desigual del mundo e inmediatamente asociar a la concentración del ingreso. Si medimos según ingresos esto no es verdad. La región más desigual del mundo es África. El problema estructural es cuando se analiza la concentración de activos o patrimonio (riqueza). Si bien, si medimos por ingresos la desigualdad no es tan grotesca, las distancias obscenas se observan al estudiar la riqueza en el sendero de acumulación 1/50 y 50/1: mientras el 1% más rico de la población tiene casi el 50% de todos los activos de la nación, el 50% de la población más baja de la distribución concentra el 1% del total del patrimonio nacional (ver https://wid.world/). El problema estructural desde una perspectiva histórica es que estas distancias indignas se transmiten de generación a generación. Se ha instaurado en las narrativas conservadoras que el heredar es un derecho. En este ámbito, el primer punto a discutir es: ¿quién puede ahorrar para dejar herencia? Bajo las formas de acumulación que viven nuestros países, ahorrar es un bien de lujo. En promedio, sólo el quintil más rico tiene capacidad de ahorrar, en el mejor de los casos. La gran mayoría de personas en la región viven mes a mes e incluso día a día si tomamos en cuenta los niveles de pobreza y de informalidad que no permiten generar siempre salarios previsibles. Si pocos ahorran, pocos heredan. Pero de los que heredan, una buena parte de ciudadanos heredan deudas (como por ejemplo, el ciudadano promedio que vive en Chile o México); mientras que muy poco heredan activos y patrimonios libres de deuda. No sólo aquello, la híper-acumulación de la riqueza proviene de la híper-concentración de la herencia. En este marco, resulta una hipocresía que las narrativas liberales hablen de meritocracia sin referirse a las dotaciones iniciales y a la redistribución de la herencia. La acumulación de la herencia es una de las principales razones de por qué la probabilidad de nacer pobre y morir pobre y nacer rico y vivir rico es de más del 0.9, como lo señala el premio Nobel Stiglitz. Más allá de las críticas que se pueden hacer al concepto de meritocracia, las cuales comparto en su mayoría, se puede señalar que no habrá sociedad meritocrática sino existe democratización del patrimonio y los activos desde una perspectiva no sólo del presente sino intertemporal, lo cual debe estar acompañado con democratización de la tierra, el crédito, la tecnología, la educación de calidad y de la participación en el capital accionario de empresas públicas y privadas (con voz y voto). Pero una vez más, la discusión de la herencia nos lleva al agujero negro de la desigualdad pantagruélica: las guaridas fiscales. La forma estructural en que las oligarquías protegen su herencia es a través de un entramado financiero sofisticado que articula la propiedad de sus activos con depósitos en fideicomisos en paraísos fiscales. De esta forma, la desigualdad se transmite de generación en generación en el largo plazo; y, en el corto plazo al evadir impuestos. ¡La posibilidad de generar sociedades más igualitarias que rompan relaciones de poder -en este ámbito- pasa por desestructurar la institucionalidad creada para reproducir la sociedad del privilegio a lo largo de los siglos y por los siglos, amén!
4. Corrupción privada/pública, lavado de activos y paraísos fiscales
Todos los caminos parecen conducir a los paraísos fiscales. Es usual preocuparse por los procesos de corrupción a escala micro, pero sin duda el proceso sistemático de corrupción a gran escala decanta en la ruta del dinero que sistemáticamente desemboca en las guaridas fiscales. Estos territorios no sólo son útiles para no pagar impuestos, sino que sirven de espacio para ocultar recursos obtenidos ilícitamente. Se debe estudiar la articulación de los bancos privados con los cárteles del narcotráfico (y afines, como venta de armas, trata de blancas, tráfico de órganos, etc.) en el proceso de “lavado de dinero”. Las comisiones de negocios con el Estado, como se ha visto en los juicios públicos en diferentes países, usualmente han sido reveladas cuando se ha hecho público filtraciones como los “Panamá Papers” o “Pandora Papers”. Así por ejemplo, los Panamá Papers mostraron que 214 mil compañías opacas o de papel, que no tienen ningún negocio sino solo cuenta bancaria, operan en 200 países, con el contubernio de 500 bancos y 10 políticos, de los cuales 12 han sido jefes de Estado de diferentes países. A su vez, los Pandora Papers, la mayor filtración de secretos financierosde sociedades off-shore (11.5 millones de documentos confidenciales), expusieron a 35 líderes mundiales (presidentes), 330 funcionarios públicos de 90 países y a empresarios que figuran en el ránking en Forbes. Algunas de las personas nombradas enfrentan acusaciones hoy en día de corrupción, lavado de dinero o evasión fiscal1. Tales procesos que terminan en paraísos fiscales son articulados a través de ciertos bancos del sistema financiero global. Si se quiere estudiar la riqueza se debe analizar los depósitos en paraísos fiscales, las cuentas en sociedades off-shore y los bancos ligados a tales procesos. Si se quiere combatir la corrupción de una manera estructural se debe tener acciones concretas sobre la posesión de recursos de políticos y actores públicos en los mal denominados paraísos fiscales. Quizá una propuesta pionera de combate a la corrupción y la evasión fiscal fue realizada en Ecuador cuando, a través de consulta popular, se decidió que ningún político que quiera acceder a cargos públicos por votación puedan tener recursos o bienes en estos países2.
5. Extractivismo info-cognitivo y de recursos naturales:
Las asimetrías en los términos de intercambio y la acumulación por desposesión construyen un flujo de apropiación no solo de dinero sino también de recursos físicos. Los países de ingresos altos dependen de una larga apropiación de recursos netos del Sur global que incluyen: 10 mil millones de toneladas de materia prima, 379 millones de hora de trabajo humano, 27.2 EJ de energía, 800 millones de hectáreas de tierra (Dorninger, et al., 2021). Esta apropiación neta no va acompañada de un pago neto de fondos, así que el resultado final son superávits positivos en las balanzas comerciales de los países del centro (muchas veces en contubernio con élites intermediarias del capital global). Esto no se debe a que los países de ingresos altos sean superiores en términos tecnológicos o más productivos. Como señalan Dorninger et al., la diferencia de precios se debe a los desequilibrios de poder en la economía global que imponen precios más altos que los países más pobres. En países primario-exportadores de materia prima, las grandes fortunas están asociadas a aquellas empresas y personas naturales ligadas al sector petrolero y minero. Estudiar las negociaciones de los contratos petroleros y mineros es sin duda fundamental para entender cómo se generan distancias indignas y cómo se dan procesos de acumulación descomunales. Difícilmente se podrá construir sociedades democráticas con distancias dignas en economías rentistas basadas en la extracción de recursos primarios. No obstante, en la transición al capitalismo cognitivo la valorización del capital no sólo está ligada a la explotación en la fábrica sino a la auto-explotación laboral en los tiempos “Netflix” de autoconvencimiento de autonomía de tiempo y en la alienación que sucede a lo largo de la vida cotidiana y por fuera incluso de las horas de trabajo. La acumulación de nuestro tiempo, nuestra información y nuestro conocimiento es la gran estrategia rentista de las grandes corporaciones tecnológicas como Google, Facebook, Amazon, etc. El extractivismo info-cognitivo es sin duda en el siglo XXI una de las piedras angulares de la acumulación concentrada y las distancias indignas. Parte de la recuperación de la caída de la tasa de ganancia del capital a nivel mundial se está realizando a través del rentismo info-cognitivo vinculado a través de marcos regulatorios novedosos de propiedad intelectual, apoyados de nuevas tecnologías que permiten capturar rentas ligados al tiempo dedicado a la generación de información y conocimiento (incluida la biopiratería y los saberes ancestrales).
6. Intermediación económica/financiera (bancaria) y narco-capitalismo
Los países primario-exportadores también se suelen caracterizar por ser comerciantes de bienes importados. Una de las fuentes centrales de acumulación de riqueza y que es una barrera estructural de generar valor agregado en nuestras economías es el rentismo de la intermediación tanto de importadores como de exportadores. La mayoría de los productos que compra el Estado suelen ser bienes importados. El análisis de las compras públicas de bienes importados y el lobby de comerciantes importadores/exportadores en los espacios estatales de comercio exterior resulta un espacio que permite entender la acumulación concentrada. A su vez, en el lado de los bienes primarios exportados analizar la cadena de valor poniendo énfasis en la intermediación entre los costos de producción y la venta del bien exportado (agrícola) permite dilucidar no solo la pobreza de los campesinos (generalmente indígenas en los países andinos, de centro América y de México) sino la acumulación excesiva de los empresarios exportadores de bienes agrícolas. Finalmente, estudiar la intermediación financiera de los bancos generado a través de lobbies en marcos regulatorios, así como sustentados en mecanismos técnicos y tecnológicos usados en la generación de ganancias extraordinarias resulta fundamental para comprender los procesos de reproducción de las distancias indignas. No obstante, hoy en día estudiar tal intermediación no es suficiente. Actualmente, el otro mecanismo de recuperación de las ganancias del capital está vinculado al rentismo generado en el marco del narco-capitalismo. Desde las “vacunas” para poder comerciar (o para simplemente vivir) que se genera a nivel micro hasta la articulación de los cárteles de droga con bancos específicos y paraísos fiscales es otra de las rutas que permiten ver los procesos de generación de riqueza concentrada. La violencia que ha crecido en la región está articulada no sólo a la disputa de los cárteles de droga por control de espacios específicos sino también a la lucha al interior de la banca por capturar tales depósitos. Seguir la ruta del dinero ilícito debe ser parte de la agenda de investigación sobre la riqueza concentrada.
7. Deuda Externa ilegal e ilegítima
La pugna de la búsqueda del poder estatal por parte de los representantes de los grupos económicos es para reproducir el rentismo garantizando normas e instituciones desde el Estado con tal fin. La forma más eficaz de generar concentración está articulada a la economía política de la deuda. Este proceso no es de ahora, sino que data incluso de los procesos de independencia política de nuestros Estados. Cuando se analiza las condiciones de los préstamos como las reestructuraciones de los mismos a través del proceso de compra y venta de bonos, se permite detectar los abusos (tanto desde un punto de vista legal como de legitimidad) que ha habido en nuestros países en tales procesos. En las auditorías de deuda en nuestros países se detectaron abusos como altas tasas de interés, comisiones exorbitantes, cláusulas abusivas, y préstamos otorgados sin la debida autorización o sin el cumplimiento de los requisitos legales. Lo descrito es parte de la historia de nuestros países. Hoy en día, no es fortuito que los gobiernos neoliberales del último lustro que ha vivido la región hayan tenido como práctica usual generar procesos de endeudamiento masivos que, a través de la “bicicleta financiera”, salen hacia el exterior sin ser reinvertidos en el país. En estos lares, el establishment estadounidense parece considerar a América Latina únicamente en términos de acumulación por desposesión: los paquetes de ayuda a Macri (Presidente de Argentina) en 2018 (USD 57 MM), a Moreno (Presidente de Ecuador) en 2019 (USD 4,5 MM) y a Duque (Presidente de Colombia) en 2021 (USD 11 MM) vinieron condicionados a medidas de austeridad que desencadenaron previsibles explosiones sociales. Dicha deuda no solo genera acumulación en una élite económica, sino que reproduce las condiciones para dejar atados de manos a gobiernos que buscan generar diseños populares de redistribución hacia las grandes mayorías.
8. Democracia privada: procesos electorales y captura de los sistemas de justicia
El libro de Julia Cagé (2021), “The Price of Democracy: How Money Shapes Politics and What to Do About It“, explora cómo el poder económico influye en la política moderna. La autora argumenta que el dinero desequilibra la representación cívica y democrática al dar a los ricos una voz mucho más fuerte en el proceso político, y esto es evidente en la desproporción de las donaciones de los partidos que representan a las élites frente al dinero que disponen los partidos de izquierda. Cagé argumenta que los sistemas democráticos occidentales están en función de los intereses monetarios de los grandes financiadores de los partidos políticos; es decir, “quien paga, gana”, a lo que añadiríamos, “quien paga, manda”. En este marco, se puede hablar de una democracia privada vs. una democracia pública“(idem). Las donaciones privadas sin límite, ponen no solo en evidencia el contenido programático de los candidatos y partidos que son “sponsorizados” por los inversionistas, sino que se apropian de la democracia como bien público. Supone el final de los partidos políticos y el triunfo del dinero como partido único, señala la autora. En este marco, a través de diferentes mecanismos, el pago de la campaña se hace a través de diferentes acciones u omisiones particulares: políticas públicas, normativas, información privilegiada, sistemas de justicia, cargos en puestos estratégicos como empresas públicas o entidades de regulación. Uno de los orígenes de la acumulación concentrada de riqueza o de su perpetuación está asociado al vínculo sistemático entre financiamiento, procesos electorales y “pagos” gubernamentales. Son mecanismos que privatizan la democracia, capturan el Estado y generan acumulación concentrada de la riqueza. Este es quizá uno de los procesos políticos más regresivos en la democracia representativa moderna. La privatización de la democracia tiene que ver también con la cooptación de los sistemas de justicia. Si se analizan los ciudadanos que pertenecen al 1% más rico de la población, no es difícil encontrar los casos en que estos han ganado juicios al Estado. Estudiar los juicios de los multimillonarios de la región que tienen contra el Estado sin duda develaría la economía política de la injusticia en países que el equilibrio de poderes debe estar centrado en la separación entre los poderes económicos y el Estado y no exclusivamente -como dicen los liberales- entre poderes del Estado.
9. Sobre el valor: narrativas y temporalidad de las políticas fiscales regresivas de la riqueza3
En las líneas que anteceden he abogado por la búsqueda de una igualdad que rompa con las relaciones de poder. Esto implica usualmente concentrarse en el lado de la distribución más que en el de la re-distribución; es decir, en que la igualdad se consiga mientras se genera riqueza (ex ante) y no después (ex post). Las políticas redistributivas generalmente producen mayor igualdad, pero no necesariamente generan mayor simetría en la distribución del poder. En el extremo, podríamos decir que, si hay una justa distribución en el mismo proceso productivo, no sería necesario redistribuir el ingreso a través de impuestos. De hecho, el sistema tributario juega un papel fundamental en la constitución del sistema capitalista. No obstante, más allá de su dimensión instrumental, la política fiscal está vinculada a los objetivos colectivos, a la ideología, a los valores, o al poder político. Así, una baja carga fiscal traduce un contrato social mínimo, y la regresividad fiscal establece de su lado una tolerancia de la injusticia distributiva donde los que menos tienen más contribuyen. A la luz de lo señalado por la mirada clásica, se podría sostener que los regímenes de bienestar en realidad se ajustan más a regímenes de (des)igualdad en tanto son los marcos regulatorios (formales e informales) que estructuran el pacto de convivencia. Incluso, podríamos señalar que la cultura rentista latinoamericana es base estructurante -por acción u por omisión- de políticas fiscales regresivas. En este sentido, el Estado periférico latinoamericano, donde la carga fiscal es baja y sumamente regresiva, prefigura en cierta medida el Estado neoliberal antes que este existiera (Palma, 2019). En este escenario, si bien en sociedades con dotaciones iniciales tan desiguales es fundamental tener políticas progresivas en la redistribución del ingreso y del patrimonio, es necesario llamar la atención sobre la construcción de narrativas que construyen el sentido del valor, así como, las no acciones estructurales que generan acumulación concentrada y distancias indignas. Sin proponer una definición de la frontera productivo/improductivo, ciertos grupos de poder económico lograron elaborar una nueva narrativa que se puede resumir de la siguiente manera: “soy un miembro particularmente productivo de la economía, mis actividades crean riqueza, asumo grandes ‘riesgos’, y por lo tanto merezco un ingreso más alto que la gente que simplemente se benefician de las repercusiones de esta actividad” (Mazzucato, 2018: 13). Este imaginario se complementa con un corolario importante: si la sociedad quiere seguir con la progresión de su condición material, tiene que dejar el espacio (fiscal) para que los que crean valor sigan creando valor. En otras palabras, es necesario reducir la fiscalidad sobre el capital; y los trabajadores con alto “capital humano” deben tener las mayores remuneraciones para liberar las fuerzas productivas. De esta forma se genera una fiscalidad regresiva en el propio modo de producción. Aquí una línea clara de investigación histórica y de semiótica de la riqueza. Ahora bien, la política fiscal también tiene su temporalidad. Como se discutió antes, la política fiscal es un instrumento que afecta las capacidades, las preferencias interpersonales o la visión colectiva. Las políticas regresivas, al concentrar la riqueza económica en una sociedad híper-concentrada, legitiman la conservación del presente o la no esperanza en el cambio futuro. Así, el instrumento fiscal es un regulador del ritmo de las sociedades. Desde esta mirada, la fiscalidad es también un elemento clave de las estrategias ecológicas porque desplaza la necesidad de aceleración de las sociedades. Es parte de una solución para aliviar la dependencia del trabajo por la creación de una escasez monetaria artificial que lleva a esta situación paradójica en la cual los trabajadores venden su vida (tiempo) a cambio de dinero para luego comprar tiempo para la vida (en forma de bienes y servicios) (Ramírez, 2019: 111). Una distribución más igualitaria de la riqueza, anteponiendo el valor del tiempo sobre el dinero, permitiría repensar la ética capitalista de trabajar más hoy para disfrutar la vida buena mañana. Así, el debate sobre la temporalidad de las políticas fiscales puede resultar un medium importante para abrir caminos hacia realizaciones de vidas orientadas hacia un tiempo bien vivido (Ramírez et al., 2020; Ramírez, 2019). Esto nos lleva a una ruptura epistemológica: ¿qué entendemos por riqueza? ¿Qué entendemos por valor y cómo lo construimos?
10. Sobre la política re-distributiva del progresismo: adiós a Rawls o sobre la “trampa de primero los pobres”
Se puede argumentar que las políticas neoliberales se encuentran en declive hegemónico; dominan y sobreviven sin convencer. No obstante, en aproximadamente estos últimos veinte años ha existido un consenso tanto en la izquierda como en la derecha, a saber: primero los pobres. Sin duda la reducción de la pobreza es un imperativo ético. No obstante, priorizar la atención en los más pobres (generalmente desde lo social por fuera de lo económico) entraña problemas que imposibilitan —en el mediano y largo plazo— cambios estructurales si no se toma en cuenta el resto de la sociedad. Muchos de los gobiernos progresistas buscaron centrar su acción en el principio de maximin (maximizar el bienestar de los más pobres de la sociedad), olvidándose o poniendo poca atención en el resto de la distribución poblacional (Ramírez, 2023). Si se quiere avanzar en procesos de igualdad enmacipadora se debe matar a Rawls y su principio de justicia como equidad de maximización de los mínimos. El principio de “primero los pobres” entraña trampas que han terminado reproduciendo la estructura social injusta ad infinitum e incluso en ciertos casos la vuelve más desigualitaria. Las políticas pro-pobres lo que han hecho —en general— es perpetuar la pobreza. Sin ser todas, quisiera enumerar tres trampas que se generan alrededor del principio de equidad que justifica la desigualdad si este maximiza los mínimos de los indigentes4.
- Trampa 1. Adiós al trabajador, bienvenido el pobre: Antes del neoliberalismo, la principal cuestión social estaba centrada en el trabajador, en el marco de la búsqueda de los procesos de industrialización. En los noventas, se dio un proceso de transmutación de las problematizaciones sobre la cuestión social en donde el pobre suplantó la centralidad del trabajador. Esto implicó un cambio en la agencia del ciudadano en donde este podría ser autor de su propio bienestar a través del trabajo y la acción colectiva en los sindicatos, a un paradigma que era receptor de caridad a través de política pública asistencial. Se abandonaron con ello los debates y las políticas sobre cambio productivo, se buscó eliminar la acción colectiva sindical y se puso en la mesa del debate público la política social separando deliberadamente de los procesos económicos y productivos. El hecho social relevante es el relegamiento del trabajo-valor. Una bienvenida al trabajo no emancipador, indigno a lo social y humano5. ¡Adiós trabajador, bienvenido el pobre!
- Trampa 2. Puede existir reducción de pobreza sin cambios en la estructura socio-económica y con profundización de las desigualdades indignas. Si bien la región durante casi una década del nuevo milenio vio disminuir la desigualdad, una buena parte de los países que la conforman evidenció una inmovilidad estructural en la distribución del ingreso y la riqueza en los últimos veinte años. No solo aquello, del total de gobiernos que redujo la pobreza durante las dos primeras décadas de siglo XXI, el 40% también vio incrementar la participación del 1% más alto de la distribución de ingresos. Para muestra un botón: Alan García (2006-2011), quien redujo la pobreza en 18 puntos porcentuales, también incrementó la participación del 1% más alto de la distribución. No está por demás decir, que al finalizar su período de gobierno en Perú (2011), el 1% más alto de la distribución tenía 26% del total del ingreso nacional neto (INN) y 41% del patrimonio de la nación, en tanto que el 50% más bajo de la distribución tenía el 9% del ingreso y 1% de la riqueza del país, respectivamente. Se redujo la pobreza profundizando incluso las distancias indignas preexistentes. En la otra vereda ideológica, José Mujica en su período de gobierno 2010-2015 redujo pobreza, pero también aumentó la participación del 10% más alto de la distribución y marginalmente la del 1% superior. De hecho, incluso la evidencia demuestra que frecuentemente puede haber reducción de la pobreza sin modificación de la participación en el ingreso o en la riqueza del 50% inferior de la distribución. En otras palabras, el hecho de que se reduzca la pobreza en términos relativos no viene de la mano necesariamente con que aumente la porción del pastel que reciben las clases populares que se encuentran en la mitad inferior de la distribución. De esta manera, la evidencia demuestra que frecuentemente gobiernos que realmente apostaron por “primero los pobres” no necesariamente cambiaron la distribución estructural del pastel y tampoco disminuyeron distancias indignas previamente existente, porque los otros estratos sociales también mejoraron y en muchos casos a mayor velocidad que las clases más pobres o clases populares. No se quiere decir con esto, que no deba existir acumulación. Pero la acumulación en la región de la élite económica es grotesca. En países como Finlandia, Islandia o Noruega el 1% más alto de la distribución tienen el 10.8%, 8.7% y 8.8% del ingreso nacional neto, respectivamente. La transición necesita una acumulación desconcentrada. En ese sentido, sin ser excluyentes de generar distancias dignas, más importante que maximizar los mínimos (max-min) se debe minimizar los máximos grotescos (min-max). Es necesario tener en cuenta que, en términos operativos, las líneas de pobreza son tan bajas que incluso superarlas mantiene en estado de vulnerabilidad de la población pobre. No es fortuito que incluso en los países que tuvieron amplias reducciones de la pobreza, el shock de los últimos años los haya hecho regresar a su estado inicial de pobre. Dicha situación se debe, entre otras razones, a que muy pocos gobiernos acompañaron la reducción de la pobreza con una distribución significativa de riqueza (patrimonio) y poniendo énfasis en una igualdad antes de impuestos que democratice poder. Así, “primero los pobres” suele terminar siendo una distribución de mínimos (migajas) para los más carentes de la sociedad. Es claro que es mejor proyecto “maximizar los mínimos” que aumentar el privilegio de los estratos altos, disminuyendo la participación de las grandes mayorías; pero es claro también que dista de ser un proyecto que busque democratizar el poder y transformar la sociedad estructuralmente.
- Trampa 3. El desmantelamiento de lo público, el valor de cambio de los derechos y acumulación por privatización de lo social. El discurso maximin de “primero los pobres” fue parte de la narrativa del neoliberalismo, construida a través del concepto de equidad, que permitió abandonar las políticas universales y plantear políticas sociales focalizadas, desmantelar lo público y empezar los procesos de privatización de los servicios sociales, y por cierto, en nombre de la eficiencia financiera. Como parte del imaginario, lo universal del derecho quedó focalizado hacia los pobres, porque los que tenían poder adquisitivo debían comprar el derecho en el ámbito privado. Lo social se privatizaba y generaba acumulaciones concentradas; lo cual venía acompañado paralelamente de procesos de privatización de sectores estratégicos (energía, salud, seguridad social, educación, etc.) y desmantelamiento de la banca de desarrollo. Entender la riqueza concentrada es entender los procesos de desmantelamiento del Estado, la privatización de lo social, de los sectores estratégicos y de la banca pública. Al quedar lo público para los pobres, la posibilidad de levantar la voz —diría Hirschman— disminuye a su mínima expresión, razón por la cual hubo un deterioro sistemático de la oferta de servicios sociales públicos de calidad. La pobreza como cuestión social vino acompañada de dilapidar lo público, y, con ello, la posibilidad de construir sociedades integradas. Así, la desigualdad incrementó no solo por los procesos de privatización de facto que se dieron sino porque el deterioro de lo público funcionó como multiplicador subjetivo de defensa de las desigualdades. Paralelamente, la política hegemónica fue la instauración de transferencias monetarias condicionadas. A través de una suerte de valor de cambio de los derechos, la política social buscaba cambiar comportamientos a través de dinero para incentivar que las madres lleven a sus hijxs a la escuela o a los servicios de salud vía condicionamiento de la transferencia. Esta lógica venía de la mano de una suerte de estigma al pobre y a los servicios públicos, que acompañada del silencio en los debates de política productiva industrial generaban un ciclo perverso de inmovilidad social y de reproducción de la pobreza. Así, la métrica del mérito, principal intermediador narrativo, se agota como mito en una sociedad que al solo ver el extremo inferior de la curva no termina por interpelar públicamente la grotesca e indigna acumulación del 1% de la población frente a lo que tienen las clases populares. Es este mismo 1% que se apalanca en el discurso del éxito/mérito para justificar su privilegio y con ello matar la posibilidad de movilidad social tanto ascendente como descendente. No es fortuito que en el debate público de los últimos años haya adquirido relevancia la defensa del mérito de la herencia para justificar dotaciones iniciales excesivamente concentradas que generan distancias indignas con mínima probabilidad de ser trastocadas.
11. Lo público como igualdad
La filosofía política cuando se refiere a los debates de justicia busca responder la pregunta, “igualdad, ¿de qué?”. Depende de la variable focal principal, que esta decantará por la prioridad política: libertad, ingreso, utilidad, bienes primarios, capacidades, etc. Si el objetivo es producir sociedades con distancias dignas, queda claro que la acumulación debe ser desconcentrada. No obstante, el sentido de la igualdad quizá no demanda —únicamente— la igualación de algo: de bienes, de servicios, o capacidades. Incluso podríamos señalar que la pregunta primera que debemos responder es “igualdad, ¿entre quiénes?”. Poner la mirada en las relaciones interpersonales conlleva cambiar la mirada de la igualdad. Las sociedades de la región son sociedades amuralladas, alambradas física o subjetivamente. El neoliberalismo es un modelo societal que busca la privatización y mercantilización de todas las esferas de la vida, y obviamente de las cosas o de la naturaleza. Si bien una esfera del análisis es el “qué de la igualdad”, es fundamental generar la igualdad en espacios de encuentro común en donde el “qué” no permita la diferenciación ni la construcción de distancias. En este marco, la maximización de la esfera pública en la vida cotidiana en su máximo sentido genera las condiciones para que las distancias puedan converger. La recuperación de la educación pública, de la salud pública, de los espacios públicos donde lo que prime sea el sentido de humanidad y de búsqueda de proyectos compartidos permite construir sociedades más igualitarias al potenciar el encuentro y la convivencia entre diferentes en términos de clase, género, religión o etnia. Lo que nos separa no solo es la acumulación desmedida, sino la posibilidad del encuentro. Las distancias sociales disminuyen cuando no depende del “qué” que los separa y existe una suerte de encuentro en espacios comunes que permite descubrirnos, comprendernos y potenciarnos el convivir juntos. Así por ejemplo, la productividad de las aulas públicas en las universidades ayudan a romper distancias cuando en las mismas se sientan indígenas, blancos, mestizos, ricos, pobres, musulmanes, católicos, hombres, mujeres. Somos desiguales no solo porque no tenemos igual cantidades de bienes sino porque lo privado y mercantil imposibilitan el compartir tiempos para proyectar futuros. En sociedades en donde se recupera lo público y la interacción no diferencia color de piel, de religión o de riqueza, la igualdad tiene más probabilidades de florecer. Vivir con el otro, otra potencia el mutuo reconocimiento y con ello, el comprender al otro u otra para construir el nosotros. Solo cuando somos la igualdad es un hecho.
12. Del max-min al min-max y la convergencia hacia el centro para construir distancias dignas
El neoliberalismo creó un arsenal metodológico que permitió construir narrativas que sustentaban el principio filosófico de la “equidad como justicia” de Rawls y que dio paso a la hegemonía moral de “primero los pobres”. La pobretología se convirtió en una “Ciencia” para la cual había muy pocos técnicos con conocimientos para analizar el fenómeno. Los cálculos del coeficiente de Engel, la incidencia de la pobreza, la brecha y severidad de la pobreza, las líneas y los mapas de pobreza, etc., constituyen hasta ahora tecnologías de análisis que son los lentes a través del cual se sustenta la política social. El trasfondo ético es la justicia como equidad amparados en la búsqueda de maximizar los mínimos (max-min). Estos lentes, permiten contar pobres, pero no permiten ver las distancias indignas. En efecto, mientras se analiza la evolución de la pobreza, incluso en el mejor de los casos su reducción, paralelamente sucedía en muchos países (incluso en períodos presidenciales de los denominados gobiernos progresistas) el incremento de la acumulación concentrada del ingreso o de la riqueza. La reducción de la pobreza podía coexistir con el incremento de la distribución primaria del ingreso (la relación de participación capitalista/trabajador incrementaba) (Ramírez, 2022). Por un lado, cambiar la mirada implica construir herramientas de análisis que permitan capturar lo que sucede en la concentración de la riqueza y el ingreso de toda la población. En este sentido, implica construir líneas de riqueza (y, no de pobreza) y conocer el porcentaje de incidencia de la misma a lo largo del tiempo. Significa que se dé un debate público sobre la evolución de las distancias indignas, si estas aumentan o disminuyen. Para aquello se pueden utilizar, entre otras metodologías, las líneas de riqueza, por ejemplo, medido como el límite de la distribución de más altos ingresos con el cual se podría superar la pobreza del país. Así, por ejemplo, en el caso de Ecuador6 (Ramírez, 2012) o Argentina (OCEPP, 2020)7, se puede constatar que con menos del 4% del ingreso/consumo de los más adinerados/ricos de la población se podría superar la pobreza de toda la población. Es evidente que si tal porcentaje disminuye, las distancias indignas están aumentando. He propuesto también el indicador Ratio de Redistribución Anti-democrática (RRA). Esta ratio compara la participación del 1% versus la del 50%. Incrementar la concentración del 1% más rico de un país suele implicar aumentar el poder de los grupos económicos de facto (élite) y disminuir el grado de autonomía estatal. Por otro lado, aumentar la participación del 50% más bajo de la distribución implica incrementar el poder de las clases populares. La RRA permite ver en qué medida se da un cierre o no de brechas entre la acumulación concentrada del 1% de la población que ostenta el poder de facto (que ya es grotesca en su dotación inicial) y la participación en la riqueza de las grandes mayorías populares (la cual es ínfima). La redistribución es antidemocrática si se observa que crece la participación del 1% y esta viene acompañada de una menor participación del 50% más bajo de la población. Un mínimo consenso de los países para romper las desigualdades indignas es que la evaluación del RRA sea menor que 0 (o que camine hacia ser menor a 0); esto quiere decir, que el 1% más rico no tenga más que el 50% más bajo de la distribución. Solo la enunciación de tal aseveración ya parece indigna, pero durante las dos décadas del nuevo milenio ningún país de la región tenía en promedio un RRA inferior a 1 en América Latina8. No sólo aquello, en los últimos 5 años de la segunda década del nuevo milenio se observa un incremento promedio de la RRA en el continente Latinoamericano (Ramírez, op. cit.), lo que quiere decir que la distribución del ingreso tendió a ser antidemocrática al iniciar la tercera década del s. XXI. En este marco, el foco de atención no debe ser maximizar los mínimos (min-max) sino minimizar los máximos (min-max) buscando la convergencia hacia el centro creciente, con el objetivo de eliminar acumulaciones grotescas y distancias indignas. A su vez, si se quiere construir una igualdad que rompa las relaciones de poder es necesario sistemáticamente observar cómo evoluciona la distribución primaria del ingreso, es decir, la relación entre la participación de los capitalistas y los trabajadores. Existen países que pueden haber disminuido la participación del 1% o del 10% más alto de la distribución, pero incrementando la participación de los capitalistas o en su defecto reduciendo la participación salarial de los trabajadores. En estos casos se podría señalar que se redujo la desigualdad sin romper las asimetrías de poder. Se puede señalar entonces que observar una igualdad democratizante implica estudiar si las brechas salariales capitalista/trabajador, hombre/mujer, nativo/migrante, no indígena/indígena, entre otros, disminuye. Desde otra mirada, empoderar implica dar libertad de vivir una vida buena lo cual implica democratizar el tiempo y reconocer las múltiples temporalidades de los (bio)diversos (Ramírez, 2023). Bajo esta mirada, la construcción de una democracia plena implica construir una sociedad que rompa sus distancias indignas (materiales, subjetivas y temporales) mientras construye una igualdad que quiebre las asimetrías de poder estructurales.
A manera de cierre: pobreza/desigualdad o desigualdad/pobreza: el orden de los factores sí altera el producto
Es claro que la lucha por una igualdad democrática es la lucha por salir del sistema capitalista el cual tiende a la configuración de monopolios concentradores de poder político. No obstante, para caminar en tal dirección es necesario desentrañar el entramado social, cultural, económico y político que lo reproduce en sus prácticas objetivas y en sus construcciones subjetivas. Si bien públicamente se ha construido la narrativa según la cual el eje central de la discusión social debe ser la pobreza, lo que hemos intentado sugerir en este prólogo es que tal mirada construye un cierto tipo de sociedad que, si bien es acorde con la máxima de “primero los pobres”, no rompe con las estructuras de dominación, explotación y discriminación que atentan a la democracia y a la convivencia social. En tal virtud, si la pobreza no es la “cuestión social”, sostenemos que el problema es el empobrecimiento, que es generado por una economía política (monopólica o oligopólica) del enriquecimiento híper-concentrado que caracteriza a nuestras sociedades. En ese marco, debe ser centro del debate de la cuestión social la economía política de la construcción de distancias dignas y acumulación desconcentrada, que rompan las relaciones de poder históricas que han existido en nuestras sociedades y que se reproducen en el modo de acumulación imperante (que incluye tomar a la naturaleza de forma pasiva como objeto de extracción), en las relaciones sociales y en sus prácticas culturales. Si la prioridad es la pobreza, la construcción de una democracia igualitaria y de una igualdad democrática no puede ser construida sin tomar en cuenta las distancias sociales producto de relaciones de poder asimétricas históricamente construidas. La evidencia histórica del neoliberalismo lo ha demostrado. El producto social de la pobretología fueron sociedades con riqueza concentrada, distancias indignas y poco democráticas (siendo benevolentes). Si se quiere superar la pobreza, la cuestión social debe ser la construcción de distancias dignas democráticas; es decir, la igualdad que rompe las relaciones de poder y construye sociedades en donde las distancias no sean lo suficientemente tan grandes como para generar opresión y sean lo suficientemente cortas como para generar posibilidad de reciprocidad y mutuo reconocimiento. En el ámbito de la matriz de acumulación, esto implica cambiar las estructuras productivas y priorizar propiedades colectivas del capital, en donde la ciudadanía y los trabajadores sean los dueños o tengan mayoría del capital accionario. Debe quedar claro en este marco, que no es lo mismo que se intervenga primero en los pobres y después se busque reducir las desigualdades; a que se busquen construir distancias dignas democratizantes y democratizadoras con acumulación desconcentrada; en donde, en el mismo proceso que se genera riqueza, se empodera a las clases populares y se construye ciudadanía. El pos-capitalismo no es viable con cualquier tipo de igualdad; ésta debe ser una igualdad democrática. Es claro que, en este sentido, ¡el orden de los factores sí altera el producto!
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