Por: Mario R. Fernández
El término “liberalismo” tiene muchas connotaciones desde la ilustración hasta nuestros días, se ha vendido por siglos como una etapa superior a la monarquía, la esclavitud, el patriarcado, el imperialismo y la falta de libertad personal y colectiva.
Su historia, es más, abarca mucho más tiempo de lo que se plantea, llega a Aristóteles que algunos le consideran contribuidor al liberalismo. El Platonismo, el Aristotelismo o el Estoicismo tuvieron gran impacto en la civilización Occidental hasta el siglo 17 en que fueron cuestionados, rechazados, pero no reemplazados por sistemas más satisfactorios ya que aún se busca un sistema de pensamiento tal. Para Norma F. Cantor, historiador canadiense ya fallecido, el liberalismo, tan mentado en Occidente, nunca desarrolló una filosofía adaptable y amplia y si bien fue efectivo en ciertos tiempos en la política y lidiando con asuntos éticos, nunca realmente se concretó su filosofía con la civilización industrial, y además falló a desarrollar una estética. Igual que el estoicismo, el liberalismo fue estrecho para lograr ser suceso en todo el mundo. Para Cantor, sin embargo, el Marxismo ha sido un sistema moderno sutil y adaptable y con amplia comprensión de la historia, la sociedad, la naturaleza humana y la realidad; un sistema que además puede absorber ideas nuevas e información y mantener su dinamismo.
El liberalismo moderno
John Locke y Thomas Hobbes, filósofos ingleses de la ilustración, les dieron forma a las ideas liberales en el siglo 17; a Locke se le considera el padre del liberalismo moderno con influencia incluso sobre Jean-Jacques Rousseau y los colonos americanos independentistas y el republicanismo; a Hobbes se le considera el fundador de la filosofía política. Pero Locke, padre del liberalismo, era un gran defensor de la propiedad privada, y un inversionista y beneficiario del comercio de esclavos de la Royal African Company.
Por siglos el liberalismo representó la cultura occidental del individualismo, la supuesta y falsa competencia económica que siempre terminó beneficiando al monopolio, dispuesto al diálogo con dictaduras y excluyendo al pueblo. Aunque el liberalismo fue activo en Norteamérica durante el reformismo y en la mediación con organizaciones sindicales durante el siglo 20 y en los derechos humanos individuales de religión, género, etnia y otros, esto no es para nada mérito propio del liberalismo sino resultado del esfuerzo de emancipación de pueblos e individuos organizados. Y, aunque el liberalismo tuvo su primer espacio de izquierda en el radicalismo clásico, que apareció a finales del siglo 18 y durante el siglo 19 originado en Inglaterra, nunca tuvo presencia en Norteamérica, aunque sí en Europa y en algunos países latinoamericanos y lo hizo planteando el sufragio universal, el humanismo secular, el antimilitarismo y la prensa libre entre otros. Pero posterior a la Segunda Guerra Mundial esta corriente liberal (el radicalismo) había perdido su importancia en la política partidista.
Es durante la llamada Revolución Americana de Estados Unidos, que aseguro la independencia de los colonos ricos con respecto de la corona británica, que los liberales encuentran su alegoría, es un hecho histórico que tiene raíces ideológicas. La conexión entre el cristianismo y el liberalismo fue más adelante el calvinismo que dice en el trabajo del individuo es responsabilidad de uno mismo además acentúa el trabajo como una obligación esencial para mantenerse en “estado de gracia,” lo que lleva a quien acumule riqueza cuente con la bendición de dios, mientras que quien no la acumule (sea pobre) se entienda como no merecedor de ella. Uno de los fundadores, creadores y firmantes de la declaración de la independencia de Estados Unidos, Benjamin Franklin fue además un importante pensador que desarrollo del pensamiento liberal publicó la frase “dios ayuda al que se ayuda así mismo” o ayúdate que dios te ayudará, que viene de Algernon Sidney pero que fue comúnmente referida como cita bíblica, y que para finales del siglo 19 los liberales habían impuesto como una frase guía. Hace más de 100 años que en Europa, Norteamérica y en el resto del mundo, existe el concepto de clase marginal, y que el desempleo o acciones criminales son entendidos como asuntos de elección individual o personal, con lo que el liberalismo se ahorra una explicación estructural de la marginalidad, el desempleo, la pobreza y la criminalidad.
Esa coincidencia, esa harmonía que existe entre el cristianismo y el liberalismo ha ayudado a inculcar el valor del trabajo y apreciarlo como una virtud en las sociedades norteamericanas y europeas, de tal forma que en el mundo entero el liberalismo se ha podido permitir tratar duramente, criminalmente, a pobres, marginados, pueblos aborígenes, descendientes de africanos, y hacerlo como si fuera necesario para proteger al resto de la sociedad “virtuosa.” Y en esto están todas las iglesias incluidas, incluso la autoridad católica que ha apoyado siempre al imperialismo y al fascismo.
Liberalismo en Canadá
Aquí en Canadá el liberalismo tiene origen a principio del siglo 19, como en todo occidente se trataba de un pequeño grupo de hombres que miraban arrogantemente al resto y hacían política de salón pues el poder total era exclusividad de los ricos hasta principios del siglo 20. Para 1850 los trabajadores en Canadá (colonia británica con algún poder político autónomo) no eran una clase unificada pues ni ellos mismos se identificaban como tal y sus organizaciones, cuando existían, eran precarias y locales, pero apelaban, si, a la solidaridad entre ellos. Recién en 1873 con Alexander Mackenzie primer ministro del Canadá y el país independiente los liberales se hacen protagonistas en la vida pública con algunas reformas aceptadas por la oligarquía. Sus opositores en el parlamento, los conservadores, defendían las tarifas de arancel protegiendo a empresarios y ricos canadienses, mientras que los liberales favorecían la abolición de tarifas permitiendo al capitalismo de Estados Unidos monopolizar gran parte de la economía canadiense desde ese entonces hasta nuestros días. El bipartidismo del poder federal en Canadá no ha cambiado, solo que a finales del siglo 19 muchos trabajadores del campo y la ciudad, conscientes de sus intereses como clase comenzaron a organizarse y desafiar al sistema socio económico vigente que los explotaba y los tenía viviendo en la miseria, la desnutrición y la locura.
La lucha sindical en Canadá adquirió fuerza durante la última década del siglo 19 pero con dificultades debido a su diversidad cultural y a la división del mercado laboral que el capital siempre atento explotaba aumentando la autoridad y el poder del estado. En el conflicto de clases emergen las relaciones industriales paralelas al estado y en ese momento, a principios del siglo 20, emerge también William Lyon Mackenzie King, el liberal más famoso en la historia de este país. Mackenzie King, prominente abogado y practicante del presbiterianismo, iglesia de principios calvinista ósea, es un perfecto liberal. Empleado del estado en asuntos laborales, Mackenzie King usó la mediación como herramienta preferencial para embaucar trabajadores y se convierte en un gran manipulador político. Para 1908 era miembro del parlamento y ministro del trabajo, más adelante será líder de su partido (por 29 años) y primer ministro de Canadá (por casi 22 años). En 1914 trabajó además para la Fundación Rockefeller lo que ya nos dice bastante.
Conocedor de a donde podían llegar las luchas de los trabajadores organizados, Mackenzie King, entendía que eran tiempos de negociación y usó el teatro de la reconciliación de intereses en los conflictos de clases, evitando varias huelgas y reiterando que había que ceder un poco para dar espacio a que los empresarios tengan el tiempo necesario para desacreditar a los trabajadores más insistentes y radicales. Mackenzie King, igual que los más reaccionarios, apoyaba la intervención militar y las milicias locales y corporativas tanto como sus acciones criminales contra trabajadores y sus familias, apoyaba igualmente la opresión y el genocidio de aborígenes y minorías de descendientes de esclavos. Su principio, que siempre repetía era, “hay que hacer cualquier cosa para impedir el socialismo,” que él personalmente odiaba. En el Canadá de las primeras décadas del siglo 20 los sindicatos anarquistas tenían auges temporales, mientras que socialistas, laboristas y comunistas con importante protagonismo en organizaciones sindicales y marcadas denuncias contaban con escasa representación en el parlamento federal o en los legislativos provinciales. Hay que destacar que casi el 80 por ciento de la población canadiense ha votado siempre por liberales o conservadores y por lo menos en un 50 por ciento los trabajadores han apoyado estos partidos oligárquicos y capitalistas. Quizás tanto como en Estados Unidos, la falsa democracia ha sido sostenida en Canadá con manipulaciones ideológicas y propagandistas, pero sin duda el papel de Mackenzie King ha sido muy importante en asegurar ese estado de cosas en Canadá.
Otros Liberales
Otros personajes del liberalismo occidental incluyen al presidente de Estados Unidos Theodore Roosevelt que gobernó entre 1901 y 1909 como republicano. Roosevelt, aunque imperialista y racista probado, estaba consciente de los graves problemas sociales, de corrupción de las autoridades y desigualdad económica, particularmente en las grandes ciudades que enfrentaba Estados Unidos. Y entendía que todo esto era consecuencia del reinado de los ricos y de su laissez-faire del siglo 19; el gobierno de Roosevelt tuvo que hacer algunas reformas durante su gobierno, y en 1912 creo el primer partido Progresista (liberal) de su país que tuvo vida muy corta.
En Andalucía, España, la política agraria del siglo 19 le da paso a los liberales que vienen a ser los nuevos ricos capitalistas llegando a ser incluso peores que los antiguos señores feudales. Durante su reinado se venden las tierras comunales y de la iglesia a precios irrisorios, tierras que ellos adquieren para su beneficio aumentando el latifundio.
En América Latina tenemos ejemplos liberales en Uruguay, Argentina y Chile. En Uruguay gobierna José Batlle y Ordóñez, presidente entre 1911 y 1915 líder del partido Colorado (liberal); Batlle hizo reformas sociales importantes en beneficio del Uruguay urbano, fortaleció al estado y a la producción industrial, fue quizás el líder más honorable entre los liberales de todo el mundo, muy diferente al radical (liberal) presidente argentino Hipólito Yrigoyen (1916 a 1922) al que llamaban “padre de los pobres” pero quien fue responsable de por lo menos dos importante masacres obreras, la de la planta La Forestal y la de la estancia La Anita, donde las fuerzas militares autorizadas por Yrigoyen asesinaron cientos de trabajadores. Otro presidente liberal criminal fue el chileno Arturo Alessandri Palma quien entre 1920 y 1930 autorizó tres masacres obreras en las minas del salitre (Marusia, La Coruña y San Gregorio) además de la masacre en el edificio del Seguro Obrero en Santiago, la capital chilena. Alessandri tiene uno de los peores prontuarios represivos en la historia chilena y latinoamericana.
Durante la gran depresión de 1929-1933 en Estados Unidos el presidente Franklin D. Roosevelt siguiendo recomendaciones del economista británico liberal John Maynard Keynes aplica una variedad de reformas económicas y sociales, que le llamó New Deal, reformas social-liberales con fuerte impacto en Canadá también, que seguía un liberalismo reaccionario con respecto al reconociendo de las negociaciones colectivas con los sindicatos. El New Deal incluyó una variedad de proyectos públicos, regulaciones mínimas al capital, políticas sociales y reconocimiento a los sindicatos, estableciendo los cimientos del Estado de Bienestar Social en Norteamérica, que fue impuesto posterior a la Segunda Guerra Mundial. Durante este tiempo los trabajadores del país y los pobres de las ciudades y campo viven un pequeño alivio, pero con estas medidas comienza también la despolitización ciudadana y la corrupción de las organizaciones laborales en favor del capital. El Estado de Bienestar Social surge después de la Segunda Guerra Mundial, las posiciones enfermizas contra comunistas y socialistas de liberales y conservadores ya no eran suficiente, el trauma de la revolución rusa estaba superado. Entonces, la mayoría de los capitalistas y sus instituciones aceptan, a regañadientes y contra sus principios un Estado de Bienestar Social en Europa y Norteamérica, no para el resto del mundo donde seguían los palos y la represión contra las protestas de los pueblos.
La otra versión del liberalismo, la socialdemocracia, no tuvo mayor impacto en el continente americano; la socialdemocracia se identifica con la Internacional Socialista de 1951, y que albergó a casi todos los partidos socialistas, socialdemócratas y laboristas de Europa, que no tenían nada de semejante a los socialistas anteriores a 1930 sino que usaban la demagogia del socialismo democrático para atraer votos y se hicieron pasar por protectores del Estado de Bienestar Social por casi 30 años, hasta que finalmente muestran su verdadera cara en los años 80 cuando abrazan al neoliberalismo. El sindicalismo que ellos manipularon, con dirigentes bien pagados y cuya tarea principal ha sido detener cualquier reivindicación molesta a los capitalistas, tampoco podía escaparse.
Los nuevos liberales
Para los años 80 el liberalismo, y todos sus engendros políticos, pierde todo protagonismo para darle paso al totalitarismo del neoliberalismo. Vale considerar que liberales y socialdemócratas ocuparon una tribuna pública importante, muchas veces tuvieron que lidiar con luchas obreras y con asuntos socioeconómicos serios, a veces salían airosos con sus manipulaciones, otras veces sudaban la gota para cumplir su papel con el capitalismo y sus patrones. En Canadá fueron exitosos especialmente en los años 60 en persuadir y hacer creer a la mayoría de la población que la sociedad canadiense era una sociedad justa – la “just society” (como decian) de grandes victorias y bienestar social garantizada por sí misma.
De ese liberalismo hoy nada existe, los nuevos liberales, algunos jóvenes y otros veteranos, son una masa amorfa de políticos que sin principios ni poder de decisión, que ocupan los parlamentos como la gente ocupa los bancos de las plazas tomando el sol.
Los “nuevos” liberales mantienen, eso sí, la arrogancia de sus antecesores, son racistas y clasistas, pero se creen bondadosos, se creen educados, incluso expertos en asuntos que jamás entienden, finos y geniales (“cool” como se dicen en el norte), incluso “pragmáticos” en mantener su complicidad y su incapacidad política. Viven su propio surrealismo en el que enfrentan un competidor ficticio (“la derecha”) para que la gente los vote, pero no se atreven a denunciar al fascismo que los integra o les pisa los talones, un fascismo que ha crecido, visiblemente, en los parlamentos occidentales.
Los nuevos liberales son serviles e incondicionales a las instituciones capitalistas y al imperialismo, tanto como los conservadores y los fascistas. En Europa, Norteamérica y América Latina hay entre los nuevos liberales algunos que son liberales de nacimiento, como el primer ministro de Canadá que jacta de haberle dado nueva vida al partido de su padre pero que se desempeña como animador de espectáculos. Otros son más alevosos, como los ex izquierdistas de generaciones pasadas que han pasado la barrera del bien y del mal o como los nuevos charlatanes de las últimas generaciones que se hacen llamar progresistas y socio-liberales, mantienen sus rótulos tradicionales para seguir engañando, entre ellos encontramos socialistas, socialdemócratas, verdes, liberacionistas, comunitarios, de los trabajadores en Brasil, frenteamplistas y comunistas en Chile y en Uruguay. Todos ellos disfrutando de puestos políticos, atacando los pocos proyectos alternativos y populares que existen, cómplices de los crímenes capitalistas mientras reciben buenos sueldos y se codean con las élites, engañando a sus pueblos.
Aunque todavía existen instituciones públicas como en Canadá que son continuamente amenazadas en las áreas de administración, de salud, educación, control nutricional y otras que todavía mantienen cierta independencia y su gestión es de bien común, no así la seguridad pública ni el sistema judicial. También hay diferencias enormes entre un país donde se ha invertido en el desarrollo humano y otro donde le mienten a la gente que accediendo a algunos consumos va a llegar a ese mentado desarrollo, y hay otros países en América Latina donde la mayoría es completamente olvidada y golpeada.
En un mundo occidental totalitario hay un solo poder que decide todo, los ricos, sus instituciones y sus empresas, que estos parecen desear una guerra total, indiferentes a la desigualdad económica, a los problemas graves del medio ambiente y agotamiento de recursos naturales y ahora las pandemias; tendríamos que exigir y esperar un debate público sobre todos estos asuntos, pero la completa falta de democracia y participación lo imposibilita. Podríamos decir que nos encontramos no solo con un liberalismo decrépito sino con una decadencia política representativas total, con la excepción de los que mantienen el desafío y la lucha fuera de los parlamentos.
Comentario