El martes, los ánimos volvieron a caldearse en la Asamblea Nacional de Francia. Una semana después de la muerte de Nahel Merzouk, el joven de diecisiete años tiroteado a quemarropa por un agente de policía, la presidenta del grupo parlamentario France Insoumise, Mathilde Panot, había cuestionado la falta de respuestas políticas. Pero la primera ministra, Élisabeth Borne, respondió con un nuevo ataque al movimiento de izquierdas liderado por Jean-Luc Mélenchon: «Están saliendo de los límites de la República», dijo a los diputados de France Insoumise.

Las críticas de la derecha contra France Insoumise se han escuchado con cada vez más frecuencia también entre las filas de la amplia alianza de izquierda Nouvelle Union Populaire Écologique et Sociale (NUPES). El debate sobre la realidad de la violencia policial en los barrios obreros y marginados, mientras tanto, ha quedado completamente eclipsado.

En una entrevista concedida a Mediapart, Jean-Luc Mélenchon analiza las razones de este giro de los acontecimientos. Detrás de él ve la aparición de un «frente antipopular» diseñado para unir a la derecha y a la extrema derecha mientras se demoniza al pueblo en rebelión.

MD

Hace una semana que un policía disparó a quemarropa a Nahel. Rápidamente, el debate pasó de la violencia policial a la violencia ejercida por jóvenes de barrios obreros y marginados. ¿Qué opina de este cambio?

JLM

El presidente debería haber respondido inmediatamente a los problemas que llevaron a la muerte de Nahel. En otras palabras, debería haber suspendido inmediatamente la ley de «licencia para matar» de 2017 de [el exprimer ministro Bernard] Cazeneuve. Pero como la intención del presidente no es responder a los problemas que esto ha planteado, se ha inventado otros de los que hablar en su lugar. Es una táctica de distracción.

En primer lugar, señaló con el dedo acusador a los padres, un comentario insultante que demuestra su negativa a considerar siquiera la situación social. Luego culpó a los videojuegos, lo que no es más que charlatanería, ya que no existe ningún estudio que demuestre la relación entre estos juegos y la violencia. Por último, sus partidarios en el Parlamento nos acusaron a nosotros, France Insoumise.

Cuando expliqué que pedíamos justicia, se dedujo que no llamaba a la calma, y nos criticaron por ello. Pero actuamos en nuestro propio campo. No somos sociólogos ni urbanistas. Nuestro papel es formular una evaluación política de un problema político para dar respuestas políticas.

FE

¿Qué opina de las respuestas del gobierno?

JLM

Reconoceré que la primera reacción de Macron, cuando le informaron del asesinato de un joven de diecisiete años, fue humana. Como cualquier padre, consideró que ese suceso era inaceptable, lo cual es cierto. Pero se detuvo ahí, dejando que sea un ministro quien llame a la madre de Nahel. Podría haberla llamado él mismo o haber ido a verla, lo que habría sido un gesto extremadamente poderoso para demostrar que no hay desconexión entre la población y las autoridades. Pero no lo hizo.

En lugar de eso, se ha pasado el tiempo corriendo detrás de la policía. Esto fue comprendido inmediatamente por los sindicatos de Alliance Police Nationale y de la UNSA Police, que emitieron una declaración totalmente inaceptable. Sin embargo, no oímos ni una crítica al respecto. Cuando interrogamos a [el ministro de Justicia Éric] Dupond-Moretti o a otras personalidades del gobierno, dijeron que no eran sus palabras o incluso que no tenían ningún comentario que hacer. Lo que significa que corremos más peligro del que pensábamos.

El mayor sindicato de la policía afirma que «ahora no es el momento de la acción sindical, sino del combate» e incluso que «la policía está en combate porque estamos en guerra». Hablo aquí como representante político de una parte de la opinión pública francesa que se siente amenazada por un gobierno que se comporta así con los quartiers populaires [barrios populares y marginados]. Y que no hace nada cuando bandas armadas de fascistas salen a la calle para agarrar a niños y entregarlos a la policía. Así que, insisto: estamos en peligro porque el gobierno ya no controla a la policía. Le tiene miedo y está sometido a ella.

Esa es la situación después de una semana. Con el hecho increíble de que el presidente y su gobierno todavía no han hecho ni una sola propuesta en relación con los acontecimientos, aparte de enviar a cuarenta y cinco mil hombres [encargados de mantener el orden, cifra deliberadamente sobreestimada por el Ministerio del Interior, según Le Canard enchaîné] por todo el país. Incluso Jacques Chirac [enfrentado los disturbios], en 2005, pronunció un discurso que intentaba preservar un terreno común con el que pudieran identificarse personas de todos los bandos.

En aquel momento, Claude Dilain, alcalde de Clichy-sous-Bois, pronunció esta maravillosa frase en el congreso del Partido Socialista, celebrado justo después de las revueltas urbanas: «Queréis volver a la normalidad, pero es la normalidad la que es insoportable». Sabemos que la normalidad es insoportable, y que la gente que vive allí la está resistiendo con un valor y una paciencia increíbles. Así pues, la respuesta es justicia. En otras palabras: la calma es algo que hay que construir.

ES

Dice que las autoridades tienen miedo de la policía. Es una afirmación contundente. ¿Cree que es una situación sin precedentes en la V República?

JLM

Fue una situación similar la que condujo a la reescritura de la Constitución en 1958, porque entonces el gobierno ya no controlaba al ejército. Ahora ya no controla a la policía, cuyos sindicatos más importantes utilizan palabras tomadas directamente del repertorio de la extrema derecha, llamando «peste» a la población que se les resiste. Nuestra primera señal de alarma llegó cuando [el exministro del Interior] Christophe Castaner se pronunció contra el uso de las llaves de estrangulamiento. En aquel momento, nos quedamos estupefactos al ver a policías que exigían que se les permitiera el derecho a estrangular a la gente. Entonces comprendimos que, para mostrar tal descaro, necesitaban sentir que la balanza del poder estaba a su favor. De hecho, el Sr. Castaner perdió su cargo ministerial.

MD

¿Cómo explica que ahora sea imposible criticar a la policía? ¿Qué no sea posible decir que hay un problema de racismo en la policía sin ser inmediatamente condenado al ostracismo por la República?

JLM

El punto de partida es una confrontación entre dos visiones del mundo y de las relaciones sociales: la de la extrema derecha y la de France Insoumise. Los partidarios de las doctrinas económicas neoliberales se encontraron ante una población que se resistía a sus políticas en masse. Entonces aceptaron adoptar la retórica de distracción de la extrema derecha, afirmando que el problema eran los inmigrantes, e incluso los musulmanes, para crear una división en la población francesa. Esto puso las cosas cuesta abajo. Pero ése es el destino de cualquiera que ceda el más mínimo terreno a la extrema derecha.

Esta tendencia hacia la peor de las opciones se refleja políticamente en lo que los economistas Bruno Amable y Stefano Palombarini llaman el «bloque buergués». En la segunda vuelta de las elecciones parlamentarias del año pasado quedó claro que el gobierno de Macron consideraba que la peor amenaza no era la extrema derecha, sino nosotros. Luego se produjo el punto de inflexión de las elecciones parciales de Ariège, donde una candidata de France Insoumise, que había quedado muy por delante en la primera vuelta, vio cómo todos los demás se unían para derrotarla en la segunda.

Inmediatamente oímos a [el exprimer ministro conservador] Jean-Pierre Raffarin afirmar que se había formado un reverso del frente republicano [es decir, el frente electoral utilizado históricamente para dejar fuera a la extrema derecha]. Y, efectivamente, el frente republicano se volvió del revés, se transformó en un «frente antipopular». Utilizo esta expresión porque recuerda la situación de 1936, cuando todos los demás se unieron contra el Frente Popular bajo el lema «mejor Adolf Hitler que el Frente Popular». La formación de este frente antipopular es una puerta abierta al desastre para nuestro país.

FE

Tanto usted como France Insoumise se han convertido en el centro de las críticas, y sus detractores les han excluido del arco de las fuerzas republicanas. ¿Cómo piensan romper este aislamiento?

JLM

En primer lugar, no nos sentimos aislados. Representamos a un sector de la población. Si estamos en el punto de mira, en realidad es solo un pretexto para otro objetivo político, a saber, la unificación de las fuerzas de derechas. El reto al que nos enfrentamos es no distanciarnos nunca de los grupos sociales a los que representamos, a pesar de las lógicas contradicciones (a nadie le hace gracia que se quemen coches). Tenemos que evitar que parte de nuestro bloque se ponga del lado del partido de la represión. Para ello, debemos seguir representando políticamente a este bloque, aunque sea difícil. Justicia en todas partes: esa es nuestra causa común.

En cualquier caso, ninguna cantidad de propaganda borrará los hechos básicos del problema. En primer lugar, los quartiers populaires han sido relegados a los márgenes de la República, con poblaciones racializadas por la forma en que son vistas por los demás, reducidas a su religión y exiliadas en los suburbios, que acceden a menos dinero, transporte y atención médica que los demás. En segundo lugar, los ricos se han separado de la República. Se han refugiado en sus propios barrios con una visión fantasiosa sobre el resto de la sociedad. En general, todo lo que solía ser propio de una comunidad está desapareciendo, resultando en un «sálvese quien pueda» generalizado.

ES

Menciona a los ricos, pero el comportamiento de «separarse» de la sociedad también puede verse entre las clases medias…

JLM

Hablemos de ello. En los años 30, las clases medias ya estaban en juego electoralmente. Eran más heterogéneas que hoy, con muchos comerciantes y agricultores. Como parte de su lucha contra el Frente Popular, la derecha contrapuso el destino de estos grupos al de los trabajadores. Hoy en día nos enfrentamos a una población más homogénea que en aquella época, debido a una comunidad material de facto establecida en la dependencia de la gente de diversos tipos de redes.

Veámoslo más de cerca. Para que la estrategia de centroizquierda funcione, como ocurrió en los años 70, se necesita una clase media en ascenso. Cuando yo era socialista en Lons-le-Saunier, mi secretario de sección de partido era un trabajador social y mi primer secretario de federación era un profesor universitario. ¿Quiénes eran estas personas? Eran hijos de trabajadores sindicalizados, que ascendían en la escala social y compartían las mismas consignas transversales, como los centros de trabajo autogestionados.

La diferencia es que hoy las clases medias ya no ascienden. Están empobrecidas y en vías de ser desclasadas. Su relación con la política está determinada por la incertidumbre: a medida que la sociedad se polariza, ¿hacia dónde van a ir? Por ahora, se inclinan por una vuelta a la calma. Dentro de una semana, sin embargo, tendrán una avalancha de documentos, artículos y columnas sobre las condiciones de vida en los suburbios. En ese momento, creo que las clases medias educadas e «informadas» recuperarán la compostura y se darán cuenta de que no hay solución policial a una situación como ésta.

MD

¿Qué estrategia política se debe adoptar en un clima mediático histérico y polarizado como el actual? Su política es no retractarse nunca de una postura que ha adoptado, pero, ¿no corre el riesgo de tener que justificarse constantemente por problemas de forma, en detrimento del contenido político?

JLM

Permíteme recordarte que no estamos aquí para vender helados. Pertenecemos a un campo político, y nuestras convicciones no se negocian. Adoptar ese enfoque es la única forma de que nos escuchen.

Si no nos mantenemos firmes, ¿quién lo hará? ¿La simpatía de quién nos ganaríamos cediendo? ¿La gente que tiene pánico? ¿La gente que tiene miedo? ¿Debemos alimentar ese miedo? No. Nuestro deber es mantenernos firmes. A este respecto, me sorprende poderosa y gratamente la resistencia del grupo parlamentario de France Insoumise. Muchos de ellos fueron elegidos por primera vez en su vida el año pasado y han tenido que soportar constantes ataques.

No perderemos el tiempo explicándonos sobre problemas de forma, porque no los hay: es una pura invención. Ninguno de nosotros ha llamado a la insurrección ni ha prendido fuego a nada. En cambio, cuando salgo en la tele y cuento la historia de madres que luchan por salir adelante, me escuchan miles de mujeres que son la esencia misma de los quartiers populaires. Apostamos a empoderar a esos sectores a cada paso.

FE

Volvamos a la muerte de Nahel. En febrero de 2017, el gobierno de Bernard Cazeneuve y François Hollande aprobó una ley que permitía un uso más fácil de las armas de fuego por parte de los agentes del orden. Todo el grupo socialista votó a favor. ¿Es posible hoy que la alianza de izquierdas NUPES [que incluye a los socialistas] tenga una posición común para su derogación?

JLM

Tienes razón al mencionar esta ley. Habría sido de sentido común suspenderla tras la muerte de un niño. La señal a la policía sería: no más disparos. Nadie ha cuestionado nunca que utilicen sus armas en legítima defensa. Ellos lo saben. Pero siempre estoy a favor de limitar los daños. Por eso he dicho que deberían estar desarmados cuando se trata de controlar manifestaciones. También apoyamos la transferencia inmediata de jurisdicción para todos los casos de violencia policial, que es una exigencia del sindicato de magistrados, y la creación de una comisión de «Verdad y Justicia». Necesitamos esto, porque hay muchísimos casos en los que todavía no se ha producido una decisión judicial.

Volvamos a los que votaron a favor de esta ley. Para empezar, ni los Verdes ni los Comunistas lo hicieron, lo cual es un buen comienzo. En cuanto a los Socialistas, su grupo en la Asamblea emitió un comunicado de prensa que dice lo siguiente: «Porque estamos comprometidos con el orden republicano (…) decimos claramente: es urgente redefinir una doctrina de mantenimiento del orden, trabajar en la reforma de la formación policial, en la revisión de las instancias de control y sanción de nuestras fuerzas del orden, pero también en una necesaria evaluación de la aplicación de la ley de 2017, con vistas a su revisión». Así pues, quieren revisarla, lo cual es mejor que nada. ¿Qué necesidad hay de seguir diciendo que tienen una diferencia de opinión fundamental conmigo? ¿De qué están hablando?

ES

Justo después de la muerte de Nahel, usted dijo que había que «revisar completamente» la policía. ¿Qué significa eso concretamente? ¿Y qué le dice a todos aquellos que desde la izquierda creen que la policía siempre será una fuerza represiva al servicio del Estado?

JLM

En toda sociedad es necesaria una fuerza policial, eso es evidente desde que existen las ciudades. No creo que lleguemos a prescindir nunca de la necesidad de personas que representen al Estado y hagan cumplir la ley. ¿Por qué? Porque no queremos que cada uno se tome la justicia por su mano. Si existe un cuerpo policial, entonces no se mete todo el mundo y es posible seguir ciertas reglas. Se trata, por tanto, de una profesión y de una delegación de poder que debe permanecer bajo un estrecho control político. Tradicionalmente, las grandes fortalezas del Estado se gestionan conjuntamente. El ministro del Interior trabaja con los sindicatos policiales. Pero existe una delgada línea entre transigir y entregar el poder a la policía.

Las encuestas muestran que casi el 50% de los policías votan a la extrema derecha. ¿Cómo es posible que el cuerpo responsable de mantener el orden republicano tenga una opinión mayoritaria por las ideas no republicanas? ¿Por qué un hombre de veinticuatro años dispara a un niño? ¿O a una mujer joven? Es porque no ve a su hermano o a su novia. No digo que disparen por racismo, pero su racismo les hace olvidar a quién van a disparar. Esa es mi opinión.

Así pues, tenemos que revisar el cuerpo de policía, empezando por la formación, volviendo a controlar la supervisión, restableciendo el código ético de Pierre Joxe… Permíteme recordarte que cuando Joxe era ministro del Interior y acudieron policías armados a manifestarse bajo sus ventanas, suspendió a ciento veinte de ellos y expulsó a cuatro. Te garantizo que después de eso hubo un ambiente más profesional. Plantear reivindicaciones forma parte de la vida sindical. Pero a un sindicato que escribe «estamos en guerra» necesita ser puesto en su sitio de forma inmediata.

MD

Usted ha ido madurando su pensamiento en relación a la islamofobia. ¿Puede decirse lo mismo respecto de la violencia en la política?

JLM

Comparado con cuando tenía veinte años, sin duda. Cuando tenía veinte años, era un admirador de la guerrilla del Che [Guevara]. Después, tras el golpe de Estado de Augusto Pinochet, estuve de acuerdo con los que participaban en la resistencia armada. Y luego hice balance de todo aquello: ¿habíamos conseguido algo significativo en alguna parte, de alguna manera? No, y murieron los mejores.

Definitivamente creo que la violencia como estrategia política no lleva a ninguna parte. No porque sea una especie de santo que teme la violencia, sino porque solo conduce al desastre. Abogo por estrategias no violentas. La única estrategia revolucionaria es el voto.

FE

Entonces, ¿cómo explica que se le acuse de estar del lado de la violencia?

JLM

Tenemos que pasarnos todo el tiempo defendiéndonos de las afirmaciones de que somos violentos, cuando son las autoridades las que institucionalizan la violencia. También hay una deriva semántica en nuestro vocabulario. Cuando oigo a Macron hablar de un proceso de «descivilización», me asusta. Incluso cuando hablamos de revueltas, por costumbre del lenguaje, sugiere que se trata de algo loco y ciego, cuando podemos ver claramente que las cosas son más complicadas. Nos encontramos en una situación de revuelta urbana. Las personas están adoptando formas que se ajustan al terreno.

ES

En su libro L’Ère du peuple hace mucho hincapié en las cuestiones urbanas. Ya en 1989, el texto fundador de la Nouvelle école socialiste teorizó el concepto de «socialdemocracia urbana». ¿Cómo pueden los habitantes de los quartiers populaires recuperar el control colectivo sobre ese espacio?

JLM

Mi idea en aquel momento era que, a medida que el mundo se urbanizara, las nuevas organizaciones progresistas, socialistas y colectivistas surgirían de la estructura urbana y no del nivel de las empresas. La ciudad no es un mero decorado, corresponde a su época. Lógicamente, ha acompañado a los diversos cambios del capitalismo.

Durante la época fordista y keynesiana, la ciudad se cortó en pedazos: el lugar donde vivías, el lugar donde paseabas, el lugar donde comías, etcétera. Pero era una ciudad del contrato social, donde todos vivían juntos. Luego llegó la ciudad neoliberal, caracterizada por una tendencia al aburguesamiento. Hoy, en París, si eres parte de una familia en la que los padres no ingresan al menos 5000 euros al mes, no puedes salir adelante.

La ciudad también produce formas políticas específicas. Cuando sus habitantes no tienen recursos, entran en fases de revuelta, que son como erupciones. Ya no hay mediación para traducir esto en formas en las que sea posible un compromiso. La ciudad es, no obstante, el nuevo escenario del conflicto social, porque para producir y reproducir tu existencia material, necesitas redes. Y no puedes negociar con una red. El agua del grifo fluye o no fluye. Hay suministro eléctrico o no lo hay.

MD

La desconexión entre la clase política y los barrios obreros y marginados no es nada nuevo. ¿Hasta qué punto percibe esta desconexión y cómo podemos reconstruir el vínculo entre los habitantes de estos barrios y las estructuras políticas?

JLM

Esta desconexión depende del equilibrio social de poder. Los que están en el poder siempre han dicho que las clases sociales subyugadas y oprimidas son peligrosas. Durante la Comuna de París, Émile Zola dijo: «Es una causa maravillosa, pero está mal representada».

Cuando los sindicatos perdieron su poder, destruidos por el neoliberalismo, ya no había ninguna línea de resistencia social y política. Los partidos en el poder no iban a ponerse de acuerdo con quienes protestaban contra su forma de dirigir las cosas, es decir, en los quartiers populaires. La última línea de defensa que teníamos eran las asociaciones, y también fueron desmanteladas. Millones de personas quedaron desamparadas. Y el discurso dominante sigue afirmando que las revueltas son culpa de los revoltosos. No hay absolutamente nada nuevo bajo el sol desde hace un siglo.

France Insoumise tiene cuatro mil personas que actúan como puntos de contacto en bloques de viviendas individuales. Ninguna otra organización hace eso. Aún falta mucho, necesitamos cuatro o cinco veces más. También está la representación política. Eso significa conseguir que Rachel Keke, Carlos Martens Bilongo o Louis Boyard, que proceden de quartier populaires, sean elegidos. Así que el problema está ahí y estamos intentando abordarlo.

Pero creo que la reestructuración de la sociedad producirá su propia forma de representación política. La ley ya estipula que las ciudades de más de veinte mil habitantes deben crear comités de barrio. ¿Pero cuántas ciudades los tienen realmente? Desde el momento en que hay una expansión urbana, sin bordes, sin límites, es obvio que la cuestión de cómo dirigirlos se plantea de otra manera, y que la escala adecuada es el nivel de barrio.

ES

El movimiento social contra la reforma de las pensiones ha sido derrotado, la agenda securitaria está ganando terreno y muchos dirigentes políticos se expresan de manera similar a como lo hace la extrema derecha. ¿Qué iniciativas concretas debería tomar la izquierda para evitar ser aplastada bajo esta agenda mortífera?

JLM

En primer lugar, la izquierda tiene que existir. En el plano político, hemos conseguido superar la división —aunque con muchas dificultades— proponiendo la coalición NUPES para las elecciones legislativas del año pasado. Pero eso no basta. La estrategia es la unión popular, no solo la unión de los partidos políticos. La unión popular es un objetivo que se dirige a las masas y que también adopta formas organizadas. Como vimos durante la batalla de las pensiones, todavía no hemos superado la absurda división entre fuerzas sociales y fuerzas políticas. Naturalmente, nuestros adversarios se aprovechan plenamente de la situación: enfrentan a los sindicatos con las organizaciones políticas, y luego a las organizaciones políticas entre sí.

Tras una semana de revueltas y sin respuesta del gobierno, ¿somos capaces de convocar una movilización conjunta? ¿Podemos lanzar consignas comunes como «verdad y justicia»? Las marchas del sábado son una respuesta a esto [se refiere a la convocatoria del 8 de julio]. Es un buen precursor de la unión popular.

Se están celebrando debates, estamos haciendo lo que podemos, pero nuestros oponentes son muy astutos: demonizándome, intentan que sea imposible asociarse conmigo. Pero yo no soy el problema. Por eso hago un llamamiento a todos para que superen el espíritu de facciones, camarillas y grupos, y estén a la altura de las circunstancias. Cuando hay fascistas en la calle, es hora de despertarse, ¿no? Tenemos que ser capaces de constituir un frente no violento. Pero para que sea eficaz, tiene que ser diez, cien veces más masivo que el de los violentos.

Sobre los entrevistadores:

[1] Mathieu Dejean es colaborador de Mediapart y autor de Sciences Po, l’école de la domination. / Fabien Escalona es periodista de Mediapart y autor de La reconversion partisane de la social-démocratie européenne. / Ellen Salvi es colaboradora de Mediapart.