Karl von Clausewitz afirmó que la guerra es la continuidad de la política por otros medios. Si bien tiene una autonomía relativa, la política encuentra sus fundamentos en la economía. Por lo tanto, no puede hablarse del conflicto que se está desarrollando con epicentro geográfico en Ucrania como un elemento “exógeno” a la economía. Tampoco es un acontecimiento militar inesperado. No es un “Cisne Negro”. Existen distintos elementos que indican que la pugna actual podría tratarse de un punto de inflexión histórico, cuyas derivaciones en distintos planos son trascendentes.

Globalización

Cuadros como George Kennan, cuyo pensamiento estratégico se mostró acertado para los intereses de los Estados Unidos durante la Guerra Fría, sostenían que era un error rodear militarmente a la Rusia postsoviética, debido a que en ese caso no se le dejarían otra alternativa para evitarlo que una maniobra defensiva.

En realidad, diría Sun Tzu, cualquiera que es rodeado y no tiene salida se ve forzado a intentar anticiparse en lugar de esperar pasivamente un ataque o condiciones más desfavorables y casi irremontables. Rusia tiene experiencia y capacidad militar.

Además de acordar con este razonamiento, Henry Kissinger menciona en sus memorias que despegar a China de la Unión Soviética era fundamental. Con la disolución del socialismo en la URSS y en el Este europeo en el período 1989-1991, comenzó una etapa de unilateralismo de Estados Unidos y de profundización de la denominada Globalización Neoliberal, cuyos rasgos económicos principales son la mayor concentración, desnacionalización y transnacionalización de los grandes capitales, por un lado, y su creciente redireccionamiento hacia distintos instrumentos financieros que devenguen interés, como forma de eludir la caída de la tasa de ganancia.

Desde finales de la década de 1970, mientras comenzaba a acentuarse el descenso de la rentabilidad de los capitales con casas matrices en las naciones desarrolladas, China introducía un cambio de modelo que, con el Estado como protagonista económico, le permitiría en pocas décadas sacar a una inmensa parte de la población de la pobreza, multiplicar más de 15 veces el salario real, desarrollarse y pasar a tener autonomía en el diseño y producción de bienes de capital en casi todos los rubros, incrementando la productividad. Hoy es la segunda economía del mundo. Y también tiene capacidad militar para defender sus intereses.

Crisis

El dólar representa más del 80 por ciento de las transacciones mundiales y cumple varias de las funciones de dinero mundial. Sin embargo, la productividad promedio de los capitales de origen norteamericano exhibe un sendero declinante. Es decir, el fundamento del dinero estadounidense reduce su dimensión, y su emisión sin respaldo ya no puede ser mantenida a punta de pistola.

En paralelo, existe un proceso en curso que ha intentado tomar distancia del dólar. Rusia, China y otras naciones vienen acrecentando hace más de una década sus reservas de oro monetario y paulatinamente crece su intercambio en monedas nacionales. Lo anterior se ve reforzado en el curso de la guerra: a pesar de las sanciones e incautaciones económicas de EE.UU. y las principales potencias de Europa, Rusia es una de las principales productoras de alimentos y energía, entre otros recursos estratégicos. Al excluirla del sistema SWIFT, se fuerza a Rusia a la búsqueda de sistemas alternativos.

Por otro lado, con el objetivo de disminuir la inflación en EE.UU., la Reserva Federal tiene decidido elevar la tasa de interés de referencia, lo que podría detonar una crisis de deudas de empresas y naciones.

En concordancia con la mayoría de las subcorrientes de la Teoría de la Dependencia, el economista Samir Amin proponía que las naciones subdesarrolladas buscaran la “desconexión” del sistema capitalista mundial, por lo menos para independizarse y poder conducir su propio proceso de acumulación interna.

La maniobra presenta distintas dificultades y desafíos. Por un lado, se requiere cierta escala, división del trabajo e integración para poder hacer frente a las consecuencias de la desconexión y, por otro, un grado significativo de alineación de intereses de los capitales locales y de los sectores populares.

El “momento Ucrania” de la globalización impuesto por la OTAN, tan hegemonizada por EE.UU. como el FMI, está forzando a cierta desconexión de Rusia, China y, con ellas, otras naciones. Mientras tanto, en Argentina, la resolución de la contradicción entre la máxima unidad posible contra el proyecto de dolarización plena y que esta amplitud no atente contra una redistribución del ingreso más justa, aún no encuentra su forma. Las circunstancias mundiales probablemente obliguen a algunas definiciones.

*Economista UBA-UNDAV e integrante de Economía Política para la Argentina (EPPA).